lunes, 27 de marzo de 2017

El fin justifica los medios

En política no hay espacios vacíos. La anterior es una máxima que se suele repetir, para indicar que siempre habrá personas que ocupen los espacios dejados por aquellas que no quieren seguir participando en esta actividad; en otras palabras, participe en política porque de lo contrario usted le está dejando la mesa servida a personas que no están de acuerdo con sus intereses o ideas.
La frase hay que matizarla porque no es tan simple como parece. Los espacios políticos, usualmente, son sujetos de disputa por diferentes personas y lo que normalmente sucede es que hay personas intolerantes a la dinámica política; no todos están dispuestos a ser objeto de escarnio público o a soportar las bajezas que implica la actividad política.
En la política no hay santos y tampoco se puede pretender que los haya. Los políticos tienen sus intereses y representan los de otras personas, ello implica que el mito del interés general y del bienestar de la mayoría es un discurso demagógico; para ser político es necesario asumir un enfoque realista y práctico, no se puede abrir la puerta a los sentimentalismos o a los idealismos.
El padre del realismo político es Nicolás Maquiavelo y en su obra “El Príncipe” explica muchas de las acciones que deben privar en la política. Las personas que se involucran en esta actividad, deben tener claro sus intereses y los mecanismos que tienen para materializarlos; es decir, desde la perspectiva realista no hay pie a sentimentalismos y lo que se impone son fines sin importar los medios.
En esa perspectiva hay que entender la conducta de Antonio Álvarez Desanti en relación con Óscar Arias Sánchez. El fin que justifica los medios es el aglutinar a su alrededor a los las personas que han gravitado alrededor de los Arias, ello por cuanto necesita una base social sobre la cual articular su campaña interna y así lograr su candidatura en el Partido Liberación Nacional.
Nos guste o no, Álvarez Desanti está haciendo lo necesario para cumplir con el objetivo que se propone. Su problema no es de carácter económico, ya se sabe su situación personal y familiar en este campo; lo que sí necesita son los militantes para ir a la elección con una base de apoyo que le permita derrotar a José María Figueres Olsen.
Así las cosas, los ciudadanos no tienen por qué sorprenderse de este tipo de acciones. La alianza de los Arias con Desanti o viceversa, además de un objetivo práctico, tiene una afinidad de intereses en el campo financiero y en el ámbito agrícola, se trata de la unión de dos personas que representan grupos claramente determinados y que responden a la única ideología capaz de eliminar cualquier diferencia de tipo ideológica: el dinero.
En ese sentido, desde ya, es evidente la tendencia de los medios de comunicación conservadores, de favorecer la aspiración de Álvarez Desanti. No debemos perder de vista que especialmente La Nación y Televisora de Costa Rica, desde hace tiempo tienen intereses comunes que los lleva a actuar en una misma dirección; el diario de LLorente jamás apoyará a alguien que lleve el apellido Figueres, ello ha sido así desde la génesis de ese medio de comunicación.
En síntesis, no debe de extrañarnos este tipo de alianzas y habrá que ver si Antonio Álvarez Desanti mantiene ese vínculo hasta el final. No sabemos si le va suceder lo que a Laura Chinchilla y que termine rompiendo su cordón umbilical con el principal líder del Arismo. ¡Tiempo al tiempo!

lunes, 20 de marzo de 2017

¿Qué es la soledad del poder?

El poder es un concepto que parece fácil de entender pero no lo es tanto. El poder se materializa cuando una persona hace lo que otra u otras personas quieren que haga, es decir, antes que se materialice el hecho mandado, existe influencia, fuerza u otros conceptos que no se podrían llamar “poder”; dicho de otro modo, si las personas no hacen lo que la persona o personas que tienen el poder quieren, entonces ese poder no es real.
En consecuencia, cuando hablamos del poder, muchas veces no se tiene claro de qué estamos hablando. Especialmente cuando lo asociamos a la estructura de gobierno y a la administración del Estado, tenemos la creencia que el Presidente u otros puestos de toma de decisión, simplemente dicen qué hacer y las demás personas de inferior rango van a correr a hacer lo que aquellos han decidido. ¡Nada más alejado de la realidad!
Para que una decisión se pueda concretar se requiere que existan las condiciones jurídicas, políticas y personales para que ello sea posible. No hay nada más frustrante para las personas que están en puestos de toma de decisión, el hecho de ordenar que se haga algo y ver que no pasa nada; dicha circunstancia no es, ni más ni menos, la comprobación en carne propia, de tener un poder que no es tal.
Lo que estamos diciendo es que el poder se mide por medio de los hechos. Una persona cuyas decisiones se materializan en un tiempo razonable, es una persona que tiene poder; en cambio, cuando esas decisiones no se pueden llevar a la realidad, ello refleja una ausencia de poder.
El poder que tiene un gobernante en la actualidad, por ejemplo, es completamente diferente al que tuvieron los reyes durante el Estado absolutista. La afirmación anterior que parece obvia, no lo es si entendemos el poder como un concepto que no es absoluto sino relativo; en otras palabras, su existencia depende de que las personas concreten los deseos de aquella que adopta las decisiones o lo que se va a hacer.
La soledad del poder, por tanto, no es estar solo en un despacho presidencial, dubitativo sobre cuál es la mejor decisión que se debe adoptar. Al contrario, el problema no es decidir, sino que la decisión pueda ser concretada por las personas a las que les toca materializarla; para decirlo de manera clara, la soledad del poder viene cuando usted se da cuenta que no manda nada y que pocas o ninguna de las decisiones que se adoptan llegan, finalmente, a concretarse.
Por eso es que, en nuestros tiempos, la soledad del poder se vive constantemente. Las decisiones dependen de otras personas y de otros órganos del Estado para que se puedan dar, situación que lleva a los gobernantes a la frustración y a estar en soledad con una realidad que cada día se hace más compleja; ello es matizado, únicamente, cuando son acompañados de subalternos que están dispuestos a hacer todo lo que el superior jerárquico diga, situación que puede hacer creer al que manda, de manera errónea, que sí tiene poder.
La soledad del poder es una sensación de los regímenes políticos en que las personas creen que mandan y no es así. Se trata de una sensación en que la realidad abofetea a quien piensa o tiene la falsa creencia de tener poder, por ello en los últimos tiempos y para no sentir esa soledad, hay gobernantes que han querido eliminar ese sentimiento por medio de estructuras de gobierno más verticales.
El problema del asunto es que ello supone moverse hacia modelos autoritarios, déspotas, dictatoriales y en fin, hacia una concentración de herramientas para lograr que los deseos de una o varias personas, se materialicen en los términos que ellas lo quieren.
La soledad del poder es la forma en que el pueblo le dice a los gobernantes que no pueden hacer lo que les da la gana. Lo que pasa es que hay gobernantes que nunca han entendido este mensaje del pueblo.
En ese sentido, es mejor que los gobernantes sigan cantando aquella estrofa del bolero compuesto por Palito Ortega y que ha sido interpretado por muchos cantantes como Rolando Laserie o Vincentico Valdes:
“Hola soledad, no me extraña tu presencia, casi siempre estás conmigo, te saluda un viejo amigo, que te encuentres uno más”.

lunes, 13 de marzo de 2017

¿Hasta cuándo las nuevas generaciones asumirán su responsabilidad?

La posibilidad de que Costa Rica se desarrolle depende de las nuevas generaciones. Son las generaciones estudiantiles que en los años 80´s  y 90´s tuvieron la oportunidad de acceder a la educación superior, las que pueden revertir el proceso de inequidad en que nos han subsumido sus antecesoras. Son personas privilegiadas porque la mayoría de sus pares no pudieron llegar a la universidad y una gran cantidad no pudieron terminar sus estudios secundarios. Se trata de aquellos que en medio de la adversidad y del inicio de las políticas que nos han llevado a una polarización social, lograron salir adelante y son la esperanza para lograr una renovación en la dirigencia política costarricense.
La renovación no será fácil y mucho menos consentida. Una de las características de estas generaciones que nos han llevado al retroceso como país, es que no quieren dejar el poder. Desean reelegirse indefinidamente en un puesto u otro y tienen décadas de estar enquistados en diferentes puestos de la administración pública. No están dispuestos a que nuevas personas se hagan cargo de la marcha del país, ya que ello supondría que la estructura endogámica y complaciente que se ha construido en los últimos treinta y cinco años, pueda agrietarse y salir a la luz los negocios que hay detrás de decisiones políticas y administrativas que están en la más absoluta impunidad.
Estamos hablando de dos generaciones que han colmado los puestos de toma de decisión en Costa Rica. Son personas que en este momento tienen edades promedio entre los setenta y sesenta años, que nacieron después de la década de los cuarenta y que lograron llegar a la universidad en los años 60´s y 70´s. Son aquellos que abogaban, supuestamente, por un mundo en paz  y con mayor equidad, son los mismos que en teoría estaban de acuerdo con los estudiantes que en París se dejaban decir: ¡La imaginación al poder!
En efecto, son esas personas cuya generación posterior, se ufana y tiene como principal ícono el que la empresa ALCOA se haya ido del país aun cuando los diputados de la época estuvieran de acuerdo con el nefasto contrato. Hay nombres que sobresalen en cada una de esas generaciones. Rodrigo Arias, Luis Paulino Mora, Rolando Laclé, Rodolfo Méndez, José Miguel Corrales, Miguel Ángel Rodríguez, Sonia Picado, Eduardo Lizano, etc., son solo algunos de la esa generación estudiantil de los años 60´s. No menos “eminentes” nos resulta nombres como el de Eduardo Garnier, Rebeca Grynspan, Eduardo Dorian, Fernando Herrero, Rafael Ángel Calderón, Alberto Salom, Ottón Solís y otros que forman parte de esa generación estudiantil universitaria de los años 70´s.
Las personas que nos han gobernado en los últimos años no están en disposición de irse, habrá que sacarlos por los medios que el sistema democrático costarricense pone a nuestra disposición. Ya sabemos que no es sencillo, que esos medios son objeto de manipulación por parte de los mismos que requerimos sacar; sin embargo, la renovación debe contar con el consenso del pueblo de Costa Rica y ello implica convencer antes que imponer. Muchos quisieran que esta renovación se haga por la fuerza, por medio de las armas; empero, la historia ha demostrado que es posible lograr un cambio por la vía pacífica. Tienen la palabra las nuevas generaciones.

lunes, 6 de marzo de 2017

¿Es el anarquismo igual al comunismo?

La libertad máxima conduce al anarquismo. Al contrario de lo que muchas personas desinformadas piensan, los anarquistas abogan por que no haya Estado o autoridad que atente contra la autonomía de la voluntad de las personas; dicho en palabras sencillas, se trata de un estado ideal en que los seres humanos no están sometidos a ninguna autoridad que limite la libertad de decidir y actuar.
La anarquía se parece al comunismo en el objetivo que persiguen, sin embargo, no son lo mismo. En ambos casos se procura la desaparición del Estado que, en el caso de la ideología comunista, se entiende como uno de los principales instrumentos de dominación por parte de quienes tienen la propiedad de los medios de producción; en síntesis, por razones diferentes, el comunismo también propone la eliminación del Estado.
Costa Rica está viviendo una exacerbación de ideologías en que la libertad se pretende llevar a sus últimas consecuencias. Como el término libertad puede asociarse a diferentes actividades, en este caso, estamos hablando de la libertad de empresa; en efecto, con la llegada de la empresa trasnacional UBER se ha desafiado la autoridad del Estado y se ha pretendido decir que dicha empresa está legitimada para funcionar, independientemente de lo establecido por el ordenamiento jurídico costarricense.
Lamentablemente la Sala Constitucional no ha sabido leer lo que está en juego con este y otros asuntos. A pesar que esa jurisdicción hace gala de un exceso de autoridad en sus interpretaciones y sentencias, en esta ocasión ha preferido ser poco clara (ya se está volviendo costumbre en los asuntos álgidos) y no ha reafirmado la autoridad del Estado frente a esta empresa transnacional.
Lo anterior se suma a otras sentencias que han venido restando autoridad a la institucionalidad costarricense. Ahora, ya no solo las personas se creen con el “derecho” de cuestionar la autoridad de los diferentes estamentos policiales, judiciales o municipales, sino que también se desobedecen muchas leyes vigentes que se consideran que no deberían existir.
Una mayoría de costarricenses se creen con el “derecho” de hacer lo que les da la gana. Se trata de una idea errónea en que se le ha hecho pensar a las personas que la autoridad del Estado es inconveniente y que las personas deberían poder hacer lo que consideren más adecuado para sus intereses; sin lugar a dudas, esto ha traído consecuencias que todavía no hemos podido observar en su verdadera dimensión.
Ejemplos sobran de lo que está trayendo esta forma de pensar de los costarricenses. Actualmente hay personas que atropellan a otros seres humanos y consideran que tienen la libertad de irse del lugar de los hechos, aunque esta acción implique dejar moribundo o fallecido a otra persona que ha sido perjudicado por la acción libre e irresponsable de un semejante.
Los medios de comunicación, según ellos, pueden publicar lo que les da la gana so pretexto de una libertad que no acepta ningún intento de normar su actividad. Cada vez que se intenta que paguen lo que les corresponde por el uso del espectro radioeléctrico, hablan de atentado contra la libertad de expresión, de prensa, de pensamiento y de empresa; claro está, ello va depender de quiénes estén en el gobierno y las formas de relacionarse con los propietarios de esos medios de comunicación.
Los anteriores ejemplos junto con otros que se podrían plantear, brinda un panorama peligroso para la estabilidad política de Costa Rica. Cuando se aboga por la mayor libertad posible, los grandes beneficiados serán los que tengan el mayor poder; dicho de manera sencilla, la falta de autoridad del Estado a los únicos que beneficia son a quienes tienen el poder, es decir, aquellos que pueden realizar su voluntad porque tienen los recursos económicos, políticos e ideológicos para que las demás personas los obedezcan.
Polos opuestos se tocan y se abrazan. El problema es que la mayoría de las personas ni siquiera se percatan de esta realidad y muchas veces luchan entre sí, sin entender que están abogando por un mismo resultado.