lunes, 23 de mayo de 2016

Si yo fuera candidato

En este país, pareciera, cualquiera puede ser candidato. Como no puede ser de otra manera, en función del criterio democrático, los requisitos formales para aspirar a un puesto político no suponen tener una preparación académica, una experiencia en el puesto o el demostrar que se está capacitado para desempeñarlo; en otras palabras, ese tipo de requisitos deben ser exigidos por los ciudadanos a la hora de elegir, son requisitos de hecho, salvo excepciones.
En ese sentido, en estos tiempos, para tener alguna posibilidad, se requiere que los votantes lo identifiquen a uno. Bien o mal, lo importante es que la gente sepa que usted existe, no importa si la persona tiene idea de la realidad del país o si  es un payaso (con el perdón de los payasos) que solo dice estupideces o que no tiene un gramo de masa gris.
No obstante, ello no basta, porque hay que mantenerse vigente en los medios de comunicación. Para ello no importa si tengo que hacer de bufón, meterme a comentar de materias de las que no sé absolutamente nada, o si voy a hacer el ridículo frente aquellas personas que dominan los temas de los que voy hacer interrogado. ¡ Bien o mal, lo importante es que hablen!
Pero, aparte de darse a conocer y mantenerse en la palestra pública, a cualquier candidato ahora no se le exige que sepa hablar bien y mucho menos que también escriba bien. Al contrario, ya esos no son requisitos fácticos de ninguna persona que aspire a cualquier puesto de elección popular; es decir, puede hablar y escribir mal el español, pero si como mochilero aprendió algo de inglés, eso es suficiente para candidatearse. ¡Ojalá haiga gente que entienda esto, porque en el pasado hubieron candidatos que no vieran sido con esas falencias!
También es necesario ser afín al cristianismo, en especial, en su versión católica, apostólica y romana o en cualquiera de los derivados surgidos después de la reforma protestante. En caso que se tengan otras creencias como el budismo, judaísmo, islamismo, hinduismo, zoroastrismo o cualquier otro “ismo”, la situación se complica porque puede ser acusado de ateo por ineptos que no entienden ni siquiera el significado de esa palabra y que se lo endilgan a todo aquel que no crea en su fundamentalismo.
Como no podía ser de otra manera, la persona que aspire a una candidatura tiene que hablar de fútbol aunque nunca haya pateado una bola en su vida. Deberá de estar enterado de dónde están jugando los “legionarios”, hombres y mujeres, ya que ello le generará gran simpatía entre la mayoría de los votantes; evidentemente, si de paso sabe de ciclismo, boxeo, natación o cualquier otro deporte en que se destaque un costarricense: ¡Está solo!
Tiene que estar dispuesto a seguir la corriente cuando algunos programas muy seguidos, quieran preguntarle sobre temas que no tienen ninguna relación con el puesto al que aspira. En lugar de estar preparado para entender aspectos básicos de política fiscal, resulta más relevante que sepa alguna receta de cocina que le quede más o menos bien; o en su defecto, tendría que conocer cuál es el último reguetonero de moda o quién es el último presentador que hace las delicias del público en los programas que se ocupan de este tipo de contenidos.
En fin, para ser candidato en estos tiempos se requiere muchas más cosas. Bailar bugui, creerse pastor de ovejas o capitán de barco, en fin, es necesario hacer creer a los votantes que a pesar de comportarse como un pusilánime se tiene las facultades para conducir al país de manera correcta y que se tendrá la inteligencia de elegir colaboradores que también no son lo que aparentan sino que todo es parte de la puesta en escena que exige la realidad política actual.
Si yo fuera candidato me iría muy mal porque me costaría mucho hacer todo lo que se pide para desempeñar ese rol con posibilidades de éxito. ¡Se imaginan que esta ironía se hiciera realidad! ¡Soñar no cuesta nada!

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