lunes, 24 de noviembre de 2014

La hipocresía de los medios de comunicación

Se es hipócrita cuando se finge cualidades o sentimientos que son contrarios a los que verdaderamente se tienen o experimentan.Evidentemente, cuando hablamos de los medios de comunicación nos estamos refiriendo a los dueños que en Asamblea de Accionistas deciden la política y las líneas generales que seguirá la empresa de comunicación; nos referimos a los ejecutivos y directores que adoptan las decisiones en relación con los contenidos que emiten esos medios de comunicación; y finalmente, a los profesionales de todo tipo (administradores, publicistas, periodistas, etc) que ejecutan las decisiones adoptadas por la empresa y le dan forma a los contenidos que se le brinda a la sociedad.
La hipocresía de la que hablamos tiene diferentes caras y se da en distintos espacios. A nivel de la Asamblea de Accionistas, el interés es obtener el máximo de dividendos o ganancias, para ello la Junta Administradora de la empresa hará todo lo necesario para que el medio de comunicación venda sus productos; el problema es que ello, en no pocas ocasiones, se hace con contenidos que desprestigian el trabajo de otras personas y tiene como propósito provocar la reacción (noticia) o la compra de espacios para desmentir o dar a conocer el trabajo de las personas desprestigiadas.
A la par de estas prácticas encontramos el desarrollo de contenidos frívolos (espectáculos ligeros y sensuales) que no aportan absolutamente nada para el beneficio y al crecimiento de la sociedad. Empero, los medios de comunicación presentan estos contenidos como parte de nuestra idiosincrasia y como expresiones de la cultura popular, cuando en realidad se trata de contenidos cuyo único objetivo es el lucro fácil por medio del uso o instrumentalización de hombres y mujeres tanto en su condición de emisores como de receptores.
Esta utilización para obtener mayores ganancias, tiene uno de sus momentos más deprimentes cuando se acerca el fin de año. Proyectando la imagen hipócrita de empresas solidarias, se dedican a exhibir a seres humanos que están en una condición de miseria y a partir de ahí, generan un mecanismo para que el resto de las personas aporten su dinero (no el dinero de los medios de comunicación) y así, supuestamente, satisfacer las necesidades de aquellas personas que han sido exhibidas y que se han utilizado para cubrir muchos minutos de la programación televisiva o radiofónica, así como varias páginas de los medios digitales o impresos.
¿Y el resto del año: qué? ¿Y las otras personas que viven en la miseria y la pobreza: ¡Salados, este año no les tocó! ¿Por qué algún directivo de la Junta Administradora o alguno de los accionistas de los medios de comunicación no proponen que un porcentaje de los dividendos que reciben se dediquen para sacar, de manera sostenida, a estas personas de la miseria? Nuestros abuelos tenían una señal muy particular que hacían con los dedos, para expresar la oposición que tendría semejante propuesta.
La hipocresía resulta redonda cuando observamos la oposición y la campaña de desprestigio que realizan contra aquellas instituciones que sí permiten a las personas salir de la miseria. No hay que ser muy inteligente para saber que muchas de esas instituciones están vinculadas con la educación, ya que este es el principal medio para lograr que estos seres humanos puedan dar un salto cualitativo y de paso, sacar a sus familiares de la miseria extrema. Una cosa es lucrar con la miseria de la gente y otra muy diferente es preparar a las personas para salir de esa condición.
Los directores de medios de comunicación con tal de satisfacer las exigencias de beneficios de las empresas, han estado dispuestos a brindar y aprobar contenidos que insultan la inteligencia de las personas. El amarillismo se ha convertido en el pan nuestro de cada día, los sucesos, las catástrofes y demás contenidos sensancionalistas, ocupan los espacios de difusión en la mayoría de medios de comunicación; todo ello, con la complacencia y el beneplácito de los directores de medios que, casualmente, deberían ser los encargados de oponerse y procurar otro tipo de contenidos. ¡Pulitzer y Randolph estarían felices con este tipo de gente!
No obstante, a esos amarillistas del siglo XIX, los han superado con creces al sumar al amarillismo los contenidos de color rosa. Con ello lo superfluo ha llegado a su máxima expresión, al punto que hay directores de medios que consideran las relaciones sentimentales entre miembros de la farándula como un contenido que merece ser exhibido en lo que llaman horario de máxima audiencia; divorcios, infidelidades, pasarelas con poca ropa, en fin, las más variadas estupideces son lanzadas al público sin el menor sonrojo.
Ahhh, pero no dudan en salir en los medios de comunicación, desgarrándose las vestiduras cuando los estudios de las instituciones que suelen criticar indican: 1) Que el costarricense no tiene entre sus hábitos la lectura. 2) Que el costarricense no conoce de la historia patria y mucho menos la historia universal. 3) Que el costarricense no sabe escribir y tampoco hablar en público. 4) Que el costarricense sólo piensa en el fútbol, las fiestas de fin de año y en el guaro. Y uno se pregunta: ¿Y qué esperaban? ¿Por qué no se preguntan cuál es la responsabilidad que ellos tienen en esta situación? ¿No es hipócrita esta forma de actuar?
Finalmente, encontramos a los que se encuentran al final de la cadena. Desde presentadores, periodistas, animadores, humoristas y demás personajes que evidencian su falta de preparación y sus carencias de una cultura mínima necesaria para aparecer en los medios de comunicación. Sinceramente, uno no sabe si se debe a que cumplen órdenes o si es su forma de entender los procesos de comunicación.
Muchos no entienden cuestiones básicas como la diferencia entre informar y opinar. En especial los noticiarios está plagado de personas que en lugar de informar, es decir, describir el hecho noticioso sin emitir juicios de valor; lo que hacen es manifestar sus valoraciones (sin que el público le interese o se lo haya pedido) de acuerdo a una ideología cargada de lugares comunes, en otras palabras, nos presentan como un hecho lo que es en realidad un juicio de valor.
Ni que decir de aquellos que consideran necesario comportarse de una determinada manera y hablar con un determinado “léxico”, cuando están presentando los contenidos de color rosa al penitente público que deberá aguantar la sección de espectáculos. Evidentemente uno puede hacer zapeo, cambiar de estación o no leer la sección respectiva; sin embargo, ese no es el asunto, el problema está en que los medios de comunicación se presentan como los garantes de nuestro derecho a la información y lo que nos brindan son opiniones que además son poco fundadas.
Nos piden que defendamos la libertad de prensa y lo que ofrecen son contenidos insustanciales y que en nada benefician a la sociedad.
La hipocresía está en que dicen una cosa y hacen otra. En que presentan una cara y su verdadera cara es otra. Han perdido la capacidad de autocrítica y si hubiese que buscar una pintura para ilustrar esta realidad, me quedaría con “El grito”.
En el lienzo de Edvard Much, los colores que hemos señalado, se entremezclan con otros como el negro, el rojo, el azul y el verde,  para servir de telón de fondo a la desesperanza del artista que, al igual que nosotros, observa un mundo y una comunicación cada vez más hipócrita, con ningún indicio de cambiar.

lunes, 17 de noviembre de 2014

La dicotomía público-privado

Las dicotomías es la forma más simple de pensamiento y la manera más limitada de entender la realidad. Quizás por ello son usadas por diferentes grupos de interés para ocultar las relaciones complejas que se dan entre los diferentes actores de la sociedad y sobre todo, buscan que las diferentes personas no se esfuercen en considerar explicaciones que requieren de un mayor esfuerzo intelectual.
Usualmente nos presentan la realidad dividida en dos partes contrapuestas, ya que para los seres humanos es más fácil adoptar ese tipo de explicaciones. A lo largo de la historia hemos escuchado que existen los buenos y los malos, sin embargo, entre unos y otros está el común denominador de las personas, a saber: los que no somos santos y los que tampoco somos unos asesinos en serie.
Nos han metido en la cabeza un estereotipo de belleza física y con base en ello se habla de los bonitos y los feos. No obstante, cuando miramos alrededor, nos damos cuenta que la realidad física de las personas es muy diferente y que la mayoría de las personas nos encontramos en la gran zona media de ese espectro dicotómico de belleza.
Esta forma reducida o simplista de entender la realidad nos evita el esfuerzo de pensar y de analizar lo compleja que es la realidad. Se trata de una herramienta que se ha utilizado en diferentes discursos ideológicos, por ejemplo: en el discurso religioso cuando nos hablan del cielo y del infierno o de Dios y el Diablo; también en el discurso filosófico cuando nos mencionan a los racionalistas en contraste con los empiristas; o cuando en el discurso de la economía política nos hablan de los capitalistas y los proletarios.
No obstante, donde encontramos un uso amplio de las dicotomías es el discurso ideológico de la política. Por ejemplo, una de las más utilizadas es la dicotomía Derecha-Izquierda que, tal y como lo comenté en un artículo anterior que titulé “La falacia del izquierdista”, nació en el siglo XVIII en la Asamblea Nacional Francesa y se extendió por toda Europa, para complementarse con otra dicotomía muy común: conservadores-progresistas.
En el discurso político ideológico también se suele plantear la dicotomía público-privado. Desgraciadamente hay personas que les resulta muy atractivo una explicación que establece dos ámbitos supuestamente independientes entre sí y que no tienen ningún tipo de vínculo o interrelación entre ellos; dicho en otras palabras, lo público es comprendido como un universo total y completamente distinto al privado.
A lo público se le suele endilgar las categorías negativas de otras dicotomías que se utilizan para entender de manera simplista la realidad. En lo público encontramos lo negativo o lo que está mal, en cambio, en lo privado se suele ubicar lo positivo o lo que está bien. Lo ineficiente corresponde a lo público y lo eficiente a lo privado, la corrupción está en lo público y en lo privado no hay corruptos; en fin, podríamos seguir dando otros ejemplos de esta tendencia, la cual es muy utilizada en nuestros días por aquellos que buscan esconder sus intereses y por aquellos que no están dispuestos a realizar un esfuerzo mínimo de reflexión.
Entre lo público y lo privado hay una gran cantidad de relaciones que permanecen ocultas a los ojos de la mayoría de las personas. Esta forma de observar la realidad llega a tal punto que se considera que el dinero de las empresas privadas es generado sólo por el aporte de capital de los accionistas y por el giro empresarial o comercial que realizan; por ello, hay individuos que se atreven a decir que las personas que están en lo privado están legitimadas para obtener los más altos ingresos, sin embargo, consideran que ese tipo de ingresos deben estar vedados para los que se desarrollan en el ámbito de lo público.
Pensemos en uno de los ejemplos que dimos: el jugador de fútbol. Según algunos dicotómicos, el futbolista debido a su gran aporte a la sociedad puede ganar lo que quiera porque sus ingresos proceden del dinero privado; es decir, de lo que pagan los aficionados que van al estadio, por la publicidad que pagan las diferentes empresas privadas y por otros rubros que son de índole estrictamente privado.
El problema es que los ingresos que recibe el jugador de fútbol por derrochar su talento en la cancha, no necesariamente todos son de carácter privado. En no pocas ocasiones los equipos de fútbol recurren al Estado para poder desarrollar su actividad deportiva y obtener los ingresos que les permita pagar a sus jugadores; estamos hablando de préstamos bancarios, construcción de infraestructura deportiva y de facilidades, incluso, para que el club de fútbol pueda utilizar inmuebles de carácter público.
Nótese que hemos hablado de acciones concretas que realiza el Estado y no acciones que deja de hacer como el exonerar a los equipos de fútbol del pago de impuestos o de otras obligaciones que el resto de mortales sí pagamos. La otra cara de la moneda es cuando los equipos de fútbol y los propios jugadores, incumplen con las obligaciones de carácter fiscal o de seguridad social, situación muy dada en nuestro país.
Conste que esto no solo ocurre en Costa Rica, sino que lo diga el ex-presidente del F.C Barcelona que está imputado por sus acciones en la contratación de Neymar Jr. o también Lionel Messi que también está siendo procesado por la jurisdicción tributaria española por no pagar impuestos.
El argumento que los ingresos de los futbolistas son privados se basa en una visión muy reducida y simplista de la realidad. El ámbito privado históricamente se ha aprovechado de lo público para realizar su giro empresarial o comercial, no es cierto que sus ingresos los obtienen, únicamente, por el aporte de su capital y por el trabajo que desarrollan en su ámbito privado.
Esto es así no sólo en Costa Rica sino también en los otros países del mundo. Hay gente que cree que los treinta y cinco millones trescientos mil euros brutos que cobra Cristiano Ronaldo por año, salen sólo del giro comercial y deportivo del Real Madrid; a estos dicotómicos los invito a hurgar en los vínculos y beneficios que tiene ese club de fútbol con el gobierno español y con la Comunidad de Madrid: ¡No hay peor ciego que el que no quiere ver!
Lo mismo podría analizarse del mundo del modelaje y de otras actividades que, supuestamente, se desarrollan sólo en el mundo de lo privado. El problema es que las interrelaciones entre lo público y lo privado no suelen divulgarse y son caras que permanecen ocultas al común de los mortales; dicho de manera clara, a los encargados de exponer esas relaciones no les interesa darlas a conocer o en su defecto, dan a conocer aquellas que les conviene.
Conocerán los dicotómicos, me pregunto: ¿Cuánto dinero se embolsan los medios de comunicación por la publicidad que contrata el Estado para revertir el discurso que todo lo público está mal? ¿Cuánto dinero ingresan los medios de comunicación en la época electoral por concepto de anuncios que se pagan por medio de la deuda política del Estado? ¿Cuánto pagan los medios de comunicación por el uso del espectro radioeléctrico y que les genera miles de millones de colones a cambio de un canon irrisorio?
La realidad, en consecuencia, es más compleja que la explicación simplista de la supuesta escisión entre lo público y lo privado. Es por ello que el asunto, finalmente, se centra en la posición que cada uno tenga y sobre todo, en la posición que tienen los que adoptan las decisiones colectivas o influyen en ellas.
En ese sentido, en mi caso, considero que es mejor que un sismólogo o vulcanólogo tenga el mejor salario posible que no invertir ese dinero pautando en medios de comunicación colectiva que sólo buscan resaltar que los profesionales costarricenses somos ineptos y no podemos hacer un puente, una calle, un túnel y por eso hay que traer extranjeros o concesionar las obras.
Prefiero que el dinero que el gobierno anterior invirtió para desarrollar un campeonato mundial femenino de categoría menor, se hubiese invertido en construir más hospitales o en mejorar la infraestructura vial. Me resulta mejor otorgar a las universidades públicas dinero para que realicen investigación en biología molecular, en el estado de los pavimentos o en encontrar sueros para diferentes venenos, que regalar vehículos y placas de taxis a jugadores que ganaron tres partidos en Italia 90 o en premiar jugadores que ya reciben salarios diez o quince veces más que un académico que se ha quemado las pestañas y está realizando labores de investigación o acción social en favor de la sociedad costarricense.
Se trata, como se observa, de una valoración que cada uno hace de acuerdo con su ideología. Lo que no se vale es que los dicotómicos renieguen del Estado y atenten contra las instituciones que generan equidad social, alegando que se trata de fondos públicos de los cuales ellos no se benefician.
Prefiero que los fondos públicos se destinen al LANNAME que a “especialistas” extranjeros que vienen a decir lo que ya nuestros ingenieros han estudiado y ya saben. Me resulta mejor que la carretera a San Ramón la construyamos con dinero costarricense y con ingenieros ticos, que volver a darle una concesión a una empresa extranjera que ha mostrado su ineficiencia y su impericia en la calle, sí la calle, que hicieron entre Villa Colón-Orotina.
Nos hemos creído el discurso dicotómico porque es más sencillo de procesar, sin embargo, ese discurso lo único que nos ha traído es inequidad en favor de unos pocos. Hemos puesto como ejemplo los futbolistas o las modelos no porque tenga algo contra ellos, sino porque los dicotómicos priorizan en lo superfluo y en lo que les deja ganancias sólo a ellos. Como lo dije en otro momento, en buena hora que un futbolista o una modelo se pueda ganar el dinero que se ganan; sin embargo, repito: ¿Por qué la gente que desarrolla una actividad en favor de la colectividad les está vedado tener ingresos iguales o superiores a esos personajes?
Bien mirado, esas personas que trabajan por el bienestar de la colectividad, deberían ser los que más ganen, deberían ser las más famosas y admiradas, tendrían que ser el ejemplo a seguir para nuestra juventud. Empero, los dicotómicos prefieren invertir los fondos públicos en certificados de abono tributario, en concesionar obras que al final resultan gravosas para la colectividad y a tender la alfombra roja a todo aquel que venga con espejos modernos a llevarse nuestro dinero a otros países.
En el pasado hubo gente que creyó en la capacidad de los costarricenses y decidió invertir los fondos públicos en obras cuya construcción fue totalmente criolla. Ahí están la represa de Arenal y Cachí, ahí están las carreteras a Santa Ana, General Cañas y a Cartago, ahí están los hospitales Calderón Guardia y México, ahí están nuestras universidades públicas, en fin, dejemos de escuchar a los dicotómicos y escuchemos a nuestros abuelos que siempre creyeron en la capacidad de nosotros los costarricenses.
Don José Figueres Ferrer cuenta en el capítulo tercero del documental “Un costarricense llamado don Pepe”, que cuando expuso la idea de crear el Instituto Costarricense de Electricidad (ICE), mucha gente se le acercó para decirle que eso era imposible, que estaba soñando, a lo que replicó: Está bien, hay un tiempo para todo: ¡Soñemos!
Así se creó el ICE, completamente soñado por gente que creyó en su capacidad y en la de otros costarricenses que creían en el bienestar del mayor número y que lograron crear una sociedad más equitativa; sin embargo, los abanderados del discurso dicotómico se han encargado, al cabo de pocos años, de convertirnos en la sociedad más inequitativa de América Latina.
El problema ha sido que el discurso dicotómico también nos invitó a soñar y mucha gente les creyó, sin embargo, teniendo en consideración sus resultados, debemos tener en cuenta las sabias palabras del escritor inglés, Oscar Wilde: “Nos prometieron que los sueños podrían volverse realidad, pero se les olvidó mencionar que las pesadillas también son sueños”.

lunes, 10 de noviembre de 2014

Después de la erupción: ¿Qué pasó?

Inicio estas líneas agradeciendo a todas las personas que se tomaron el tiempo de leer esta columna la semana pasada. Sorprendió la cantidad de personas que mostraron su acuerdo y desacuerdo con las ideas que se plasmaron en el texto de Poliédrica que, como su nombre lo indica, procura plantear las otras caras que presenta nuestra realidad costarricense.
El artículo “Erupción: Cerremos la UCR y la UNA”, intentaba desarrollar tres ideas principales. La primera idea era mostrar la conducta hipócrita con que se manejan algunos medios de comunicación en relación con las universidades públicas y por conexión con otras instituciones que le hacen mucho bien al país. La segunda idea era señalar cómo la sociedad del espectáculo en la que vivimos, valora y premia con los mejores ingresos a las personas que se dedican a actividades que aportan poco a la calidad de vida y al desarrollo de los seres humanos. La tercera idea era que, como sociedad, debemos apostar por el mejoramiento de las condiciones de vida de los que menos tienen y que ello supone equilibrar hacia arriba y no hacia abajo, así como fortalecer las instituciones que han permitido y permiten, la movilidad social de los que menos tienen.
Lo escrito en Poliédrica, pareciera, haber interpretado lo que muchas personas pensaban. Como corresponde a una persona agradecida con sus lectores, me di a la tarea de leer todos los comentarios que se vertieron en el diario El País.cr, en las diferentes redes sociales y hasta en mensajes de correo electrónico, los cuales intenté resumir en cuartetos en relación con cada una de las ideas centrales del artículo aludido.
En relación con la conducta hipócrita de los medios de comunicación, algunos comentarios de nuestros lectores estuvieron de acuerdo en que: 1) Los medios de comunicación sólo resaltan lo malo de los ticos. 2) Los periodistas de los medios de comunicación sostienen el micrófono en una mano y el serrucho en otra. 3) Los medios de comunicación criollos tienen una doble moral. 4) Los medios de comunicación, al igual que los empresarios, quieren todo de gratis.
Por su parte, respecto a que la sociedad del espectáculo premia lo frívolo, los lectores manifestaron comentarios como los siguientes: 1) En Costa Rica se menosprecia a sus profesionales y su trabajo. 2) El artículo se aplica a otras profesiones que, al igual que sismólogos y vulcanólogos, se esfuerzan en favor de la población costarricense. 3) En Costa Rica nunca se valora lo que sí tiene valor. 4) A muchos profesionales no se les da el valor que tienen.
Finalmente, respecto a la tercera idea en relación con la necesidad de generar mayor equidad y de fortalecer la institucionalidad que permita concretar este objetivo, hubo comentarios que estuvieron de acuerdo con lo siguiente: 1) Está bien que las personas tengan un mejor salario en función de su conocimiento. 2) El artículo devela un poco de lo que las universidades públicas hacen por el país. 3) Hay personas que quieren salarios altos sin realizar el mínimo esfuerzo. 4) Efectivamente el mundo está al revés, debemos premiar a las personas e instituciones que trabajan por el bienestar general y que sean estas personas los famosos y los que ganen mejor.
Tendremos ocasión de ahondar más en cada uno de estos aspectos posteriormente. Se trata de opiniones y comentarios que merece la pena desarrollar porque, como decía don José Figueres Ferrer, al parecer están presentes en el alma nacional; dicho en otros términos, hay una buena cantidad de costarricenses que estamos hartos de la conducta hipócrita de los medios de comunicación, que no se valore y se remunere adecuadamente a los profesionales costarricenses, y que se quiera perjudicar a la institucionalidad que procura una mayor equidad para la sociedad costarricense.
También hubo, como no podía ser de otra manera, críticas al texto de Poliédrica de la semana pasada. Los desacuerdos tuvieron un marcado enfoque ideológico y provinieron de personas que, al parecer, observan a la sociedad desde una perspectiva dicotómica, a saber: público-privado, bueno-malo, sabios-ignorantes, eficiente-ineficiente, ganancias-pérdidas, en fin, aquellos que no entienden que la realidad tiene muchos matices que se encuentran entre lo blanco y lo negro.
Los desacuerdos respecto a la primera idea principal podríamos agruparlas de la siguiente manera: 1) Las instituciones públicas tienen la obligación de rendir cuentas y por tanto, los medios de comunicación no tienen por qué congraciarse con ellas. 2) Los medios de comunicación, como empresas privadas, pagan también impuestos con los que se financia la educación superior y entonces, tienen derecho a la información que generan los científicos de esas universidades. 3) Los costarricenses tienen derecho a la información y los medios de comunicación sólo sirven de intermediarios para que ese derecho se haga efectivo. 4) Una cosa es el problema del presupuesto y otra muy diferente es la necesidad de información científica, los medios de comunicación tienen la obligación de informar sobre ambas cosas.
El otro conjunto de críticas en relación con la idea de que se ha dado un desvalorización de las personas que trabajan por el bienestar y desarrollo de los seres humanos, podríamos sintetizarlas de la siguiente manera: 1) El valor del trabajo lo decide los consumidores y la gente productiva. 2) Ni “Pate” ni “Vica” ganaban su dinero de fondos públicos. 3) La comparación con los ingresos privados no viene al caso porque no es lo mismo obtener los ingresos de fondos públicos. 4) Los que trabajan en el sector privado pueden ganar lo que les dé la gana porque ellos generan o producen ese dinero, en cambio, los que trabajan en el sector público no producen nada y ganan dinero a costa de los impuestos que pagamos los que sí producimos.
Finalmente, en relación con la necesidad de equidad y de fortalecer las instituciones que la procuran, las críticas las resumimos así: 1) En las universidades y otras instituciones públicas hay abusos con el dinero que les damos por medio de impuestos. 2) El autor no ha estudiado administración pública básica, se está hablando de restringir el presupuesto no de cerrar las universidades. 3) ¿Para qué la Red Sismológica Nacional o el Observatorio Vulcanológico y Sismológico? No son necesarios, porque podemos acudir al Instituto Geológico de los Estados Unidos. 4) Las personas pobres lo son porque no trabajan, ellos mismos son los que se forjan su situación de pobreza.
Como habrán podido observar, la síntesis en cuartetos de los diferentes acuerdos y desacuerdos, no agotan los argumentos en favor o en contra del artículo de la semana pasada. De cada uno de ellos trataré de ocuparme en próximas entregas de esta columna, por supuesto que existe la tentación de responder inmediatamente a las críticas; sin embargo, aunque los argumentos que se esgrimen no son nuevos, conviene analizarlos uno por uno y con detenimiento en columnas posteriores.
Por lo pronto lo que interesa es que nuestros lectores tuvieran un inventario de los comentarios que generó la columna: “¡Erupción: Cerremos la UCR y la UNA”. Cada uno reflexionará que tan atinados o no son los acuerdos y desacuerdos que se vertieron, cada persona tomara posición en un sentido u otro; al final, de lo que se trata es de contrastar argumentos y que cada lector forme su propio juicio, es decir, establecer un diálogo que tiene como objetivo fundamental no ganar la discusión sino que las diferentes personas podamos aclararnos, mutuamente, las ideas que tenemos.
Ahora bien, en ese marco de tolerancia, los seres humanos y en especial los filósofos tenemos la obligación de desarrollar una filosofía militante. Estos temas son muy importantes para la vida cotidiana de las personas como para dejarlos en manos de los políticos, los periodistas y otros personajes que inciden en la toma de decisiones; por ello, debemos asumir una posición militante en favor de las ideas que nos parecen más adecuadas para el bienestar y el desarrollo de los seres humanos.
En una columna anterior decía que todos somos filósofos siempre que cuestionamos la realidad. Pues en estos y otros temas, debemos asumir posiciones y tener presente la famosa tesis once de Feuerbach:
“Los filósofos no han hecho más que interpretar de diversos modos el mundo, pero de lo que se trata es de transformarlo”.

lunes, 3 de noviembre de 2014

¡Erupción! : Cerremos la UCR y la UNA

Recientemente hemos tenido noticia que el volcán Turrialba ha hecho erupción. Como suele ocurrir en estos casos, los medios de comunicación hacen del hecho la principal noticia y dedican casi todo el tiempo de los noticiarios a “informar” sobre los designios de la naturaleza.
Lo que llama la atención es ver como de manera inmediata recurren a la Red Sismológica de la Universidad de Costa Rica (UCR) y al Observatorio Vulcanológico de la Universidad Nacional (UNA) para contar con una explicación científica sobre el fenómeno natural.
No obstante, días antes, esos mismos medios de comunicación, sus directores y sus periodistas, emitían opiniones contra el presupuesto que se asigna a esas instituciones de educación superior y contra la remuneración que reciben algunos de estos funcionarios universitarios.
En estos días, por ejemplo, han estado prestos a entrevistar a los vulcanólogos y a los sismólogos para dar un contenido serio a sus informaciones, sin embargo, al mismo tiempo, quieren que esas personas tengan salarios que no están acorde con el conocimiento que se devenga de ellos.
En la mayoría de los casos, por no decir que en todos, se trata de personas que debieron realizar ingentes esfuerzos para poder especializarse en un aspecto específico de estas ramas del conocimiento. Tuvieron que cumplir un plan de materias de, mínimo, cinco años y realizar una tesis de grado, con una duración máxima de dos años, para obtener su licencia y así poder ejercer su profesión.
Posteriormente, habrán tenido que realizar estudios de maestría por unos dos años y nuevamente, realizar una investigación para obtener el grado académico de máster. Una vez cumplida esa etapa y teniendo en cuenta la especificidad de su área de estudios, habrán desarrollado estudios y una investigación doctoral por un mínimo de cuatro años.
En total un vulcanólogo o un sismólogo, mínimo y en promedio, habrá invertido doce años de su vida para tener los conocimientos básicos que le permitan contestar, con alguna seriedad y competencia, las preguntas de medios de comunicación que días antes abogaban porque devengue el menor salario posible.
De acuerdo con estos medios de comunicación y algunos políticos, la UCR y la UNA no deben pagar a estas personas un salario acorde con sus conocimientos y responsabilidad. Estas universidades deberían dejar que estos vulcanólogos y sismólogos, que en muchas ocasiones arriesgan sus vidas bajando a los cráteres a recoger muestras, se vayan a otras universidades en el exterior y que el país se quede sin el conocimiento de estas personas.
En esta sociedad del espectáculo, como decía Vargas Llosa, está bien que un futbolista que desaprovecha infinidad de ocasiones de gol o que una modelo que enseña más de la cuenta su cuerpo, tengan ingresos diez o veinte veces más que esos vulcanólogos o sismólogos.
Una persona que trabaje en cualquiera de estas universidades nunca tendrá la mitad de los ingresos que recibía Walter “Paté” Centeno o “Vica Andrade”, por citar dos ejemplos conocidos. Estas personas para tener un ingreso digno, aparte de los estudios que hemos descrito, debe impartir clases y producir nuevo conocimiento que se materializa en publicaciones científicas y en otras formas en que se expresa el trabajo intelectual.
Además, tiene que recorrer un camino que en el mejor de los casos supone un mínimo de quince años de trabajo. En efecto, después de obtener su doctorado, estas personas tienen que hacer una carrera docente, sin embargo, para poder ir ascendiendo y así obtener un mejor salario, requiere: 1) Manejar, al menos, un idioma extranjero. 2) Producir nuevo conocimiento y materializarlo en publicaciones científicas en revistas indexadas a nivel internacional. 3) Impartir lecciones que son evaluadas por los estudiantes. 4) Tienen que realizar trabajos de acción social y extensión docente en beneficio de la comunidad. 5) Estar a disposición de las autoridades nacionales para colaborar en aquellas situaciones que requieran de sus conocimientos.
Teniendo en cuenta lo anterior, uno se pregunta: ¿Por qué los futbolistas y las modelos sí pueden ganar sumas de miles de dólares y en cambio los vulcanólogos o los sismólogos no? Dependiendo de la respuesta que demos a esta pregunta tendríamos que cerrar la UCR y la UNA (o las demás universidades), porque no habría personas competentes para impartir los cursos y menos para realizar investigaciones en los diferentes campos del conocimiento.
Quizás los medios de comunicación y los politiquillos de siempre quieran preguntarle sobre las erupciones del volcán Turrialba a los futbolistas y a las modelos. De repente les resulta más pertinente consultar sobre el estado del túnel Zurquí o de las carreteras, a los que “animan” o bailan en un programa que lleva un nombre en inglés para darle, supongo, más “caché” al programa de televisión.
Lo anterior lo digo con el máximo respeto para los futbolistas, modelos, animadores y bailarines que se ganan la vida honradamente en esas actividades. En buena hora que se puedan ganar la mayor cantidad de dinero que puedan, sin embargo: ¿Por qué vulcanólogos o sismólogos y otras personas que se han esforzado y realizan actividades de bien para el país no lo pueden hacer también?
Ya lo había dicho en otro artículo y ahora lo repito. No se trata de bajar a los que mejores ingresos tienen, sino de subir a los que tienen peores ingresos; en otras palabras, hay que equilibrar hacia arriba y no al revés. Los que menos ganan deben ganar más y no al contrario.
No se puede estar de acuerdo con la forma en que se valora el trabajo de los seres humanos en la actualidad . Las personas que en este momento están investigando para lograr, por ejemplo, la cura del cáncer o del ébola, no son famosos y tampoco tienen una remuneración cercana a la que tienen un tal Messi o a una tal Shakira; dicho en palabras sencillas, todo está al revés y se justifica lo superfluo en contra de lo importante, es un mundo demencial el que vivimos.
Desgraciadamente Costa Rica no es ajena a este fenómeno. Hay personas que quisieran que no haya vulcanólogos y sismólogos, quizás les resulta mejor para sus intereses escuchar explicaciones mitológicas o sobrenaturales en relación con la erupción del volcán Turrialba; o peor aún, volver a los tiempos de Mauro Fernández y que se cierren las universidades, ahora sí, para siempre.
El día que estas ideas se impongan definitivamente en la sociedad costarricense, como decía mi abuelita: ¡Apague y vámonos!