lunes, 2 de noviembre de 2015

La memoria es precaria en Costa Rica

¡Que importante es la historia! Definitivamente un pueblo que no conoce su historia está condenado a repetir sus errores y, pareciera, la mayoría del pueblo de Costa Rica tiene una memoria flaca; en otras palabras, hay personas que no les interesa y consideran irrelevante los libros de historia, creen que solo importa vivir el presente.
Casualmente de esta realidad se aprovechan algunas personas que no tienen la más mínima vergüenza de volver a someter su nombre a los puestos de elección popular. Uno no puede entender como hay personas que se les olvida los hechos protagonizados por políticos que todos conocemos y que han significado un retroceso para nuestro país.
No vamos a enumerar aquí a esos políticos porque todos los conocemos. Son los que en los últimos treinta años han hecho que tengamos el infame título de ser el país más desigual de América Latina, sin embargo, aún resuena en mis oídos una propaganda que decía: “Vamos hacer de Costa Rica el primer país desarrollado de la América Latina”.
Cuando uno estudia y analiza las políticas que se han desarrollado en estos años, no puede menos que indignarse. Desde el punto de vista fiscal se ha favorecido a un grupo pequeño de personas que no pagan impuestos y que no están dispuestos a hacerlo; a contrapelo, a los trabajadores se les ha establecido un impuesto que no puede ser evadido y sobre el cual no se pueden declarar pérdidas y tampoco solicitar exenciones en los rangos que sí tienen posibilidad muchos de los sectores productivos y financieros que realizan su actividad en Costa Rica.
Ha habido una política de favorecimiento al sector exportador y estos lejos de reinvertir sus dividendos para hacer crecer la economía criolla, se han dedicado a colocar gran parte de sus ganancias en el mercado financiero internacional. Ahora bien, una buena parte de los porcentajes de utilidades han sido producto de incentivos fiscales o beneficios otorgados en forma de condonaciones y en su momento por Certificados de Abono Tributario.
Si la economía tiene como propósito fundamental la satisfacción de las necesidades humanas con los recursos limitados con los que cuenta el país, debemos decir que este modelo de promoción de las exportaciones ha sido un rotundo fracaso. Por lo menos el modelo de sustitución de importaciones generó una distribución de la riqueza que creó una clase media, urbana y rural, con un nivel de educación y salud similar a otros países con mayor riqueza que Costa Rica; en cambio, el modelo vigente ha creado una sociedad polarizada entre pocos que tienen mucho y muchos que tienen poco.
Y es que no es necesario ser economista para comprender esta realidad. El crecimiento económico tiene sentido si con él se puede beneficiar al mayor número de personas de una sociedad, el crecimiento por el crecimiento se convierte en una tautología retórica que únicamente sirve para aquellos dogmáticos que no ven más allá de los datos macroeconómicos; se trata de una ortodoxia que nos ha venido haciendo mucho daño y que, por desgracia, tiene la posibilidad de encantar aquellos que son los más perjudicados con semejante discurso.
Uno puede tratar de entender por qué la memoria de los ciudadanos más jóvenes es tan precaria, sin embargo, cuesta comprender las razones que llevan a una persona de más edad a votar por el mismo sinvergüenza que años atrás demostró su incompetencia e impericia en el manejo de la cosa pública. A los primeros el conocimiento de la historia debería permitirles emitir un sufragio mejor informado y más crítico, un voto que sustente su memoria en la historia que no ha vivido; empero, en el caso de los segundos, se trata de recordar la historia, aquella que les tocó vivir y que no puede ser olvidada con base en nuevas promesas que otra vez van a quedarse sin ser honradas.
Hay algunos grupos muy interesados en que la mayor parte de los ciudadanos de este país no recuerde los actos que muchos de estos personajes han realizado en el sector público y privado. Incluso, se ha entronizado y desarrollado una conducta del choteo para aquellos que intentan recordar los actos que caracterizaron la gestión de los que ahora quieren volver a postular su nombre a los cargos de elección popular; en no pocos casos se suele decir: ¡Borracho más necio! ¡Otra vez con esa cantaleta! ¡Viva el presente, no se amargue por el pasado!
¿Cómo vivir el presente sin tener en consideración el pasado? El presente, por ejemplo, es un tren del siglo XX que no utiliza electricidad porque alguien en 1995 decidió cerrarlo y veinte años después, sin el menor sonrojo, viene a hablar de trenes del siglo XXI que surcarán el territorio costarricense de mar a mar y de frontera a frontera. ¡Se puede ser más cínico! ¿Es posible un discurso más demagógico?
Para prevenirse contra estos y otros personajes es necesario no olvidar lo que han hecho en estos treinta años y tener presente los hechos históricos que han marcado el devenir de nuestro país. También es muy importante hurgar en nuestra historia y darnos cuenta que han habido épocas en que se han hecho las cosas bien y la acción política ha sido encaminada para beneficiar al mayor número de personas posible; se puede estar de acuerdo o no con la interpretación que haga un historiador de los hechos que han acontecido en el devenir de la patria, pero lo que no puede ser es el desconocimiento de los hechos y de sus responsables.
Y conste que no me refiero sólo a personajes de carácter público. Hay personajes que se manejan en el mundo privado, familias incluso, que funcionan como los grupos que describió Mario Puzo en una de sus principales novelas; se trata de aquellas personas que realmente manejan los hilos de aquellos que les sirven, son aquellos que no dan la cara pero que tienen el poder real en la sociedad costarricense y que cada vez están más dispuestos a involucrarse con grupos que, por decirlo así, están dispuestos a hacer propuestas que no puedan rechazar.
Una memoria precaria, flaca, nos condena a repetir los errores del pasado. Muchas de las situaciones que estamos viviendo en la actualidad, encuentran similitudes en los acontecimientos que marcaron el fin del siglo XIX y la primera mitad del siglo XX; no sería extraño, por ejemplo, que un personaje de estos se atreva a plantear el cierre de las universidades públicas como hiciera Mauro Fernández con la Universidad de Santo Tomás, dando similares argumentos que al ciudadano ahistórico le puedan convencer en razón de su ignorancia diacrónica.
Había un famoso eslogan de una compañía de fotografía que decía: “Recordar es vivir”. Pues bien, hay que vivir recordando porque de lo contrario corremos el riesgo de hacer una realidad lo que decía el gran escritor francés, Gustave Flaubert: “Nuestra ignorancia de la historia nos lleva a calumniar a nuestros propios tiempos”.

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