lunes, 31 de octubre de 2016

Igualdad: ¡Yo también quiero una pensión de Magistrado!

Las buenas pensiones deberían ser para el mayor número de costarricenses. Recientemente ha salido a la luz pública declaraciones dadas a lo interno de la Corte Suprema de Justicia, en que uno de los Magistrados argumenta en contra de la pauperización de su posible pensión; el argumento habría que aplicarlo en relación con todas las pensiones, sin embargo, ese es el punto medular del asunto: las buenas pensiones son, únicamente, para algunas personas.
Al contrario de lo que muchos critican, el argumento del Magistrado es correcto. Los derechos sociales deben potenciarse hacia arriba, es decir, en lugar de homologar a las personas hacia abajo, es necesario subir a los que están abajo; no obstante, los grupos que están en el poder económico, político e ideológico, se han encargado de promover una lógica contraria que sólo les favorece a ellos.
El argumento falaz consiste en generalizar la pobreza para la mayoría de la población costarricense. En lugar de promoverse una serie de Derechos Sociales que tuvieron su origen en las luchas de los sectores laborales a partir de la segunda mitad del siglo XIX en Europa, la tendencia en los últimos treinta y cinco años es ir en contra de estos derechos e impulsar el argumento contrario, a saber: los derechos sociales son privilegios y a las personas que los tienen se les debe suprimir.
Para lograr la eliminación o reducción de esos Derechos Sociales, los grupos dominantes utilizan como instrumento a los propios trabajadores. En lugar de promoverse en el sector privado una política de salarios crecientes y de iniciativas para que sus trabajadores tengan mejores condiciones de vida, los empresarios abogan por salarios mínimos y por reducir o eliminar Derechos Sociales que les signifique gastos adicionales para la producción.
En este sentido y dadas esas circunstancias, se utiliza a los trabajadores del sector privado para legitimar sus objetivos de homologación hacia abajo. Así, por ejemplo, se le dice a los trabajadores de las empresas que hay una desigualdad en relación con los trabajadores del sector público y que es necesario eliminar los “privilegios” de estos últimos; con este argumento se desvía la atención de estos trabajadores con el propósito que no se les ocurra realizar reivindicaciones salariales u otras de carácter social que los beneficie a ellos mismos.
Con esta estrategia logran que los trabajadores del sector privado se enfrenten a los del sector público y distraen la atención de lo realmente importante. El objetivo de ambos sectores, público y privado, es luchar para que las condiciones laborales y de vida sean cada día mejores; sin embargo, los grupos dominantes han logrado que los trabajadores del sector privado aboguen por pauperizar las pocas conquistas que han sido logradas en materia social, en nuestro país y en el mundo.
Todo esto sucede con los trabajadores que menos salario tienen, porque la cosa es diferente en las altas gerencias de las empresas y del sector público. En efecto, no estamos hablando del Gerente que gana diez o quince mil dólares en una empresa medianamente exitosa, tampoco nos referimos al Gerente de un Banco del Sistema Bancario Nacional que recibe salarios desproporcionados; empero, desgraciadamente, el valor de la igualdad lleva consigo una trampa que permite su utilización tanto por los poderosos como por los menos favorecidos, en otras palabras, el argumento de la igualdad es el que mejor sirve para los argumentos retóricos de los diferentes grupos.
Para que nos entendamos, el problema no es que el Ex Magistrado tal o el Ex Diputado cual reciban una pensión de más de cinco millones, sino que el resto de la población no recibamos esa misma pensión. La lógica debería ser que al resto de la población se le aumente la pensión a esos cinco millones o más, y así se equipara hacia arriba en lugar de pauperizar hacia abajo; claro está, eso supondría que debemos destinar más recursos para que ello sea posible y existen algunas personas que no están de acuerdo con destinar dinero para financiar este tipo de Derechos Sociales.
Ahora bien, los excesos en el sector privado se dan de otra forma. Para nadie es un secreto que muchos empresarios reportan salarios risibles a la Caja Costarrricense del Seguro Social  (CCSS) y cuando ya están pronto a cumplir con los requisitos de jubilación, comienzan a reportar un salario mayor para obtener la mejor pensión posible; claro está, eso sin perjuicio de los ingresos que obtienen por concepto de dividendos en razón de la propiedad indirecta o directa en el capital social de la empresa.
Los que no hayan leído estas líneas con atención, pensarán que estamos defendiendo las pensiones de lujo. ¡Falso! Lo que procuramos es hacer ver que el argumento de la pauperización de las pensiones es cierto, sin embargo, no es la misma pauperización para los Magistrados que se van a pensionar, que la sufrida por aquellos que recibirán una pensión cuya suma de dinero no les permite vivir dignamente.
El problema es, insisto, que el argumento de la igualdad lo utiliza el Magistrado, el Gerente General de una Transnacional y también el Conserje o la Secretaria de un ente público o de una empresa privada. ¡Ahí es donde está la trampa retórica!

lunes, 24 de octubre de 2016

¡Qué difícil es sobrellevar el pesimismo de la razón!

Hace un tiempo leí una frase del premio nobel de literatura, José Saramago, que decía: “Los únicos interesados en cambiar el mundo son los pesimistas, porque los optimistas están encantados con lo que hay”.
Saramago está hablando del pesimismo de la razón. Se trata de aquella actitud en la que se cae, cuando se tiene la posibilidad de entender lo que está pasando y se siente una impotencia ante el intento de cambiar las cosas; en otras palabras, no se trata de un pesimismo biológico, de una actitud ante la vida, sino del resultado de racionalizaciones que llegan a conclusiones poco esperanzadoras en relación con la realidad y los seres humanos.
Uno de los problemas principales es la preferencia existente por la sociedad del espectáculo. En efecto, tal y como lo comentaba Mario Vargas Llosa, hemos caído en una dinámica de los superfluo; para una mayoría de seres humanos, lo único que consideran importante es divertirse en entretenimientos carentes de sentido, ya ni siquiera hay una lógica mínima y eso ha fomentado la estupidez y la frivolidad cabalga a rienda suelta.
Los pesimistas de la razón, en no pocas ocasiones, terminan con una amargura que les impide reír de lo que ven a su alrededor. Les molesta sobremanera que quieran pintarles la cara de ineptos, cuando escuchan a un personaje público o a un formador de opinión expresando la razón de la sin razón; dicho en otros términos, no soporta y no entiende por qué ese tipo de personas están al frente de lo público. Le incomoda que crean en la existencia de una especie de ineptitud generalizada.
El pesimista de la razón cuestiona todo lo que observa, escucha y lee. No comprende la razones que llevan a una televisora, una radioemisora o a un diario, otorgar preferencia a personajes cuya cultura, educación y léxico resulta sumamente limitado o inexistente; se pregunta sobre las posibilidades que tenemos como sociedad, teniendo en cuenta que muchos de los puestos de toma de decisión están en manos de este tipo de personas.
El pesimismo de la razón contrasta con el optimismo de la sin razón. Existen personas que consideran que los problemas se van a resolver con adoptar una actitud que evade el análisis de los problemas y deja su solución a la divinidad providencia o a un golpe de suerte del destino; esa conducta, hasta cierto punto determinista, hace que el pesimista de la razón sea cada día más escéptico en relación a lo que se puede o  no  hacer en la realidad.
El pesimista de la razón no es un bicho raro, pero se diferencia de muchas maneras del optimista de la sin razón. Por ejemplo, puede observar el fútbol y en lugar de dar rienda suelta a las emociones, procura entender la táctica y la estrategia planteada por directores técnicos cuyo nivel intelectual y cultural deja mucho que desear; nada diferente ocurre con los jugadores que, en muy contados casos, muestran alguna señal de haber pasado por la primaria  o los estudios de secundaria.
Lo que ocurre en el fútbol también  se replica en otra áreas del quehacer humano. Si se va a realizar un concurso de baile, lo que se espera es que los participantes sepan bailar y no que pretendan aumentar su popularidad haciendo una actividad para la cual no tienen ningún tipo de destreza o habilidad; en términos sencillos y visto de una manera pragmática, los optimistas de la sin razón le hacen mucho daño a la sociedad con su conducta irresponsable, irreflexiva y llena de chabacanería.
¡Qué difícil es sobrellevar el pesimismo de la razón!

lunes, 17 de octubre de 2016

Trump: ¡El olor azufre puede ser una realidad!

Lo que está sucediendo en los Estados Unidos es algo en que la realidad supera la ficción. Hace unos meses, escribimos en esta columna un artículo en que nos parecía una cosa demencial que el electorado del Partido Republicano pudiera elegir como candidato a una persona como Donald Trump; sin embargo, la demencia en muchas ocasiones, a lo largo de la historia de la humanidad, ha superado a la racionalidad y este es un ejemplo de esa cruel realidad.
¿Se ha preguntado usted cómo los alemanes en 1933 eligieron a Hitler como Canciller? Pues bien, lo que ha sucedido en el Partido Republicano y lo que está sucediendo en las elecciones presidenciales de Estados Unidos, es una muestra de la irracionalidad con que decide el electorado en los distintos países del mundo; atención, no siempre es así, pero cuando ello ha sucedido, los resultados han sido desastrosos.
Uno no se explica, por ejemplo, por qué los ingleses decidieron darle la espalda a Churchill y su partido después de la Segunda Guerra Mundial. El electorado de los países es muy impredecible y su voto, a diferencia de lo que muchos dicen, es más emotivo que racional; digámoslo claramente, los seres humanos actuamos menos con el cerebro y más con base en otros estímulos de carácter emocional. Ya lo hemos dicho en otras ocasiones, la historia ha mostrado que las personas nos hemos caracterizado por ser: violentos, mentirosos e interesados.
Las personas con un mínimo de racionalidad esperan que Donald Trump no gane las elecciones. Estas personas no necesariamente son simpatizantes de la señora Hilary Rodman, pero están claros que si se eligiera a Trump ello sería un desastre para los Estados Unidos y para la comunidad internacional; en otras palabras, lo menos perjudicial sería que los estadounidenses elijan a la esposa de William Clinton, no porque sea la mejor opción sino porque es peor elegir al candidato del Partido Republicano.
El problema es que Donald Trumpo es una posibilidad. En efecto, nos guste o no, existe la posibilidad que este señor quede electo y esa simple posibilidad nos debe llevar a realizar una reflexión profunda y preguntarnos: ¿Por qué estos personajes pueden llegar a tener semejantes posibilidades y otras personas con mejores características para gobernar son desechados por el electorado de los países?
En la actualidad lo que importa es ser conocido y no qué características tiene la persona para gobernar. Para ello se utilizan las más variadas estrategias que están próximas a la frivolidad y a las más variadas superficialidades; es decir, se acude a todo aquello que pueda disimular sus competencias como gobernante.
Lo menos que se evalúa son los aspectos mínimos de un gobernante. En la actualidad el conocimiento de las necesidades de los ciudadanos y la capacidad de análisis político y jurídico, por ejemplo, quedan en segundo o tercer plano; al contrario, se analiza del candidato si tiene o no sentido del humor, si baila o no los ritmos de moda, en fin, si está conectado con los programas de entretenimiento que la mayoría de las personas prefieren.
Donald Trump es una muestra más de la estupidez a la que ha llegado la política en nuestros días. El problema es que actualmente, teniendo en cuenta el sistema de elección indirecto de los Estados Unidos, este candidato es una opción que puede convertirse en una realidad; en efecto, la mayoría de electores podría estar en contra de la elección de Trump, pero dependiendo los Estados en que gane, podría convertirse en el Presidente de los Estados Unidos.
Recordemos la elección entre Al Gore y George W. Bush. A pesar que el candidato demócrata obtuvo la mayoría de votos del electorado estadounidense, el que ganó la presidencia fue Bush por haber ganado en los Estados con más votos en los colegios electorales; en otras palabras, Trump es una pesadilla posible y pareciera que sería peor a lo que fue George W. Bush.
¡El olor a azufre puede volver a ser una realidad!

lunes, 10 de octubre de 2016

Los medios de comunicación no son imparciales

Nunca he tenido problema en tolerar aquellas posiciones contrarias a las ideas con las que me identifico. A lo largo de la historia de la humanidad, la tolerancia no ha sido una característica que ha prevalecido entre los seres humanos; al contrario, lo que ha imperado es el deseo de hacer prevalecer las ideas de unos por encima de otros.
La tolerancia a las ideas de los demás se sustenta en que las personas no somos iguales y esa desigualdad se manifiesta en diferentes campos, entre ellos, el del pensamiento. En efecto, la diversidad de ideas lejos de ser un problema se constituye en una ventaja; es decir, a mayor número de ideas, más posibilidades existen de acertar en la solución de los problemas y ello tiende a beneficiar al mayor número de personas.
En ese sentido, no tengo problema en leer ideas contrarias a mí pensamiento. Por ejemplo, en el plano internacional y con la facilidad que otorga actualmente el internet, no me molesta ver el New York Times que es cercano a los Republicanos, observar el diario El Mundo que está cercano al Partido Popular en España, o pasar revista a El Clarín que ha mostrado su ideología de Derecha en Argentina.
Ahora bien, lo que siempre me ha parecido reprochable es que haya medios de comunicación que pretendan hacerse pasar como imparciales ante el gran público. Desgraciadamente, en Costa Rica y otros países, hay algunas empresas de comunicación que se presentan de esa forma y piensan que todos los ciudadanos somos lo suficientemente ingenuos para creerles la farsa; peor aún, muchos de sus trabajadores terminan creyendo que la imparcialidad es algo posible y se enojan con aquellos que les hacen ver su sesgo.
Hay varios medios de comunicación que deberían ser sinceros con el público y no hacerse pasar como imparciales. Televisora de Costa Rica (TELETICA), Representaciones Televisivas (REPRETEL), Grupo Columbia, Grupo Monumental, Grupo Nación, Grupo Extra, por citar los más relevantes, son medios de comunicación afines a la ideología de derecha; es decir, difunden un discurso conservador en lo religioso y en lo social, abogan por una libertad de carácter económico y adversan cualquier iniciativa para intentar equiparar la inequidad que esas ideas producen, asimismo, adversan lo público y promueven lo privado en sus diversas manifestaciones de carácter político.
Unido a lo anterior, desarrollan noticiarios en que el balance de la información es totalmente inexistente. Por ejemplo, si quieren promover la crítica al gobierno, ya se sabe a cuáles diputados van a solicitarles opinión: Otto Guevara, Mario Redondo, Rolando González, Rosibel Ramos y, dependiendo el tema, a los diputados que se hacen llamar cristianos.
¿Acaso no existen otros diputados competentes para vertir una opinión más equilibrada en relación con los problemas nacionales? Uno extraña que no se tenga en cuenta la opinión de un ex-magistrado como Carlos Arguedas en materia jurídica o de un Henry Mora en materia económica que, a pesar de pertenecer a un determinado partido político, su talante académico los lleva a realizar intervenciones que se alejan del circo mediático reinante.
Da pena observar la forma en que los diputados señalados, se prestan para impulsar un discurso mediático totalmente sesgado y que se aleja mucho de lo que merece el pueblo de Costa Rica. En todo caso, como lo dijimos al inicio, el problema es que estos y otros medios de comunicación quieran hacerse pasar como imparciales y como defensores del pueblo de Costa Rica.
Mejor no nos defiendan que nosotros nos defendemos solos. Mucho harían si fueran claros con el público y dejarán de presentarse como medios de comunicación imparciales. Claro está, después de que lean este artículo, no dudo que los estimables lectores me quieran enterrar en cajita blanca.
Bueno, como dice la canción: ¡Que nos entierren juntos!

lunes, 3 de octubre de 2016

Plebiscito o Referéndum: ¿Qué es lo importante en ambos casos?

Dentro de la teoría democrática, el plebiscito y el referéndum, constituyen procedimientos en que el pueblo de un determinado territorio expresa su voluntad. Aunque en ambos casos se trata de formas de democracia directa, evidentemente, se trata de institutos políticos y jurídicos diferentes; en otras palabras, aunque se parecen, un plebiscito no es igual a un referendo y ello normalmente no es explicado por quienes abogan o rechazan estos procedimientos de democracia directa.
El Plebiscito es un procedimiento que tiene su origen en la República Romana. En aquel tiempo el Tribuno convocaba a la Plebe para que participara y desarrollara una deliberación en relación con algún asunto que era de interés para este segmento de la población, el cual se distinguía de aquellos que ostentaban el poder político y que eran aquello denominados como Patricios; es decir, atendiendo al origen histórico del procedimiento, el Plebiscito es la consulta que se hace a la Plebe por parte de aquellos que detentan el poder político en un determinado territorio.
Al Referéndum, por su parte, se le suele distinguir del Plebiscito con base en la eficacia normativa que tiene en el ordenamiento jurídico del territorio donde se realiza. Se trata de un procedimiento por medio del cual se le consulta a los ciudadanos si están en acuerdo o no, que se apruebe un determinado acto o norma jurídica que va ser de aplicación obligatoria para todas las personas del territorio; en ese sentido, pareciera, que al Referéndum se le otorga un grado mayor de importancia, dado que su resultado está vinculado no solo a una consulta sino a una obligación emanada de la vinculación que la decisión tendrá con el ordenamiento jurídico.
No nos interesa aquí desarrollar las diferentes perspectivas teóricas existentes en relación con la distinción de los términos Plebiscito y Referéndum. Lo que sí queremos es insistir que, en cualquiera de los dos casos, es sumamente relevante el grado de participación para que se le pueda dar un carácter vinculante en lo político o en lo jurídico; no se vale que se pretenda hacer obligatorio un Plebiscito o Referéndum en que la participación del pueblo o del cuerpo electoral sea sumamente reducida.
¿Se puede tener como obligatorio, por el sí o por el no, un Plebiscito en que la abstención está por arriba del 60%? Se supone que cuando se plantea un procedimiento de democracia directa, uno de los aspectos primordiales es determinar el nivel o umbral de participación para que la decisión pueda ser considerada vinculante; lo anterior supone, desde mi perspectiva, que debería participar más de la mitad del cuerpo electoral, es decir, el 51% del total de ciudadanos con derecho a participar en el Plebiscito o Referéndum.
No me es ajeno que el porcentaje de participación es discutible. Tanto en la Ciencia Política como en la Ciencia Jurídica, se ha debatido los niveles de legitimidad que supone una baja participación en este tipo de procedimientos de democracia directa; sin embargo, el sentido común nos dice que una baja participación no puede considerarse vinculante en un sentido u otro, una minoría no puede decidir por la mayoría de los electores bajo la excusa de no ser culpables que la participación haya sido reducida o por la desidia de los electores.
El Plebiscito que se hizo en Colombia en estos días, tenía definido un umbral de participación muy bajo para considerar legítimos los Acuerdos de Paz con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC). Independientemente que hubiera triunfado el sí en el Plebiscito, la abstención que hubo fue demasiada y ello no ayuda a revestir de legitimidad los Acuerdos de Paz o las tesis en contra de los mismos.
En Hungría también se hizo una consulta popular en la que era necesaria una participación de más del 50% para que pudiera ser considerada válida. En aquel país, el gobierno pretendía legitimar la política que han venido desarrollando contra la migración y refugiados que han estado llegando a Hungría; en otras palabras, el gobierno húngaro está en contra del asentamiento obligatorio de ciudadanos no húngaros en su país, dichosamente, el resultado no alcanzó el 50% para ser considerado válido, a pesar que los votantes apoyaron las tesis del gobierno húngaro.
En síntesis, la definición del nivel de participación en el desarrollo de procedimientos como el Plebiscito o Referéndum es clave para que no se engañe a la población y se le otorgue carácter de obligatoriedad a algo que no debería tenerlo. Debemos estar alerta para exigir un umbral alto de participación para poner en marcha este tipo de procedimientos de democracia directa; recordemos que siempre habrá personas interesadas en legitimar sus intereses acudiendo a subterfugios como la definición de umbrales pequeños de participación para los procedimientos de democracia directa.
No debería ser válido que unos pocos decidan por muchos algo que afecta a la mayoría de ciudadanos de un país. Ello no es lógico y tampoco puede otorgar legitimidad a la decisión.
¡Alerta a no caer en estos cantos de sirena en Costa Rica!