lunes, 28 de diciembre de 2015

La migración cubana: ¿Problema humanitario o negocio humanitario?

Las personas no migran de su tierra natal por gusto o porque les genera placer. La migración es un fenómeno social que responde a múltiples causas, es decir, cada persona tiene diferentes motivos para dejar su comunidad y, en no pocos casos, a su familia; se trata de una decisión extrema, lamentablemente, en muchas ocasiones poco informada y llena de ilusiones falsas en relación con el lugar de destino.
La migración por razones económicas es una de las que más se señala a la hora de justificar por qué se ha dejado el país en que se nació. Se busca mejores condiciones económicas y para ello se está dispuesto a arriesgar la propia vida y todo ello por la ilusión de conseguir un trabajo y tener una vida mejor en el país al que uno se dirige.
El problema es que muchas de esas ilusiones están sustentadas en imágenes falsas, por ejemplo, de lo que ocurre en países como los de la Unión Europea o en Estados Unidos de América. Se piensa que en aquellas sociedades abunda el empleo y que al llegar, serán recibidos con los brazos abiertos y todo será felicidad. Por desgracia la realidad es otra.
Se trata de una ilusión que pronto es apagada por una dinámica social excluyente y discriminatoria. Muchas de las condiciones de esos países impide conseguir trabajo a sus propios ciudadanos, con mucho más razón resulta más complicado para indocumentados, ilegales y para aquellas personas que tengan cualquier otra condición que no sea la ciudadanía oficial de aquellos Estados.
La ilusión de estas personas está sustentada en una serie de mitos que se han reproducido en el tiempo. El cine y los medios de comunicación, por ejemplo, se han encargado de posicionar en la mente de las personas lo que han dado en llamar “el sueño americano”; empero, como suele suceder, una buena cantidad de migrantes la pasan muy mal lejos de su patria, incluso, aquellos que han logrado conseguir algún trabajo estable y remunerado de acuerdo a la ley.
Suele suceder que los migrantes que han conseguido algún tipo de estabilidad no cuentan todas las peripecias que han pasado. Ello se da porque quieren ser percibidos como personas que consiguieron una migración exitosa, es decir, no solo llegaron al lugar de destino sino que lograron estabilidad económica; de hecho, aquellos que viajan a su país de origen después de muchos años, no revelan las condiciones en que viven y mucho menos su situación económica real.
Subrayo que estoy refiriéndome al migrante promedio y no a las excepciones. Algunos migrantes logran ahorrar el dinero suficiente para establecer negocios en sus países de origen o hacerse de unos o varios inmuebles que les asegura una vejez tranquila, pero, se trata de los menos y eso hay que decirlo para que las personas no se hagan falsas expectativas.
Hay personas que piensan a los europeos o los estadounidenses viviendo como en las series de televisión. Personas con un trabajo de oficinista que les permite tener un apartamento, un vehículo, comprar ilimitadamente en el supermercado y asistir al cine o algún evento deportivo los fines de semana; no obstante, la realidad europea y estadounidense es bastante diferente y a la mayoría de los migrantes les toca hacer los trabajos más duros, vivir en lugares iguales o peores a los que habitaban en su país de origen, así como comprar lo justo para su sobrevivencia y no tener tiempo para distraerse de una jornada laboral extenuante.
El tener gente conocida en el país receptor no siempre es sinónimo de tranquilidad y éxito. El hecho de tener familiares en el país receptor constituye una ventaja, sin embargo, muchas veces ellos se encuentran en condiciones precarias que impiden poder ayudar al familiar que está llegando; dicho en palabras sencillas, la existencia de un familiar en el país al que se emigra, no siempre es garantía y produce las ventajas que mucha gente se imagina.
Por eso el drama de los migrantes cubanos nos debe llamar a una profunda reflexión y a un sentimiento de solidaridad inmenso. Debemos ayudarles en lo que podamos y hacer votos para que sus ilusiones se puedan colmar en el mar de incertidumbre que les espera y en la situación que les ha tocado vivir hasta ahora; se trata de seres humanos que les motiva una imagen, una ilusión, un anhelo y por eso tipo de ideas las personas estamos dispuestos a realizar acciones fuera de lo común.
Esperemos que la situación de estas personas se resuelva y que puedan seguir su camino a lo que ellos consideran la “tierra prometida”. Ojalá que todos puedan llegar a su destino y que no queden, como Moisés, destinados a no ingresar a aquella tierra que tampoco iba a ser lo que le prometieron al pueblo judío.
Ahhh! Y en todo esto, desde la antigüedad, hay otros personajes que ganan dinero a costa de estas personas. Basta multiplicar lo que ha pagado cada cubano por todos los que se encuentran en Peñas Blancas, para darse una idea de la magnitud del negocio que hay detrás de esta situación.
Como decía Parmenio Medina en su programa “La Patada”: ¡Aquí nadie engaña a nadie!

lunes, 21 de diciembre de 2015

Los costarricenses y nicaragüenses queremos que los politiquillos nos dejen vivir en paz

Hace unas semanas escribí, en este mismo espacio, un artículo que titulé: Nicaragua: ¿Qué vamos hacer con tus políticos? La idea de esas líneas era resaltar la necesidad de tener claro que el conflicto, no es con el nicaragüense común sino con las personas que están al frente del gobierno de ese país; dicho de una forma más diáfana, el problema siempre ha sido con el político de turno que utiliza las relaciones políticas con Costa Rica, para desviar la atención respecto a la incompetencia que han tenido para manejar sus asuntos internos.
Los nicaragüenses son gente trabajadora y honesta. Se trata de un pueblo que, en la mayoría de los casos, procura salir adelante por medio de su fuerza de trabajo y en condiciones, muchas veces, sumamente adversas; tanto sus hombres y mujeres no se arrugan frente a las labores más duras, de ahí que sea frecuente conocer amigos y amigas del vecino país del norte que trabajan en labores sumamente cansadas..
Como en todo pueblo, el costarricense no es la excepción, existen personas que se salen de este perfil. Hay individuos que en lugar de trabajar se dedican a perjudicar al prójimo por medio de hurtos, robos y hechos contra el patrimonio e integridad física de las demás personas; no obstante, esos personajes y esas conductas no son ajenas a ninguna sociedad, de ahí que exista el Derecho Penal desde tiempos inmemoriales.
También, en ambas sociedades, se dan burlas de unos hacia otros. Para nadie es un secreto que a los hombres costarricenses suelen cuestionarnos nuestra virilidad y a la inversa, a los masculinos de Nicaragua se les cuestiona desde aquí su inteligencia; empero, en ambos casos, se trata de estereotipos bastante alejados de la realidad; por ello, me resulta especialmente repulsivo aquellas personas que se expresan mal en uno u otro sentido, sin considerar las virtudes y defectos de cada una de nuestras sociedades.
Los costarricenses y nicaragüenses, los de a pie, podemos convivir en paz y lo hemos hecho desde siempre. En no pocos casos, los hijos de muchos ticos han sido cuidados y criados por mujeres nicas que se han vuelto un miembro más de nuestras familias; lo mismo ha ocurrido con el cuida carros o con aquellos que se han podido incorporar a labores agrícolas de exportación o como operarios en industrias nacionales o extranjeras.
De igual manera, muchos costarricenses están trabajando en Nicaragua en diferentes actividades productivas. Se trata de personas que ocupan puestos modestos en la economía nicaragüense hasta directivos o ejecutivos importantes en empresas de diferente tipo; en fin, que tampoco es cierto que a los nicas les toca solo los trabajos duros mal pagados y a los ticos los suaves y bien pagados.
Ahora bien, esta relación cordial entre los ciudadanos de a pie de ambos países data de toda la vida y se profundizó a finales de la década del setenta del siglo XX. La guerra en centroamérica y en particular el conflicto interno nicaragüense generó el desplazamiento de muchas personas a Costa Rica, de ahí que muchos de los hijos de estos migrantes hayan nacido en Costa Rica y tengan la nacionalidad costarricense, para muestra un botón: Oscar Duarte, defensa de la Selección Nacional de Fútbol de Costa Rica es uno de estos casos a los que hacemos referencia.
Desgraciadamente estas buenas relaciones entre la gente de a pie se complican cuando aparecen los politiquillos de siempre. Hoy es Daniel Ortega, en el pasado fue Anastasio Somoza hijo y padre, es decir, son los dirigentes políticos los que siempre han querido tensar las relaciones; lo peor de todo, es que hay personas con cierta educación que están prestos para atizar la hoguera para hacer creer a los ciudadanos de ambos países que el problema es entre ellos y no por los caprichos de determinados dirigentes políticos que no piensan en el bienestar de sus pueblos.
Que quede claro, nadie está exonerando a los políticos costarricenses de algunas conductas que tampoco han estado a la altura a lo largo de la historia. En ocasiones nuestros políticos han permitido que el territorio sea utilizado para agredir al gobierno nica, sin embargo, casi al mismo tiempo se suele justificar ese tipo de acciones en nombre de la neutralidad perpetua y de la paz. ¡O somos o no somos!
Es necesario que los pueblos se empoderen y que le digan a sus dirigentes que no queremos más conflictos reales ni tampoco ficticios. Queremos vivir en paz para que nuestros nietos en ambos lados del río San Juan puedan educarse, tener el mejor sistema de salud posible y que las personas puedan vivir dignamente con lo que ganen por su trabajo; en otras palabras, nos toca a los ciudadanos de a pie decirles a estos politiquillos de poca monta, que si no comprenden este deseo tan simple se vayan y nos dejen vivir en paz.
¡Soñar que esto es posible no cuesta nada! ¡Soñemos entonces!

martes, 15 de diciembre de 2015

Costa Rica: Una nación con una memoria flaca

Lo que está pasando en Costa Rica es algo que se ve pero no hay forma de entenderlo. Pareciera que la gente no tiene memoria o no le interesa recordar los hechos que han marcado la realidad política del país en los últimos treinta años. Lo peor es que esta conducta es la que prevalece en los ciudadanos que más han sido afectados por las políticas que han generado la desigualdad que hoy nos tiene encabezando esa estadística en América Latina.
Ahora resulta que la gente del cantón central de San José, en su mayoría, va votar por Johnny Araya Monge, ello según las encuestas que han salido midiendo la intención de voto para la Alcaldía de la Municipalidad de San José. ¿Cómo es posible que la gente siga votando por los mismos que nos han llevado al deterioro en que nos encontramos en la actualidad?
La situación que está ocurriendo en el cantón central de nuestra capital, también está dándose en otras municipalidades de importancia en Costa Rica. No me voy a poner a mencionar los restantes ochenta cantones, aquí lo importante es señalar la poca memoria que tenemos los ciudadanos; en otras palabras, resulta patológico que las personas sigan votando por candidatos que han demostrado su incompetencia en el manejo de la cosa pública. Y ello por decir lo menos.
Como si eso no fuera poco, ahora se atisba en el horizonte la posibilidad que José María Figueres Olsen se vuelva a postular para la presidencia de la República en el 2018. Con solo dar una pequeña mirada a lo que fue su gobierno entre 1994-1998 y a las acciones que realizó para evadir ser sometido a los tribunales de justicia, basta para que se diera por descartada cualquier posibilidad de aspiración; sin embargo, sorpresa de sorpresa, lo anterior más otros antecedentes que se pueden señalar, no son suficientes para que esta persona desista de ese tipo de pensamientos.
En todo caso, el problema no es de la persona que se postula sino de aquellos que lo apoyan y de los ciudadanos que están dispuestos a votar por él. La amnesia que presentan muchas personas en relación con este señor es, francamente, impresentable; dicho de una manera muy llana: ¿Qué les pasa? ¿Por qué esa desidia a la hora de analizar el pasado reciente de nuestra política interna?
No se extrañen, tampoco, que Oscar Arias Sánchez se vuelva a postular como candidato presidencial. Dentro de sus objetivos está pasar a la historia como José Figueres Ferrer y como Ricardo Jiménez Oreamuno; es decir, alcanzar la Presidencia de la República por tres veces y así lograr ponerse a la par de estos expresidentes. Me adelanto a decirles en relación con este punto, que como decía don Pepe: ¡Me extraña su extrañeza!
Probablemente volverá a salir, otra vez, con una de las analogías más viejas analizadas por la Filosofía Política. En efecto, la última vez fue aquella del capitán de barco y la necesidad de darle rumbo al país, pero luego puede salir con la analogía del pastor y las ovejas; en fin, con cualquier metáfora que le brinde una imagen cercana a las dos personas a las que pretende alcanzar en sus aspiraciones presidenciales.
Existen otros personajes que podríamos mencionar y que pertenecen a otros partidos, para que no digan que este es un artículo en contra del Partido Liberación Nacional. Y es que no se trata de hablar de otros expresidentes como Rafael Ángel Calderón Fournier o de Miguel Ángel Rodríguez Echeverría, sino en señalar que hay personas de una menor exposición pública que también siguen gravitando alrededor de estos y otros personajes cuya responsabilidad es igual o más que los expresidentes.
En todo caso, nos ocupa hacer ver que la memoria histórica de los ciudadanos es muy importante para que la democracia pueda desarrollarse adecuadamente. La alternancia en el poder supone la posibilidad de las personas de evitar que los mismos puedan llegar al poder nuevamente; en otras palabras, corresponde al ciudadano hacer eficaz este principio democrático y hacerlo valer en las urnas.
No obstante, pareciera, que en Costa Rica esa memoria no existe. Estamos a menos de dos meses de las elecciones municipales y a menos de dos años de las elecciones para Presidente y Diputados; sería traumático ver que uno o varios de estos personajes se alzaran con el triunfo electoral después de todo lo que ha sucedido en nuestro país durante todos estos años.
Finalizo diciendo que lejos de creer en las palabras de estos personajes, lo que debemos de hacer es fijarnos muy bien en los hechos puros y duros. La inequidad social en Costa Rica en los últimos 30 años ha crecido a niveles históricos que jamás habíamos tenido, seguimos viviendo de un modelo económico social que funcionó por muchos años y que no fue un fracaso como muchos lo han querido señalar.
Por favor, amigo y amiga, ciudadanos todos, antes de votar por personajes que quieren seguir pegados de la ubre pública, analicemos su pasado, presente y futuro, hagámonos la pregunta: ¿Qué ha hecho esta persona para beneficiar al país, al cantón o al distrito después de tantos años?
La respuesta a esta pregunta nos permitirá hacer un ejercicio más responsable de nuestro derecho a elegir y a ser electos. ¡Nos vemos en febrero!

lunes, 7 de diciembre de 2015

Las fiestas de final y principio de año son un vacilón

A diferencia de lo que ocurre en otras latitudes, en Costa Rica el final de año coincide con la conclusión de varios procesos que son propios del desarrollo de la mayoría de los costarricenses. Se trata de una coincidencia que genera una especie de sinergia que crea las condiciones ideales para celebrar el final y el principio de proyectos, anhelos o propósitos; en fin, es una catarsis que no es posible sentirla si usted está en otro país.
Evidentemente esto que estoy describiendo se enmarca en un subjetivismo que no pretende que sea compartido por otras personas. Se trata de una comparación basada en la intensidad con que la gente vive esta época; es decir, es una contrastación entre el costarricense promedio y su homólogo europeo, que es la sociedad en las que he tenido oportunidad de vivir.
Si nos ubicamos en la perspectiva de la finalización de un ciclo laboral, el décimo segundo tiene diferentes implicaciones si se compara con lo que ocurre en nuestro país. En países europeos el mes de diciembre no supone el final de un año de trabajo, ello debido a que las vacaciones anuales se disfrutan en los meses de julio y agosto; en cambio, aquí se experimenta el término de un año de labores y las vacaciones se suelen tomar en los meses de enero y febrero.
De igual manera, el ciclo lectivo de la mayoría de los costarricenses encuentra en la época de diciembre la culminación del esfuerzo realizado en los diferentes centros de educación formal. Para este momento se tiene claro los resultados obtenidos y en la mayoría de los casos ello supone motivo de celebración; de igual modo, los que no tuvieron buenos resultados, probablemente aprovechan para reflexionar y de alguna manera la dinámica colectiva les sirve para replantearse sus objetivos.
El fenómeno también tiene que ver con un cambio en el clima, ya que para esos tiempos suelen romper los vientos alisios. Lo anterior supone un refrescamiento del ambiente pero sin que ello se deba a la lluvia que para ese momento ya ha cesado, dicho de otro modo, imperan días despejados con un sol que no genera los calores del verano de los meses siguientes y tampoco los bochornos de la época de invierno en que las mañanas cálidas, generan el vapor que se va precipitar por las tardes en forma de fuertes y abundantes aguaceros.
Al contrario de lo que sucede aquí, en los países europeos llega el invierno y el frío no invita a la celebración sino al recogimiento. La nieve que puede ser algo estéticamente muy agradable a la vista, produce una serie de trastornos en la vida de las personas; en efecto, el frío extremo provoca desde enfermedades respiratorias hasta trastornos de conducta importantes, ello unido a las complicaciones para transportarse o para ir a trabajar, provoca un estado de cosas que no invita a la celebración y al jolgorio.
Como se puede apreciar, existen factores que crean una especial predisposición para la actitud que asume el costarricense en el final del año. Algunas personas, por supuesto, le suman a lo anterior la creencia religiosa difundida por el cristianismo; sin embargo, aunque no se puede negar la motivación que ello tiene, se ha podido observar que no es determinante porque existen no creyentes que también disfrutan de las fiestas de fin de año con un estímulo diferente al religioso.
En este último caso, la reunión con los familiares y amigos se convierte en un espacio anhelado que suele escasear a lo largo del año. La vorágine laboral en la que discurre la mayoría de los días de creyentes y no creyentes, impiden interactuar con familiares o amigos en una tertulia que se vuelve un placer para los sentidos; en muchos casos, Diciembre es la oportunidad para dejar el contacto virtual y lograr un abrazo o un apretón de manos que es agradecido por nuestros sentidos.
Lo anterior se une al disfrute gastronómico que, como todos sabemos, comprende no solo las comidas sino también las bebidas. En este punto, sin lugar a dudas, impera las más profundas remembranzas a los seres queridos para aquellos que ya no los tienen y los antojos para quienes todavía tienen la posibilidad de degustarlos; se recomienda no excederse con las bebidas y tampoco con las comidas, empero, las restricciones y recatos se vuelven odiosos en estos días.
Y esta actitud no es nueva, por eso el recordado filósofo español, Constantino Láscaris decía que: “El costarricense tiene un verbo importantísimo para indicar la diversión, y es vacilar. Y una fiesta muy divertida será un vacilón. (…) Vacilar es siempre un acto social, tiene que ser entre varios. “Coger una buena juma” o emborracharse (en compañía) es vacilar; formar una “turba” o una “pelota” de amigos y contar chiles (chistes, de origen remoto de La Rioja) también. (…)”. (Láscaris, El costarricense, 1975, p.239).
En Diciembre los costarricenses vacilamos y la forma en que lo hacemos es lo que nos distingue de otros países. Disfrutemos estos días con responsabilidad, vacilemos, pero no dejemos que nuestros sentidos se pierdan en el desconcierto de los excesos y mucho menos que rompan la armonía familiar que tanto valoran los más pequeños.
¡Ahhh, recordemos que después de Diciembre viene la cuesta de Enero!