lunes, 26 de enero de 2015

Informar no es opinar: ¿Hay periodismo en Costa Rica?

Desgraciadamente muchas personas que trabajan en los medios de comunicación no tienen la menor idea de lo que significa el verbo informar. Pareciera que nunca han estado en un curso básico de una carrera de Ciencias de la Comunicación Colectiva, en la que uno de los aspectos elementales es saber distinguir las diferentes funciones del lenguaje. Informar no es lo mismo que opinar y mucho menos es igual que manipular.
Cualquier persona que trabaja en un medio de comunicación debería entender que las personas lo que necesitamos y queremos es ser informados. Ello significa que pretendemos recibir una descripción de los hechos acontecidos, subrayo, una descripción de lo que pasó; dicho de otro modo, no necesitamos valoraciones u opiniones en relación con el hecho, no es necesario que la persona exprese sus juicios de valor a la hora de brindar el hecho noticioso.
Esta distinción entre juicios de hecho y juicios de valor, al parecer, ha dejado de tener sentido entre las personas que tienen la posibilidad de trabajar en los medios de comunicación. Desconozco si es un problema que procede de una deficiente formación académica o si por el contrario, se trata de un proceder que se sustenta en la más absoluta ignorancia de algo tan básico como la distinción entre informar y opinar.
Los noticiarios tienen como propósito fundamental informar. Resulta altamente repulsivo escuchar “periodistas” que en lugar de informar a sus lectores, radioescuchas o televidentes, lo que hacen es emitir juicios de valor que, en la mayoría de ocasiones, evidencian una falta de preparación académica y de cultura básica. No sólo deja mucho que desear la lógica de sus planteamientos sino que hacen gala de una serie de prejuicios ideológicos que uno no sabe sin son propios o son inducidos por el medio de comunicación en que trabajan.
La valoración, buena o mala, del hecho noticioso nos toca hacerla a los receptores de la información. El problema es que recibimos un mensaje totalmente contaminado y distorsionado, lleno de juicios valorativos que no permite darse una idea de lo acontecido y el problema se agrava cuando se llama a “expertos” que podríamos llamar a la carta.
No contentos con brindarnos un mensaje cargado de prejuicios y valoraciones, suelen entrevistar a personas que supuestamente son expertas en un determinado tema y con el propósito de revestir de autoridad académica o profesional, el discurso valorativo que ya ha emitido el medio de comunicación colectiva.
Con contadísimas excepciones, aquí también tenemos que enfrentarnos a una serie de personajes que deberían tener un poquito de vergüenza profesional. He podido observar, escuchar y leer “expertos” que opinan de todo y en todo, es decir, tienen el desparpajo de hablar de Política, Derecho, Economía, Educación, Sociología, Psicología y un gran etc.; como si eso no fuera poco, lo pueden hacer en relación con lo que acontece a nivel interno y también en el plano internacional, también tienen el don de “dominar” las diferentes materias específicas que hay en cada una de estas ramas del conocimiento.
Estas personas que se prestan a la exhibición mediática, deberían ponerse a pensar que no todas los receptores que reciben su “mensaje experto” son ignorantes en lo que se les está consultando. Es deprimente el montón de lugares comunes al que acuden para realizar sus intervenciones y todavía peor la reproducción que hacen de discursos y opiniones que han visto, escuchado o leído en otros medios de comunicación internacionales; digámoslo claramente, el conocimiento humano ha crecido tanto que resulta un tanto presuntuoso aparecer ante el público como “experto” en una serie de materias cuya densidad de información es materialmente imposible de abarcar. ¡Zapatero a tus zapatos!
Los medios de comunicación y en especial los noticiarios juegan un papel importante en las democracias modernas. Se supone que deberían ser el espacio en que los ciudadanos de todo tipo, puedan debatir los asuntos de interés público; sin embargo, ese ideal es totalmente refutado por una realidad en que los medios de comunicación hacen prevalecer sus intereses y los contenidos que ofrecen se caracterizan por ser superfluos y frívolos.
Nótese que ni siquiera hemos mencionado otros contenidos que, sinceramente, dan ganas de llorar y son un insulto a la más mínima expresión de inteligencia. No es que se pretenda la desaparición de ese tipo de programas, al fin y al cabo, existen personas que viven de esos contenidos vacíos; lo que se pide es que haya un balance y que los medios de comunicación ofrezcan más contenidos en los que no solo se eduque a la población sino que genere un ciudadano crítico en relación con los asuntos públicos y respecto a los actores que están involucrados en la toma de decisiones colectiva.
Da mucha pena observar a ciertos “periodistas” que en lugar de ejercer su profesión con idoneidad y conocimiento, no solo se ponen a opinar de lo que no saben sino que pareciera están más interesados en figurar como “modelos” o como presentadores de las más variadas tonterías de lo que hace o deja de hacer una o varias personas que se les ha dado en llamar: famosos.
A Costa Rica han venido personas destacadas del mundo de la ciencias básicas y aplicadas, de las letras y las artes, de las ciencias sociales y también de las ingenierías, sin embargo, en la mayoría de los casos, los medios de comunicación costarricense no le han brindado ni una línea o minuto en sus espacios de difusión. En cambio, si viene otro mortal relacionado con el mundo del deporte o la moda, tenemos que soportar páginas en primera plana o espacios de muchos minutos en la radio o en la televisión para enterarnos que dicha persona viste de tal o cual forma.
Creo que no vale la pena señalar los múltiples ejemplos en que este mal se ha manifestado y nos carcome como sociedad. El problema es que la mayoría de ciudadanos prefieren volver la cara a otro lado, mientras que otras personas beneficiadas con este estado de cosas, siguen promoviendo una sociedad cuya conducta sólo beneficia a sus intereses.
La profesión de periodista, como todas las demás, tiene un fin muy noble si se tiene conocimiento de su origen y sus fundamentos. De lo que se trata es de brindar a las otras personas informaciones en que se haga una descripción lo más cercana a la realidad, de ese propósito surgen principios fundamentales del periodismo contemporáneo como la necesidad de verificar y balancear la información.
La verdad absoluta no existe y la historia de la humanidad se ha encargado de refutar teorías y dogmas como la centralidad de la tierra en relación con el universo. A lo sumo los seres humanos podemos aspirar a brindar explicaciones cuya validez (lógica y empírica) es provisional; sin embargo, a pesar de lo efímero que pueda ser esa validez, debemos aspirar a ella con base en un esfuerzo en el que prevalezca el razonamiento lógico y las pruebas empíricas que verifiquen nuestras afirmaciones.
Lo anterior opera para el ámbito de la ciencia y también se aplica para todas las actividades del ser humano y el periodismo no es la excepción. Sin embargo: ¿Cómo puede un periodista verificar la información que pretende brindar, si desde el inicio está parcializado ideológicamente o en razón de los intereses del medio de comunicación en que trabaja? ¿Cómo puede cumplir con el principio de balancear la información si, desde antes, toma partido a favor o en contra de determinados actores sociales?
La objetividad o la imparcialidad no existe. Toda la actividad del ser humano está permeada por su subjetividad expresada en su ideología, intereses, afectos y conocimientos; empero, es deseable aspirar a ellas e intentar que nuestras acciones procuren colmar esa aspiración; lo anterior supone que tengamos conciencia de ello y que a partir de ese conocimiento se actúe de conformidad.
 ¿Tendrán los periodistas conciencia de los fundamentos de su profesión? Me temo que la mayoría no tienen idea de lo que estamos hablando. No se trata que se devoren todos los textos de epistemología para darse cuenta que la información verdadera no existe y que en ese tanto, a lo sumo, es posible brindar una explicación válida si se expone por lo menos dos o más versiones de lo acontecido (prueba testimonial) para balancear la información o si se prueba los hechos por medio de la evidencia empírica que se pueda recoger y verificar.
En síntesis, por favor, informen de acuerdo con el significado exacto que tiene el verbo informar y cuando opinen, tengan la decencia de no fingir una imparcialidad que la opinión no tiene. Cuando entrevisten los “expertos”, los receptores estaríamos muy agradecidos que les pregunten de lo que realmente saben y por supuesto, esperaríamos que los entrevistados tengan el amor propio de no atreverse a opinar de lo que no saben, es decir, de todo.
Tal vez así, en lugar de un acto de tolerancia supremo, los receptores veríamos una merma en la erosión del respeto de aquellos que se dedican al periodismo. En el clásico texto de Bill Kovach y Tom Rosenstiel se dice que el periodismo debe ser fiel a los siguientes elementos: 1) Está obligado a la verdad. 2) Debe lealtad ante todo a los ciudadanos. 3) Su esencia es la disciplina de verificación. 4) Debe mantener su independencia respecto de aquellos a quienes informa. 5) Debe ejercer un control independiente del poder. 6) Debe ofrecer un foro público para la crítica y el comentario. 7) Debe esforzarse porque el significante sea sugerente y relevante. 8) Las noticias deben ser exhaustivas y proporcionadas. 9) Debe respetar la conciencia individual de sus profesionales.
Para mi tristeza y la de muchos ciudadanos costarricenses, resulta bien difícil encontrar en los periodistas actuales un ejercicio profesional que se enmarque dentro de los criterios antes indicados. Por supuesto, nadie pretende un seguimiento dogmático de estos u otros elementos de referencia del ejercicio periodístico; sin embargo, un acercamiento a algunos de ellos nos caería muy bien para dejar de lado el periodismo amarillista y sensacionalista, o mejor aún, el light, el rosa y el que crea noticias donde no las hay.
Y es que no puedo finalizar estas líneas sin recordar a los periodistas que no hayan leído a Kovach y Rosenstiel que:
“El propósito principal del periodismo es proporcionar a los ciudadanos la información que necesitan para ser libres y capaces de gobernarse a sí mismos”

lunes, 19 de enero de 2015

Ética de los resultados: ¡Se la cuadraron al Viceministro!

Hay gente que a estas alturas del siglo XXI no ha comprendido que una cosa es lo ético, otra diferente lo político y otra distinta lo jurídico. En cada caso estamos hablando de dimensiones distintas aunque relacionadas, situación que genera una confusión terrible si uno no está atento a distinguir los argumentos en uno u otro sentido.
Hay autores que hacen una distinción entre lo moral y lo ético. Se suele circunscribir al fuero interno de las personas lo que está relacionado con la moralidad y en contraste, la dimensión ética, está relacionada con la acción externa de los individuos en su interacción con otras personas. Por ejemplo, una persona en su fuero interno puede considerar que está bien hurtar o robar a los que más tienen para dar de comer a los que menos tienen; sin embargo, desde la perspectiva de su accionar externo, considera malo este tipo de acciones y no lo haría, independientemente que haya una norma jurídica que sanciona el hurto o el robo.
En ese mismo sentido, una persona en su fuero interno puede considerar que no hay nada de malo en hablar con otra persona en relación con su accionar profesional, sin embargo, lo que para una puede ser moralmente correcto para la otra persona puede no serlo. Ahora bien, lo que importa es la acción que la persona realiza con respecto a las otras personas, es decir, lo que va ser objeto de valoración ética es el acto externo realizado por el individuo en sociedad; dicho de otra manera, si decidió hablar sobre el accionar profesional de la otra persona o si decidió callar, dicha acción será sometida a la valoración ética de la persona aludida y al análisis de los otros miembros del grupo social.
¿Está bien o no que dos personas que ocupan puestos en la administración públicas hablen sobre su accionar profesional? ¿Es correcto o no que conversen sobre la posibilidad de que en algún momento una de las personas ocupe otro puesto profesional en la administración pública? Probablemente ese tipo de conversaciones se dan todos los días y a todas horas, ya que es consustancial a los intereses de la mayoría de funcionarios públicos o privados; lo que hace la diferencia es los otros aspectos que pueden involucrarse al momento de hacer la valoración moral y ética, las otras aristas que entran a jugar en este tipo de casos.
Lo ético y lo político también son cosas distintas. A lo largo de la historia se ha observado que la política se maneja más por una ética de los resultados y no por una ética de las acciones, si una acción política consigue el resultado deseado se suele justificar la acción que ha permitido alcanzar el objetivo deseado; por ejemplo, si para ganar una elección se mintió a los electores o se dijeron cosas que no son ciertas del contrincante, ello es éticamente reprochable desde la perspectiva de la acción, sin embargo, probablemente va ser justificado desde la óptica del resultado electoral, principalmente, por aquellos que se van a beneficiar del triunfo electoral..
La política desde una perspectiva realista tiene que ver con la conquista y el ejercicio del poder. El poder en su significado más simple consiste en que una u otras personas hagan lo que yo deseo que se haga, en consecuencia, cualquier persona que atente o impida que se materialice esa voluntad, atenta contra la efectividad y eficacia de ese poder. Desde la ética del poder, que es la ética de los resultados, probablemente si la acción de hablar sobre el accionar profesional o de la posibilidad de ocupar otro puesto público logra el objetivo de eliminar lo que impide la materialización del resultado deseado, dicha acción será justificada y aprobada; empero, si la acción no logra el objetivo, probablemente, como ha sucedido en muchos casos a lo largo de la historia, será considerada como incorrecta y su ejecutante será señalado para, finalmente, ser quemado en la hoguera.
El problema se vuelve todavía más complejo al incorporar la dimensión jurídica que, como todos sabemos, positiviza o es la canalización que hace el poder de una serie de valores que considera necesario otorgarles un carácter imperativo y en no pocos casos, dotarlos de una sanción si no se realiza su cumplimiento. ¿Jurídicamente pueden o no los funcionarios públicos conversar sobre su desempeño profesional o en relación a la posibilidad de ejercer otro cargo dentro de la administración pública?
Al igual que en lo ético y en lo político, en el plano jurídico también es necesario distinguir el plano de las formas y el plano sustantivo o de la realidad. En el plano formal se habla de la independencia entre poderes, de la independencia funcional, de la independencia de gobierno o administración; sin embargo, en el plano real, no es extraño que las personas que desempeñan X o Y puesto conversen no sólo sobre su desempeño profesional o sobre las posibilidades de ejercer un puesto u otro, sino también sobre asuntos más concretos y delicados en los que un concepto formal como el de independencia, queda totalmente diluido ante la realidad de las relaciones humanas sustantivas o no formales.
El problema es que la combinación de lo jurídico, lo político y lo ético que hemos descrito, es todavía más compleja y tiene muchas más caras. Hay personas que podrían defender la idea que no hay ninguna falta política pero sí jurídica y ética, que no hay falta alguna en ninguno de los casos o que sólo hay una falta de carácter político, dado que se realizó una acción sin el supuesto conocimiento de los superiores jerárquicos; en fin, que las combinaciones posibles son infinitas, debido a que todo se reduce a un asunto de valoración ética, política y jurídica.
¿Atenta contra la independencia de criterio de la Procuradora de la República el hablar de su ejercicio profesional como procuradora? Por ejemplo, el criterio que vertió en relación con el caso del Ministro de la Presidencia no fue avalado por la sentencia de la Sala Constitucional: ¿Impide eso o más bien sugiere que sus asesorados conversen con la Procuradora sobre la idoneidad de su asesoría profesional? ¿Cualquier conversación de ese tipo, atentaría contra la independencia de criterio consignada a nivel jurídico? ¿Quién dice que la equivocada no es la Sala Constitucional? Esto último es un tema al que es necesario acometer en otro momento.
El criterio en relación con el caso del Ministro de la Presidencia es uno de un montón de asuntos en que la Procuradora debe asesorar al gobierno de turno. Por ello no es extraño que ante este tipo de sentencias contrarias a su criterio, las personas asesoradas quieran discutir y conversar con ella sobre la pertinencia o no de sus planteamientos; lo contrario sería anormal, ya que resulta extraño una actitud de indiferencia ante el hecho de recibir una sentencia que es contraria a los criterios que la asesoría legal del Estado ha vertido.
Ya no se diga si el análisis lo hacemos desde una perspectiva tan amplia como la dimensión ética. ¿Es éticamente incorrecto hablar con la Procuradora después de una sentencia en la que la jurisdicción constitucional no estuvo de acuerdo con su criterio profesional y sí con la tesis que se esgrimió desde la Presidencia de la República? Esta mal que los asesorados puedan hablar con sus asesores para mostrar su preocupación y eventualmente consultarle sobre las diferencias que llevaron a la Sala Constitucional ha declarar sin lugar, desde mi perspectiva en forma incorrecta, la acción que cuestionaba la constitucionalidad del nombramiento del Ministro de la Presidencia.
La realidad muestra que en este punto no está el meollo del asunto y que el tema se circunscribe a si se conversó sobre la posibilidad de que una funcionaria como al Procuradora pudiera ejercer el cargo en el cuerpo diplomático costarricense. Tampoco aquí es extraño que se den conversaciones entre funcionarios públicos, no hay nada desde el punto de vista jurídico que impida una conversación en esa línea; sin embargo, hay personas que consideran incorrecto este actuar desde el punto de vista ético y todavía más desde una perspectiva política.
Desde el punto de vista ético, ya han salido los Savonarola de nuestra época a señalar y a lapidar a todo aquel que se ponga en frente. Este tipo de personajes y su discurso siempre me han generado repugnancia porque son el germen de un fanatismo que le ha hecho mucho daño a la humanidad y en nuestros tiempos a Costa Rica; o acaso alguien puede creer que en la política costarricense, los politiquillos de siempre, no han hablado y hablan entre ellos, de los puestos que hay en el servicio diplomático o en general en la administración pública. ¡A otro perro con ese hueso!
Por su parte, desde una perspectiva política o quizás habría que decir politiquera, los diputados de oposición y los que no lo son, hacen su circo con la ayuda de un medio de comunicación que todos sabemos a quiénes sirve. No hay que ser muy inteligente para deducir la fuente que puso en conocimiento la conversación que tuvieron entre la Procuradora y el Viceministro de la Presidencia; tampoco es necesario ahondar mucho para entender que la inexperiencia política le pasó factura a este último, es decir, no tuvo el colmillo para vislumbrar el tejido de intereses y las alianzas que existen en la política real, esa que se maneja con la ética de los resultados.
Para decirlo en un tico muy llano y sencillo, se la cuadraron desde el inicio hasta el final. La otra persona que sabía de la conversación junto con el periodista y el medio que difundieron el hecho, pareciera que urdieron un plan que implicó también una entrevista para terminar de apuntalar un discurso noticioso que, aderezado con el oportunismo politiquero de los diputados y otros actores deseosos de figurar, lograron que la presión diera los resultados esperados. ¡Otra vez la ética de los resultados funcionando!
Dicen que nadie experimenta en cabeza ajena, pero lo ocurrido en este caso debería servir a una serie de funcionarios inexpertos de esta administración, para poner las barbas en remojo. Es mejor pecar por desconfiado que no perecer por confiado, es mejor andar con la paja tras la oreja y no ser el último en escuchar caer la paja de la oreja; lo acontecido nos vuelve a confirmar que en el mundo de la política con p mayúscula no hay santos y mucho menos los hay en el mundo de la política con p minúscula.
Recordemos la enseñanza dura pero cierta de los realistas políticos: los seres humanos somos animales interesados, mentirosos y cuando las otras acciones no funcionan, violentos.

lunes, 12 de enero de 2015

¿El pueblo costarricense tiene memoria?

En los últimos días se han dado noticias en relación con Rafael Ángel Calderón Fournier y José María Figueres Olsen. Los dos llevan el nombre de sus padres, sin embargo, la diferencia entre unos y otros es abismal, tanto en sus ideas como en la obra específica que han hecho como Presidentes de la República.
No dudo que habrá personas cuya memoria histórica es nula y hasta los confundirá con sus progenitores. Desgraciadamente, en la actualidad, no pocas personas consideran que el estudio de la historia es una pérdida de tiempo y que lo importante es vivir el presente; en otras palabras, no hay que ocuparse del pasado, aunque aquel esté plagado de malas decisiones y de actos que van en contra de la ética y la ley.
La política no es ejercida por ciudadanos virtuosos. De hecho la política se caracteriza por estar manejada por seres humanos que no son virtuosos, ya que si fuera así, no habría necesidad que el Estado tuviera el monopolio legítimo de la fuerza y tampoco se requeriría un ordenamiento jurídico que norme y sancione las conductas incorrectas de sus ciudadanos. La función represiva del Estado es necesaria porque la mayor parte de los ciudadanos no somos virtuosos. ¡Somos todo lo contrario!
Rafael Ángel Calderón Guardia y José María Figueres Ferrer no fueron santos. Si uno hurga en la historia costarricense encontrará en su trayectoria política, conductas que podrían ser objeto de reproche; sin embargo, la obra concreta que hicieron e impulsaron, ha generado resultados que durante mucho tiempo mejoraron la vida de la mayoría de los costarricenses. ¡Hechos son amores y no buenas razones!
Hemos insistido muchas veces que la sociedad costarricense dio un salto cualitativo que la llevó a tener índices de desarrollo semejantes a países como Suecia, Noruega y Dinamarca. De manera similar a estas naciones escandinavas, Costa Rica redujo la desigualdad y pudo tener índices de salud y educación que, durante muchos años, nos hicieron sentir orgullosos en el concierto internacional de las naciones. ¡Aquellos abuelos sí pudieron!
Los resultados concretos de este período histórico, las acciones de estos y otros personajes no deben ser olvidados. Es necesario que los ciudadanos tengamos memoria histórica para poder ponderar y analizar lo hecho por las personas que han pasado por la función pública, ya que ello nos permite valorar lo que ha estado bien hecho y evitar aquellas acciones que en el pasado han significado un perjuicio para la mayoría de la población.
La falta de memoria histórica, muchas veces, genera que las personas tengan la creencia que los hijos de personajes destacados van heredar las características y la conducta de sus progenitores. Los hechos demostraron que ni Calderón Fournier, ni Figueres Olsen, desarrollaron acciones por lo menos parecidas a la de sus padres; por el contrario, sus acciones como gobernantes acuñaron una ideología radicalmente diferente y ello contribuyó a que, en la actualidad, Costa Rica sea uno de los países con más desigualdad de América Latina.
La falta de memoria histórica del tico, es la que permite a estos señores continuar apareciendo en la vida política nacional. Empero, el problema no es que ellos funden o refunden partidos políticos, el problema no es que tengan poca o mucha vergüenza, el problema no es que se consideren líderes políticos; el problema,  señores y señoras, es que el pueblo de Costa Rica no tenga memoria y que les crea lo que dicen. ¡Por sus hechos los conoceréis!
Ahora resulta que Calderón Fournier está impulsando un partido político que se hace denominar: Partido Republicano Social Cristiano. Con ello se pretende que los ciudadanos crean que en esta agrupación política se opera una especie de síntesis entre lo hecho por Calderón Guardia y lo que plantea la ideología social cristiana; esta apelación a la retórica no debería tener efecto en los ciudadanos, sin embargo, la vacuna requiere de estudiar la historia costarricense para poder advertir que no hay conexión alguna entre una cosa y otra.
Paralelamente, Figueres Olsen habla de refundar o reinventar un Partido Liberación Nacional que no tiene nada que ver con la agrupación política que fundó su padre. De hecho, él junto con los que le acompañaron durante su administración, contribuyeron a sepultar al partido de la clase media y que construyeron los costarricenses que desarrollaron el Estado del Bienestar; dicho en otros términos, las obras concretas que hizo Figueres Olsen con sus colaboradores, no permite creer en sus palabras y menos si consideramos otros antecedentes de carácter ético y jurídico.
Uno esperaría que las personas que tienen cuarenta años y más tengan memoria histórica. En efecto, una persona que en 1990 tenía quince años, tendrá algún recuerdo de lo que significó la administración Calderón Fournier y la siguiente de Figueres Olsen; no se justifica que haya costarricenses que vuelvan a creer en el discurso retórico de estos señores, sin embargo, francamente, no es esperable que este segmento de la población asuma una actitud crítica ante las palabras de estas personas y de sus acólitos. ¡Ya viene Palmares y Santa Cruz!
El segmento de los ciudadanos de menos de cuarenta años son más vulnerables a los cantos de sirena de Calderón y Figueres. Debido a que difícilmente tienen un recuerdo vivencial de las administraciones de estos señores, la posibilidad de engañarlos se vuelve más sencilla si no se tiene conciencia del pasado; por ejemplo, una persona que sepa lo que sucedió con INCOFER en la década del noventa del siglo XX, difícilmente podría ser engañada con propuestas de hacer un tren de alta velocidad de Paraíso a San Ramón.
Lamentablemente, pareciera, que a las personas les gusta ser engañadas. Sucumbimos ante las palabras que atacan la vertiente irracional de los ciudadanos y no nos gusta observar la realidad pura y dura; el ser humano requiere de creer en algo, necesita tener esperanza y de eso se valen estos personajes para encontrar terreno fértil para sus propuestas vacías, esta situación termina de consolidarse debido a la falta de memoria histórica del tico.
En política el criterio memorístico fundamental es tener presente los hechos, las acciones concretas, las obras que han hecho las personas de carne y hueso. No debemos dejar que nos engañen apelando al sentimiento y apropiándose de obras ajenas, aunque sean obras de progenitores destacados; pongamos a funcionar la memoria y la razón, tengamos en cuenta la historia y ello nos permitirá tener un juicio más certero en beneficio propio y de la colectividad.
Terminamos recordando una famosa frase, a propósito de la memoria, del gran poeta alemán, Friedrich Schiller: “Una memoria ejercitada es guía más valiosa que el genio y la sensibilidad”.

lunes, 5 de enero de 2015

Construyamos nuestro propio destino

El imaginario colectivo costarricense está plagado de paradojas, la mayoría de ellas artificiales y construidas por los grupos que tienen el poder ideológico. Se trata de ideas de carácter instrumental que son utilizadas a conveniencia, ello según el contexto y la circunstancia concreta que en un determinado momento se le presente a estos grupos.
Al costarricense le han metido en la cabeza que Costa Rica es un país pacífico. Usualmente, quienes hacen esta afirmación, la fundan en el hecho que somos un país sin ejército y que no nos involucramos en conflictos con otros países; sin embargo, si observamos lo que sucede a lo interno de Costa Rica, veremos que de pacífico no tiene nada: asesinatos, conflictos a lo interno de las familias, violencia en las calles, en fin, la evidencia muestra que no somos una sociedad pacífica.
El uso instrumental de la idea de Costa Rica como un país de paz se hace cuando el conflicto es de carácter social y atenta contra los grupos dominantes en lo político, ideológico y económico. En otras palabras, se usa la idea de la paz cuando hay protestas, huelgas y demás acciones de carácter social; allí, justo allí, es cuando se habla de la cultura de paz, que determinados actos van en contra del ser costarricense y todo ese discurso retórico que ya todos conocemos.
En ese sentido, en relación con las paradojas, nos interesa en este principio de año analizar una de las más perjudiciales, una que nos ha hecho mucho daño como sociedad. Se trata de una que por un lado considera al tico como inepto, bruto, incapaz de hacer los que hacen habitantes de otros países y que, por otro lado, plantea que el costarricense tiene las aptitudes y actitudes para fungir como mano de obra de las empresas transnacionales más connotadas y enfrentar los retos de la sociedad contemporánea.
Esta paradoja se instrumentaliza a partir de un discurso ideológico que gira alrededor del modelo económico que se ha establecido en los últimos treinta años. La idea central que han posicionado en el imaginario colectivo tico es la siguiente: El costarricense es incapaz de hacer las cosas que se requieren a lo interno de nuestra sociedad, pero sí es capaz para fungir como mano de obra de la inversión extranjera que llega a Costa Rica.
Veamos ejemplos concretos, ya que ellos siempre permiten una explicación más clara de lo que queremos decir. Los costarricenses de la actualidad y en concreto, las personas relacionadas con la construcción de obras, al decir de estos agoreros, son incapaces de edificar un Estadio Nacional y por eso hay que traer a los chinos para que lo hagan; sin embargo, en el pasado, hubo ticos que creyeron en sus capacidades y construyeron obras de infraestructura más complejas como la planta hidroeléctrica de Arenal o la de Cachí.
La idea que nos han metido en la mente es que somos ineptos para construir una “carretera” como la de Ciudad Colón-Orotina y por eso debemos traer a un grupo español para que lo haga. Sin embargo, en el pasado hubo compatriotas que hicieron obras viales, bien hechas y que están en funcionamiento como: la autopista General Cañas, la Próspero Fernández, la Florencio del Castillo, la Saopín y otras muchas que podríamos mencionar sin problema.
Esta ideología tan perjudicial ha llevado a que el tico, constantemente, reniegue de sus capacidades y considere que no podemos hacer las cosas que requiere el país. Esta idea ha permeado todas las actividades, siendo una de las más relevantes la relacionada con el fútbol; en efecto, se dice que es necesario un director técnico extranjero para que la Selección Nacional de Fútbol masculina pueda jugar bien, en otras palabras, ningún tico tiene las capacidades que sí poseen, al pensar de estos señores, un argentino, brasileño, colombiano, etc.
No obstante, cuando se trata de mano de obra para las empresas extranjeras, ahí sí somos capaces. El costarricense sí puede diseñar procesadores electrónicos para la firma Intel, sí puede hacer investigación para las transnacionales en el área de los fármacos o de la biotecnología; empero, según esta ideología, no puede diseñar dispositivos para mejorar los procesos productivos internos o desarrollar variedades de cultivos que le permita al productor nacional una mejor eficiencia productiva.
Nos han metido en la cabeza que lo extranjero es mejor que cualquier cosa que nosotros podamos hacer en Costa Rica. Según estos grupos, los ticos sólo servimos para ser empleados de los inversores extranjeros y somos tan ineptos que requerimos de su ayuda para poder resolver los problemas que nos atañe a nosotros; dicho de manera diáfana, los estadounidenses, europeos, japoneses, chinos, etc., sí pueden; los latinoamericanos, los africanos y demás países pobres, no pueden, son estúpidos, son ineptos, son incapaces.
A los que ganan con el modelo económico imperante les interesa que esta idea se mantenga. Ellos reciben dinero por la inversión extranjera que viene al país y para ello requieren de costarricenses que laboren en estas empresas, es decir, nada diferente de lo que sucedía con las empresas bananeras o de palma africana, lo único que ha cambiado es la actividad, pero el tico sigue siendo un empleado de las empresas transnacionales.
A estos grupos les interesa que los ticos no realicen su propia infraestructura y que sean los extranjeros quienes la desarrollen. Sobra decir que ese interés está lleno de jugosas comisiones y de ahí que haya contratos de obra pública que presentan cláusulas abusivas contra el Estado costarricense; dicho de otra manera, dichas cláusulas son posibles a partir del interés que tienen los involucrados en la adjudicación del contrato a una determinada empresa extranjera, eso es así, la mayoría lo sabemos, pero el problema está en poder probarlo jurídicamente.
Los costarricenses podemos ser dueños de nuestro propio destino, tenemos la capacidad de hacer de nuestro país una mejor sociedad para la mayoría de la población. No se trata de aislarnos y no fijarnos en lo que hacen en otras latitudes, tampoco de negarnos a la cooperación externa y a los desarrollos que se han hecho en las diferentes ramas del saber; de lo que se trata es de retomar la idea de nuestros abuelos de depender de nosotros mismos, de hacer las cosas que ellos fueron capaces de hacer y para ello sobra capacidad en Costa Rica.
No estamos abogando por un nacionalismo enfermizo, estamos diciendo que es necesario revertir una ideología que ha sido nefasta para la sociedad costarricense. Basta con comparar los índices de desarrollo humano de la Costa Rica que va de la segunda mitad del siglo XX hasta nuestros días; la creciente inequidad de nuestra sociedad tiene su base en este tipo de ideología y sólo con costarricenses convencidos de sus capacidades y de su responsabilidad con sus compatriotas, será posible construir un destino mejor para nuestros descendientes.
El destino lo construimos las personas de carne y hueso. No depende de la providencia, ni del azar o de lo que piensen en otras latitudes, tiene que ver con lo que pensemos nosotros y en los objetivos que nos fijemos como nación; todos los que reproducen el discurso de la incapacidad del tico tienen que ser combatidos sin descanso, es necesario que cojamos las riendas de nuestro destino y posicionar en el imaginario colectivo que la capacidad del tico no tiene límites.
Feliz año 2015 para todos los ticos, especialmente, a los que creen en Costa Rica y en los costarricenses. Fuerza a todos los que sueñan con un país en que el máximo de personas tengan sus necesidades satisfechas y puedan desarrollar todo su potencial para el desarrollo de sus habitantes.