lunes, 11 de diciembre de 2017

Juan Diego Castro: Una pesadilla que puede convertirse en realidad

Lo que está sucediendo en Costa Rica es algo en que la realidad supera la ficción. Nos parecía una cosa demencial que el electorado pueda elegir como candidato a una persona como Juan Diego Castro Fernández; sin embargo, la demencia en muchas ocasiones, a lo largo de la historia de la humanidad, ha superado a la racionalidad y este es un ejemplo de esa cruel realidad.
¿Se ha preguntado usted cómo los alemanes en 1933 eligieron a Hitler como Canciller? Pues bien, lo que está sucediendo en la campaña electoral, es una muestra de la irracionalidad con que decide el electorado en los distintos países del mundo; atención, no siempre es así, pero cuando ello ha sucedido, los resultados han sido desastrosos.
Uno no se explica, por ejemplo, por qué los ingleses decidieron darle la espalda a Churchill y su partido después de la Segunda Guerra Mundial. El electorado de los países es muy impredecible y su voto, a diferencia de lo que muchos dicen, es más emotivo que racional; digámoslo claramente, los seres humanos actuamos menos con el cerebro y más con base en otros estímulos de carácter emocional.
Las personas con un mínimo de racionalidad esperan que Donald Trump no ganara las elecciones. Estas personas no necesariamente eran simpatizantes de la señora Hilary Rodman, pero están claros que si se elegía a Trump ello generaría incertidumbre para los Estados Unidos y para la comunidad internacional; en otras palabras, acciones como la anunciada esta semana de trasladar la embajada de ese país a Jerusalem, lo único que hace es confirmar lo que ya se temía y ahora es realidad.
El problema es que al igual que sucedió con Donald Trump en su momento, ahora Juan Diego Castro es una posibilidad que puede convertirse en realidad. En efecto, nos guste o no, existe la posibilidad que este señor quede electo y esa simple posibilidad nos debe llevar a realizar una reflexión profunda y preguntarnos: ¿Por qué estos personajes pueden llegar a tener semejantes posibilidades y otras personas con mejores características para gobernar son desechados por el electorado?
En la actualidad lo que importa es ser conocido y no qué características tiene la persona para gobernar. Para ello se utilizan las más variadas estrategias que están próximas a la frivolidad y a las más variadas superficialidades; es decir, se acude a todo aquello que pueda disimular sus competencias como gobernante.
Lo menos que se evalúa son los aspectos mínimos de un gobernante. En la actualidad el conocimiento de las necesidades de los ciudadanos y la capacidad de análisis político y jurídico, por ejemplo, quedan en segundo o tercer plano; al contrario, se analiza del candidato si tiene o no sentido del humor, si baila o no los ritmos de moda, en fin, si los medios de comunicación lo entrevistan aunque lo que digan no tenga ningún sustento teórico, técnico o, al menos, lógico.
Juan Diego Castro es una muestra más de la estupidez a la que ha llegado la política en nuestros días. El problema es que actualmente, tal y como se han venido dando las cosas, este candidato es una opción que puede convertirse en una realidad; en efecto, una buena cantidad de electores están sucumbiendo a los cantos de sirena, cuya credibilidad se sustenta en haber aparecido frecuentemente en un medio de comunicación, despotricando contra diferentes acciones de la institucionalidad costarricense.
Estamos viviendo tiempos en que la racionalidad ha cedido el espacio a la estupidez. La frivolidad campea desbocadamente y su galope es amplificado por los medios de comunicación para que aplaudamos lo superfluo. Al vivir esta realidad, es posible acercarse a comprender cómo las grandes mayorías eligieron a personajes que provocaron las más grandes tragedias de los países y, en algunos casos, de la humanidad.
¡Ya estamos jodidos, pero podemos llegar a estar peor! Por eso se me viene a la mente, otra vez,  la conocida frase de Oscar Wilde:
“Nos prometieron que los sueños podrían volverse realidad. Pero se les olvidó mencionar que las pesadillas también son sueños.”

lunes, 4 de diciembre de 2017

¿Por qué el costarricense, históricamente, no apoya a sus propios coterráneos?

Parte de la idiosincrasia tica es no apoyar a sus paisanos. Así ha sido en muchas facetas de nuestra historia, al punto que en algunos momentos se suele decir que los buenos resultados han sido producto de la suerte o la casualidad; dicho de una manera llana, una buena cantidad de costarricenses no cree en lo que podamos hacer nosotros como pueblo.
La actividad en la que mejor se refleja esta actitud es en el fútbol. Recuerdo como si fuera hoy, todos lo que se dijo de los jugadores de la selección nacional de fútbol previo al campeonato mundial de Italia 90; en efecto, cualquiera que revise los diarios de la época o más fácil, aquel que observe el capítulo siete y ocho del documental “Italia 90: la historia no contada”, podrá verificar esta realidad.
Y es que lo mismo ha ocurrido en ocasiones posteriores. Antes del campeonato mundial de Brasil 2014, nuevamente, hubo muchas personas que pronosticaron solo cosas malas para la selección nacional de fútbol; ni que se diga después que se supo que nos había tocado el denominado grupo de la muerte, ahí los que no creen en lo que podemos hacer dieron rienda suelta a sus profecías y vaticinios catastróficos.
En ambas ocasiones los ticos dieron la sorpresa y los agoreros tuvieron que tragarse sus palabras. Lo más patético es observar y escuchar a esas personas, posteriormente, cuando todo lo que dijeron les sale al revés; pero lo más terrible es que la historia costarricense está plagada de este tipo de personajes, de esos que no valoran en nada las capacidades de los costarricenses.
Este tipo de actitud ha llegado al extremo de argumentar que el éxito se ha debido a la influencia o participación extranjera en esas efemérides. En Italia 90 dijeron que fue por la mano de Bora Milutinovic; en Corea-Japón 2002 y Alemania 2006 porque estaba Alexander Guimaraes; en Brasil 2014 por Jorge Luis Pinto.
En la actualidad varios de estos personajes, otra vez, pronostican las peores cosas para el mundial de Rusia 2018. Dentro de las posibilidades está que nos pueda ir mal o que volvamos a sorprender a propios y extraños, lo que vaya a pasar nadie lo sabe; sin embargo, hay cabezas calientes que quieren cambiar de entrenador con la idea que ello hará que nos vaya bien en la cita mundialista. ¡Nada puede ser más irracional y poco sensato!
Lo único que genera probabilidad de éxito es el trabajo sostenido en el tiempo. Las selecciones nacionales que tienen más posibilidades de lograr mejores resultados, casi siempre, son las que han venido trabajando de manera continua y sin estar cambiando a cada rato de jugadores y de director técnico; lo anterior no garantiza el éxito pero sí disminuye las posibilidades de fracasar por errores achacables al funcionamiento del equipo y eso no es poca cosa o algo menor.
¡Tiempo al tiempo! Eso sí, que los agoreros tengan un poco de dignidad y que no se suban al coche de la victoria si hacemos un buen mundial. ¿Pero quién puede controlar esas cosas en un momento de celebración?
¡Nadie! ¡Absolutamente nadie! Por eso los agoreros siempre se salen con la suya. Oportunistas, una buena cantidad de costarricenses, somos demasiado oportunistas.