lunes, 17 de noviembre de 2014

La dicotomía público-privado

Las dicotomías es la forma más simple de pensamiento y la manera más limitada de entender la realidad. Quizás por ello son usadas por diferentes grupos de interés para ocultar las relaciones complejas que se dan entre los diferentes actores de la sociedad y sobre todo, buscan que las diferentes personas no se esfuercen en considerar explicaciones que requieren de un mayor esfuerzo intelectual.
Usualmente nos presentan la realidad dividida en dos partes contrapuestas, ya que para los seres humanos es más fácil adoptar ese tipo de explicaciones. A lo largo de la historia hemos escuchado que existen los buenos y los malos, sin embargo, entre unos y otros está el común denominador de las personas, a saber: los que no somos santos y los que tampoco somos unos asesinos en serie.
Nos han metido en la cabeza un estereotipo de belleza física y con base en ello se habla de los bonitos y los feos. No obstante, cuando miramos alrededor, nos damos cuenta que la realidad física de las personas es muy diferente y que la mayoría de las personas nos encontramos en la gran zona media de ese espectro dicotómico de belleza.
Esta forma reducida o simplista de entender la realidad nos evita el esfuerzo de pensar y de analizar lo compleja que es la realidad. Se trata de una herramienta que se ha utilizado en diferentes discursos ideológicos, por ejemplo: en el discurso religioso cuando nos hablan del cielo y del infierno o de Dios y el Diablo; también en el discurso filosófico cuando nos mencionan a los racionalistas en contraste con los empiristas; o cuando en el discurso de la economía política nos hablan de los capitalistas y los proletarios.
No obstante, donde encontramos un uso amplio de las dicotomías es el discurso ideológico de la política. Por ejemplo, una de las más utilizadas es la dicotomía Derecha-Izquierda que, tal y como lo comenté en un artículo anterior que titulé “La falacia del izquierdista”, nació en el siglo XVIII en la Asamblea Nacional Francesa y se extendió por toda Europa, para complementarse con otra dicotomía muy común: conservadores-progresistas.
En el discurso político ideológico también se suele plantear la dicotomía público-privado. Desgraciadamente hay personas que les resulta muy atractivo una explicación que establece dos ámbitos supuestamente independientes entre sí y que no tienen ningún tipo de vínculo o interrelación entre ellos; dicho en otras palabras, lo público es comprendido como un universo total y completamente distinto al privado.
A lo público se le suele endilgar las categorías negativas de otras dicotomías que se utilizan para entender de manera simplista la realidad. En lo público encontramos lo negativo o lo que está mal, en cambio, en lo privado se suele ubicar lo positivo o lo que está bien. Lo ineficiente corresponde a lo público y lo eficiente a lo privado, la corrupción está en lo público y en lo privado no hay corruptos; en fin, podríamos seguir dando otros ejemplos de esta tendencia, la cual es muy utilizada en nuestros días por aquellos que buscan esconder sus intereses y por aquellos que no están dispuestos a realizar un esfuerzo mínimo de reflexión.
Entre lo público y lo privado hay una gran cantidad de relaciones que permanecen ocultas a los ojos de la mayoría de las personas. Esta forma de observar la realidad llega a tal punto que se considera que el dinero de las empresas privadas es generado sólo por el aporte de capital de los accionistas y por el giro empresarial o comercial que realizan; por ello, hay individuos que se atreven a decir que las personas que están en lo privado están legitimadas para obtener los más altos ingresos, sin embargo, consideran que ese tipo de ingresos deben estar vedados para los que se desarrollan en el ámbito de lo público.
Pensemos en uno de los ejemplos que dimos: el jugador de fútbol. Según algunos dicotómicos, el futbolista debido a su gran aporte a la sociedad puede ganar lo que quiera porque sus ingresos proceden del dinero privado; es decir, de lo que pagan los aficionados que van al estadio, por la publicidad que pagan las diferentes empresas privadas y por otros rubros que son de índole estrictamente privado.
El problema es que los ingresos que recibe el jugador de fútbol por derrochar su talento en la cancha, no necesariamente todos son de carácter privado. En no pocas ocasiones los equipos de fútbol recurren al Estado para poder desarrollar su actividad deportiva y obtener los ingresos que les permita pagar a sus jugadores; estamos hablando de préstamos bancarios, construcción de infraestructura deportiva y de facilidades, incluso, para que el club de fútbol pueda utilizar inmuebles de carácter público.
Nótese que hemos hablado de acciones concretas que realiza el Estado y no acciones que deja de hacer como el exonerar a los equipos de fútbol del pago de impuestos o de otras obligaciones que el resto de mortales sí pagamos. La otra cara de la moneda es cuando los equipos de fútbol y los propios jugadores, incumplen con las obligaciones de carácter fiscal o de seguridad social, situación muy dada en nuestro país.
Conste que esto no solo ocurre en Costa Rica, sino que lo diga el ex-presidente del F.C Barcelona que está imputado por sus acciones en la contratación de Neymar Jr. o también Lionel Messi que también está siendo procesado por la jurisdicción tributaria española por no pagar impuestos.
El argumento que los ingresos de los futbolistas son privados se basa en una visión muy reducida y simplista de la realidad. El ámbito privado históricamente se ha aprovechado de lo público para realizar su giro empresarial o comercial, no es cierto que sus ingresos los obtienen, únicamente, por el aporte de su capital y por el trabajo que desarrollan en su ámbito privado.
Esto es así no sólo en Costa Rica sino también en los otros países del mundo. Hay gente que cree que los treinta y cinco millones trescientos mil euros brutos que cobra Cristiano Ronaldo por año, salen sólo del giro comercial y deportivo del Real Madrid; a estos dicotómicos los invito a hurgar en los vínculos y beneficios que tiene ese club de fútbol con el gobierno español y con la Comunidad de Madrid: ¡No hay peor ciego que el que no quiere ver!
Lo mismo podría analizarse del mundo del modelaje y de otras actividades que, supuestamente, se desarrollan sólo en el mundo de lo privado. El problema es que las interrelaciones entre lo público y lo privado no suelen divulgarse y son caras que permanecen ocultas al común de los mortales; dicho de manera clara, a los encargados de exponer esas relaciones no les interesa darlas a conocer o en su defecto, dan a conocer aquellas que les conviene.
Conocerán los dicotómicos, me pregunto: ¿Cuánto dinero se embolsan los medios de comunicación por la publicidad que contrata el Estado para revertir el discurso que todo lo público está mal? ¿Cuánto dinero ingresan los medios de comunicación en la época electoral por concepto de anuncios que se pagan por medio de la deuda política del Estado? ¿Cuánto pagan los medios de comunicación por el uso del espectro radioeléctrico y que les genera miles de millones de colones a cambio de un canon irrisorio?
La realidad, en consecuencia, es más compleja que la explicación simplista de la supuesta escisión entre lo público y lo privado. Es por ello que el asunto, finalmente, se centra en la posición que cada uno tenga y sobre todo, en la posición que tienen los que adoptan las decisiones colectivas o influyen en ellas.
En ese sentido, en mi caso, considero que es mejor que un sismólogo o vulcanólogo tenga el mejor salario posible que no invertir ese dinero pautando en medios de comunicación colectiva que sólo buscan resaltar que los profesionales costarricenses somos ineptos y no podemos hacer un puente, una calle, un túnel y por eso hay que traer extranjeros o concesionar las obras.
Prefiero que el dinero que el gobierno anterior invirtió para desarrollar un campeonato mundial femenino de categoría menor, se hubiese invertido en construir más hospitales o en mejorar la infraestructura vial. Me resulta mejor otorgar a las universidades públicas dinero para que realicen investigación en biología molecular, en el estado de los pavimentos o en encontrar sueros para diferentes venenos, que regalar vehículos y placas de taxis a jugadores que ganaron tres partidos en Italia 90 o en premiar jugadores que ya reciben salarios diez o quince veces más que un académico que se ha quemado las pestañas y está realizando labores de investigación o acción social en favor de la sociedad costarricense.
Se trata, como se observa, de una valoración que cada uno hace de acuerdo con su ideología. Lo que no se vale es que los dicotómicos renieguen del Estado y atenten contra las instituciones que generan equidad social, alegando que se trata de fondos públicos de los cuales ellos no se benefician.
Prefiero que los fondos públicos se destinen al LANNAME que a “especialistas” extranjeros que vienen a decir lo que ya nuestros ingenieros han estudiado y ya saben. Me resulta mejor que la carretera a San Ramón la construyamos con dinero costarricense y con ingenieros ticos, que volver a darle una concesión a una empresa extranjera que ha mostrado su ineficiencia y su impericia en la calle, sí la calle, que hicieron entre Villa Colón-Orotina.
Nos hemos creído el discurso dicotómico porque es más sencillo de procesar, sin embargo, ese discurso lo único que nos ha traído es inequidad en favor de unos pocos. Hemos puesto como ejemplo los futbolistas o las modelos no porque tenga algo contra ellos, sino porque los dicotómicos priorizan en lo superfluo y en lo que les deja ganancias sólo a ellos. Como lo dije en otro momento, en buena hora que un futbolista o una modelo se pueda ganar el dinero que se ganan; sin embargo, repito: ¿Por qué la gente que desarrolla una actividad en favor de la colectividad les está vedado tener ingresos iguales o superiores a esos personajes?
Bien mirado, esas personas que trabajan por el bienestar de la colectividad, deberían ser los que más ganen, deberían ser las más famosas y admiradas, tendrían que ser el ejemplo a seguir para nuestra juventud. Empero, los dicotómicos prefieren invertir los fondos públicos en certificados de abono tributario, en concesionar obras que al final resultan gravosas para la colectividad y a tender la alfombra roja a todo aquel que venga con espejos modernos a llevarse nuestro dinero a otros países.
En el pasado hubo gente que creyó en la capacidad de los costarricenses y decidió invertir los fondos públicos en obras cuya construcción fue totalmente criolla. Ahí están la represa de Arenal y Cachí, ahí están las carreteras a Santa Ana, General Cañas y a Cartago, ahí están los hospitales Calderón Guardia y México, ahí están nuestras universidades públicas, en fin, dejemos de escuchar a los dicotómicos y escuchemos a nuestros abuelos que siempre creyeron en la capacidad de nosotros los costarricenses.
Don José Figueres Ferrer cuenta en el capítulo tercero del documental “Un costarricense llamado don Pepe”, que cuando expuso la idea de crear el Instituto Costarricense de Electricidad (ICE), mucha gente se le acercó para decirle que eso era imposible, que estaba soñando, a lo que replicó: Está bien, hay un tiempo para todo: ¡Soñemos!
Así se creó el ICE, completamente soñado por gente que creyó en su capacidad y en la de otros costarricenses que creían en el bienestar del mayor número y que lograron crear una sociedad más equitativa; sin embargo, los abanderados del discurso dicotómico se han encargado, al cabo de pocos años, de convertirnos en la sociedad más inequitativa de América Latina.
El problema ha sido que el discurso dicotómico también nos invitó a soñar y mucha gente les creyó, sin embargo, teniendo en consideración sus resultados, debemos tener en cuenta las sabias palabras del escritor inglés, Oscar Wilde: “Nos prometieron que los sueños podrían volverse realidad, pero se les olvidó mencionar que las pesadillas también son sueños”.

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