lunes, 30 de marzo de 2015

La religión no puede ser irracional

El diccionario de la Real Academia Española en su primera acepción define la religión como un: “Conjunto de creencias o dogmas acerca de la divinidad, de sentimientos de veneración y temor hacia ella, de normas morales para la conducta individual y social y de prácticas rituales, principalmente la oración y el sacrificio para darle culto.”
Como podemos observar se trata de una definición compleja que debemos desmenuzar para tratar de entenderla. ¿Qué es una creencia o un dogma? ¿Es lo mismo una creencia que un dogma? ¿Qué es una divinidad? ¿Hay una única divinidad o pueden haber varias? ¿Por qué la divinidad genera sentimientos en las personas? ¿De qué depende que sean sentimientos de veneración o que por el contrario sean de temor? ¿Es lógico que se puedan dar los dos sentimientos a la vez, es decir, veneración y temor al mismo tiempo? ¿Las normas morales para la conducta individual o social son producto de la religión o de las personas que han utilizado a la religión para normar la conducta de las personas? ¿Son necesarias las prácticas rituales para que haya una religión o puede haber religiones sin prácticas rituales? ¿Por qué es necesaria la oración y el sacrificio en las religiones, en lugar del silencio y la abstención de ofrendas públicas?
Tratando de ajustarnos a los significados de cada una de las palabras utilizadas en la definición que hemos expuesto, los seres humanos creemos cuando tenemos por cierto algo que el entendimiento no alcanza a comprender o que ese algo no está comprobado o demostrado. Nótese que ese algo se supone que cumple la función de sustantivo en la definición, es decir, ya de entrada creemos que hay algo aunque también podríamos creer lo contrario, a saber: creer que no hay nada.
La base fundamental de toda religión es que las personas crean en algo que no puede ser comprobado pero tampoco demostrado por el entendimiento humano. La paradoja está en que, bien mirado, si ese algo en que creemos no puede ser comprobado o demostrado entonces la existencia de ese algo, difícilmente, puede ser afirmada.
Las religiones se nutren de seres humanos que creen en algo que no puede ser comprobado pero que tampoco puede ser demostrada su inexistencia y ante esta disyuntiva, una buena cantidad de personas deciden creer en la existencia de ese algo. Por ello, todas las religiones fomentan la fe de las personas que consiste en creer en ese algo sin dar lugar a la duda de su inexistencia; en otras palabras, la fe y la duda se suelen considerar conductas contradictorias entre sí, por eso a lo largo de la historia ha costado tanto que la religión y la ciencia puedan estar juntas.
Históricamente también a ese algo, una vez que hemos creído en su existencia, se le ha denominado de diferentes formas y se le han otorgado características distintas. Dentro de nuestro idioma le hemos otorgado el nombre de Dios, sin embargo lo fundamental no está en el nombre sino en las características que le asignamos a ese algo; en ese sentido, lo normal es que se le atribuya procesos cognitivos similares a los que tenemos los seres humanos, sin embargo, al mismo tiempo, se le diferencia de los seres humanos porque es omnipotente, es decir, que todo lo puede; es omnipresente, o sea, que está en todas partes; es omnisciente, a saber, que todo lo sabe; y bueno, todos los “in” que el ser humano sí es: in-finito, in-mutable, etc.
Asimismo, en el devenir histórico de los seres humanos se ha debatido si esas características corresponden a un sólo ser o si por el contrario pueden existir varios seres que cumplan con esas características o, incluso que haya seres que poseen algunas y otras no. De ahí han surgido religiones monoteístas como el zoroastrismo y judaísmo, o religiones politeístas como las practicadas por los egipcios, griegos, romanos, celtas o hinduístas, entre otros.
Las características de ese algo que constituye la divinidad sobre la cual gira cada una de las religiones son muy diversas. En algunos casos se trata de un Dios castigador, en otras aparece con una imagen de vengador, otros le atribuyen la característica de guerrero, hay casos en que es misericordioso, en fin, que en otros casos puede ser un Dios que tiene todas las características a la vez y las aplica dependiendo de las circunstancias.
Por tanto, en la base de todas las religiones está la definición de las características de algo a que llamamos Dios y a partir de ello se establece el dogma de cada religión. Se puede creer en ese algo que hemos denominado Dios y al mismo tiempo en el dogma que ha establecido la religión respectiva en relación con las características de esa divinidad; o bien, se puede creer en Dios pero no en el dogma de la religión respectiva; o se puede no creer en el dogma y tampoco en la divinidad, situación que nos llevaría agnosticismo y a otras posiciones que cuestionan la idea de Dios y a las religiones.
En todo caso, lo que queremos hacer ver, es que los sentimientos que va generar la divinidad en la que creemos, dependerá de las características que le otorguen las diferentes religiones. Si creemos en varios Dioses, probablemente, le tengamos temor al Dios de la Guerra y sintamos afinidad por el Dios de la sabiduría; por el contrario, si creemos en un único Dios, sentiremos temor por el Dios judío del antiguo testamento y afinidad por el Dios misericordioso del nuevo testamento.
Finalmente, como se puede deducir, todo depende de lo que decidamos creer. El problema está en que la mayoría de las veces se trata de una imposición y no de una decisión, ya que las creencias son impuestas por medio del proceso de socialización que experimentamos desde que somos niños y cuando crecemos, en no pocos casos, rehuimos a cuestionar y someter a la duda crítica, los dogmas religiosos que se nos han inculcado.
Y es que mucha gente piensa que el cuestionar los dogmas de una determinada religión supone una afrenta para la persona que cree en una determinada deidad y está de acuerdo en interiorizar y seguir unos determinados dogmas. Por el contrario, no se cuestiona a la persona la cual tiene derecho a creer en la deidad y en los dogmas que considere pertinentes, sin embargo, esa libertad debería ir acompañada por una reflexión respecto a las bases sobre las que se asienta la religión que la persona decide seguir y sobre todo, de un análisis de las normas de conducta (individuales o sociales) que son promovidas por quienes le dan forma, interpretan y dirigen las diferentes denominaciones religiosas.
Existen muchas normas que han establecido las religiones cuyo fundamento merece ser analizado para convencerse de su pertinencia o de su impertinencia. Si al final la persona llega a la conclusión de la bondad de la norma y decide aplicarla a su vida, ¡en buena hora!; pero que no sea porque le ha sido impuesta por un proceso irreflexivo de socialización familiar o comunal, porque ello ha generado los peores fanatismos que la humanidad ha vivido a lo largo de la historia.
Nótese que hemos hablado de las religiones en general y no, como suele suceder, de la vertiente del cristianismo que tiene relación con la Iglesia Católica, Apostólica y Romana que es la predominante en Costa Rica. Hay gente cuyo dogmatismo llega a tal extremo que desconocen que la religión cristiana tiene su origen en el judaísmo e ignoran que desde el cristianismo primitivo, se han dado divisiones que han dado como resultado la existencia de otras denominaciones como, por ejemplo, el cristianismo ortodoxo y el cristianismo protestante.
Da mucha pena escuchar personas que repiten frases o pasajes de los textos que se consideran sagrados y no se cuestionan lo que allí dice. No estamos hablando de cuestionar la veracidad o no del texto, ya que estamos partiendo del hecho que se asume como cierto desde la perspectiva de la fe; sino que estamos indicando que ni siquiera se analiza si el contenido o la interpretación que algunas personas hacen de los textos, se pueden aplicar o no a la realidad que vivimos en nuestros días.
Necesitamos personas que experimenten su religión de una forma más crítica y libre. Que las buenas relaciones con el prójimo sean porque me he convencido que esa norma de conducta es adecuada para el buen vivir y no porque la dijo tal o cual persona a la que se le atribuyen poderes extraordinarios, o porque dicen que fue bendecido por una determinada deidad para poder escuchar su voz.
Que las prácticas rituales sean sometidas al filtro de la razón y no a una costumbre irreflexiva, permitirá que las personas valoren hasta qué punto es necesario mantener, modificar o eliminar un determinado rito. Han habido oraciones y sacrificios que no han sido coherentes con las acciones de las diferentes religiones, la historia está marcada de momentos en que se ha embocado a Dios para, acto seguido, proferir a las personas los más crueles sufrimientos y afrentas contra su humanidad.
Que cada quien decida en que quiere creer, pero que lo decida racionalmente y no como un borrego que forma parte de una rebaño que se somete dócilmente a los designios del pastor. No por casualidad la metáfora del rebaño se utiliza en todas las religiones del mundo, el problema está en saber si las reglas del rebaño son sensatas o si, por el contrario, nos llevan hacia el despeñadero.

lunes, 23 de marzo de 2015

¿Por qué nos fotografiamos chingos?

Recientemente se han dado varios hechos en el ámbito nacional, en que han trascendido fotografías de personas desnudas en las redes sociales. Hace algún tiempo se había dado el caso de un vídeo en que una persona aparecía en ropa interior y manifestando una serie de frases provocativas dirigidas a otra persona que, al parecer, tenía el sobrenombre de “Pequis”.
Ante este tipo de situaciones uno se pregunta: ¿Por qué los seres humanos tienen la necesidad de fotografiarse chingos? ¿Cuáles son las motivaciones o razones para que una persona necesite hacer este tipo de acciones? ¿Se trata de una necesidad sicológica o responde a una conducta inducida socialmente? ¿Por qué esta conducta, pareciera, se ha incrementado más en los últimos tiempos?
Desde el principio de estas líneas quiero dejar claro que no vamos analizar el tema jurídico que hay detrás de este asunto. En mi caso resulta claro que si una persona tiene fotografías en un dispositivo de almacenamiento electrónico y le es sustraída la información allí contenida, estamos ante un hecho ilícito que debe ser sancionado; sin embargo, la cosa es diferente cuando la persona por su propia voluntad, decide exponer la información y en concreto fotografías íntimas, en cualquiera de los sitios que existen en la Word Wide Web.
La voluntad tiene una importancia medular en este tipo de casos, ya que puede definir si estamos en presencia de un delito o no. Se ha dicho hasta la saciedad que cualquier información que una persona coloque en la internet, tiene altas probabilidades de poder ser accesada por otra persona en cualquier parte del planeta; sin embargo, tampoco es lo mismo colocar la información en un sitio en que se requiere el acceso por medio de contraseñas a hacerlo en otros sitios en que no hay restricciones y cualquier persona puede visualizarlos abiertamente.
La sustracción de información de los sitios en que se requiere contraseña para ser accesado, ha sido considerado como un hecho ilícito. Por el contrario, cuando ha sido la persona la que ha expuesto su información al público, por error o voluntariamente, se ha considerado que tiene que asumir las consecuencias de ese tipo de acciones dolosas o culposas.
Como se observa, todas estas hipótesis tienen en común que la información almacenada, fotos, vídeos, audio, texto, etc., ha sido creada por la persona que posteriormente es perjudicada por la difusión que se hace en internet. No obstante, se ha venido dando también la situación en que la persona es fotografiada, filmada o grabada sin su consentimiento y después el archivo digital correspondiente, es difundido por medio de la internet por terceros y con el perjuicio correspondiente para la persona que no consintió o no se percató del hecho.
Existen otros supuestos de hecho que se podrían analizar en relación con este tipo de situaciones, sin embargo, insistimos, aquí no nos interesa el tema jurídico. Lo que queremos es intentar responder a la pregunta: ¿Por qué una persona tiene la necesidad de fotografiarse a sí misma desnuda ?
Se podría plantear una primera hipótesis que consiste en una necesidad de carácter estético. La persona se fotografía para detectar qué partes de su cuerpo no coinciden con el estereotipo de belleza femenina o masculina imperante en la sociedad occidental, es decir, con base en la fotografía de su propio cuerpo puede comparar características de un modelo ideal o de personas reales y a partir de esa comparación, intentar corregir aquellas características que no están acorde o se alejan del ideal.
Si se trata de una mujer, puede ser que la fotografía que ella misma se hizo evidencie que su nariz está torcida, que sus senos o sus glúteos no están acorde con las medidas que la sociedad exige, que sus piernas son más delgadas o más gruesas que el promedio, en fin; si por el contrario se trata de un hombre, la fotografía puede mostrar que sus orejas son más grandes de lo normal, que tiene los dientes torcidos, que su abdomen no está definido como un tablero, que su miembro reproductor no cumple con el tamaño promedio o que tiene más pelos de la cuenta. ¡En fin!
Los criterios que hemos señalado y otros que se podrían indicar, nos lleva a la conclusión que existe una motivación más allá del criterio estético. En efecto, la necesidad de la persona de fotografiarse desnuda, no tendría como objetivo una necesidad estética sino que busca saciar algo más profundo; en ese sentido, dado que hemos descartado la primera hipótesis, podríamos ensayar una segunda hipótesis relacionada con mito de Narciso.
En la mitología antigua encontramos tres versiones de este mito, sin embargo, la más conocida es la escrita por Ovidio en el tercer libro de “Las Metamorfosis” en el año 43 A. C. Resumidamente, de acuerdo con este texto, se cuenta que Narciso fue tentado por Afrodita a contemplar su imagen en la superficie del agua y al verla reflejada, sintió una fascinación por su propia imagen de la que no pudo sustraerse; consiguientemente, al no poder tocar ni abrazar al ser que veía reflejado en el agua, Narciso quedó subyugado por la bella imagen de sí mismo al punto que se retrajo de toda posible relación amorosa con otros seres y también dejó de atender sus propias necesidades básicas, con lo cual su cuerpo se fue consumiendo para terminar convertido en la flor que hoy día lleva su nombre.
En consecuencia, este tipo de conducta está relacionada con lo que muchos años después y basándose en el mito de Narciso, Sigmund Freud denominó como una personalidad narcisista. Se trata de personas que viven enamoradas de sí mismas pero necesitan ser admiradas y aduladas, se consideran las personas más bellas, inteligentes y perfectas, pero viven preocupadas por el reconocimiento externo y requieren ser el centro de atención de los demás.
Según los autores que han estudiado esta conducta, la persona que presenta esta personalidad narcisista suele aparentar una gran autoestima, se presenta como una persona muy segura, que sabe lo que quiere y completamente resuelta. Sin embargo, en la realidad esta conducta esconde un vacío interno y una serie de carencias que lleva a los narcisistas a mirarse continuamente en el agua, en el espejo, en lo que piensan los demás de ellos o como en nuestro caso, a fotografiarse en su desnudez para ver a la persona de la que están enamorados.
El narcisismo, por tanto, pareciera ser la razón que lleva a las personas a fotografiarse desnudas para contemplarse, una y otra vez, en un proceso enfermizo de adulación propia que llega a esos extremos. No basta con contemplarse en la imagen efímera del espejo, sino que el narcisismo exige una imagen permanente que pueda ser admirada de manera continua y sin cambios; empero, el narcisismo más exacerbado requiere, en la actualidad, del mayor reconocimiento posible y por ello no dudan en utilizar la internet para tales efectos.
En todo caso y para lo que interesa a estas líneas, debemos dejar constancia que en el origen de la mayoría de escándalos sobre la publicación de archivos digitales íntimos, lo que está en la base de la mayoría de los casos es la conducta narcisista de las personas perjudicadas. Dicho de otro modo, sin narcisismo no hay material para el escarnio y la exposición pública; salvo en los casos en que las fotografías, el vídeo o el audio hayan sido creados por un tercero y sin el consentimiento de la persona perjudicada, en cuyo caso estamos en una evidente violación de su intimidad e imagen .
El narcisismo siempre ha existido, pero con el auge de las redes sociales ha quedado en evidencia que es un mal padecido por muchas personas. Ahora bien, quizás todos tenemos algo de narcisistas y ello se manifiesta de diferentes formas en nuestra vida; por ello, al final, el problema se resume no tanto en no padecerlo sino en tener consciencia de nuestro propio narcisismo.

lunes, 16 de marzo de 2015

Hablemos de impuestos

Para algunos distinguidos lectores de esta columna, un filósofo no debería hablar de economía. No obstante, como lo he indicado en muchas oportunidades, la filosofía está en la base de las diferentes ciencias del conocimiento y la economía no es la excepción; dicho en otras palabras, la filosofía atraviesa transversalmente a todas las ramas del conocimiento y aquellos que no logran captar esta realidad, muestran falencias importantes en su formación o un entendimiento muy limitado de la realidad.
Está claro que desde la filosofía, no nos va interesar discutir sobre temas tan puntuales como el hecho generador de la obligación tributaria o sobre los títulos de deuda pública para allegar recursos a las finanzas del gobierno. Lo que a nosotros nos interesa, insisto una vez más, es hablar de los fundamentos que sustentan a los impuestos, ya que en estos tiempos hay personas que pierden de vista las razones que dan sentido a la economía, a saber: satisfacer las necesidades humanas con los limitados recursos que existen.
La palabra impuesto viene del término latino “impositus” y no hay que ser muy brillante para deducir que se corresponde con el verbo imponer, es decir, los impuestos son una imposición que se hace a las personas por parte de aquellos que tienen el poder de hacerlo. Históricamente, quienes han tenido o poseído la fuerza física, son los que han obligado a quienes no la tienen; es decir, imponen una obligación cuyo cumplimiento es exigido por aquella persona o grupo que tiene la mayor fuerza en la sociedad respectiva.
Como también hemos mencionado en otro momento, el poder político consiste en tener o poseer la fuerza física para hacer cumplir la voluntad de una determinada persona o grupo. A diferencia del poder ideológico o del económico, el poder político se manifiesta haciendo obedecer a las personas a través del uso de la fuerza física; es decir, en el pasado si una persona no estaba de acuerdo o no quería pagar un impuesto establecido por quien tenía el poder político, se le obligaba por medio de soldados o mercenarios a hacerlo, o en caso contrario, se le despojaba de sus bienes por la fuerza y se le sometía al trabajo esclavo o a la cárcel.
Con el advenimiento del Estado moderno, el uso de la fuerza física pasó a ser monopolizado por el Estado, sin embargo, los impuestos continuaron siendo decisiones que se tomaban por aquellos que tenían el poder político. Especialmente en la época del absolutismo europeo, las monarquías impusieron a sus súbditos tributos para financiar guerras o grandes palacios; muy pocas veces aquellos impuestos sirvieron para hacer obra pública o para mejorar la vida de las personas, ya que aquellos recursos se utilizaban para financiar los privilegios de la nobleza y de las familias reales que tenían el poder político.
Fue la filosofía de los autores iusnaturalistas que abogaban por la existencia de derechos naturales de las personas, la que sirvió de base para que la ideología liberal promoviera el establecimiento de límites al poder político de lo monarcas. Con base en esas ideas se consignó que la soberanía del Estado correspondía al pueblo y que las decisiones que afectaban a todos los miembros de la sociedad, no podían ser adoptadas de manera arbitraria o antojadiza por parte de quienes ejercían el gobierno del Estado.
Es así como surgió, por una parte, el Estado liberal cuyo objetivo principal fue limitar el poder político de quienes ejercían el gobierno, objetivo que se materializó por medio del Estado de Derecho y el respeto del principio de legalidad. Como complemento de este proceso histórico, más tarde nacería el Estado democrático que tenía como propósito arrebatar a los monarcas la potestad de decidir y promulgar las leyes que debían ser cumplidas por cada uno de los miembros de la sociedad.
Debido a que en aquellos tiempos ya no era posible ejercer la democracia directa de los antiguos debido al crecimiento de la población y a las grandes extensiones territoriales de los Estados, el Estado Democrático desarrolló la estructura y procedimientos de la democracia representativa. En otras palabras, la soberanía de cada una de las personas de la sociedad iba a ser delegada a sus representantes para que ellos, en su nombre, emitieran las leyes con base en las cuales se iban a regir las personas designadas para ejecutar lo dispuesto en la ley.
Es así como en materia de impuestos y en otras materias, la decisión que antes el monarca tomaba de manera arbitraria ahora debía contar con el consentimiento de los súbditos a través de la aprobación de una ley. Dicho en términos más modernos, el poder político ejercido por medio del Estado no podía imponer tributos de forma arbitraria sino que ahora requería que los ciudadanos, por medio de sus representantes, emitieran su consentimiento para auto imponerse el pago de tributos a través de la aprobación de una ley que así lo dispusiera.
Es por ello que corresponde a los representantes de los ciudadanos a los que se les ha encargado la función de legislar, valorar y decidir sobre la creación, modificación o eliminación de los impuestos. Ni los representantes del pueblo que han sido comisionados para ejecutar las leyes y tampoco aquellos a los que se les ha encomendado juzgar el cumplimiento del ordenamiento jurídico, tienen la posibilidad de legislar en materia de impuestos; nos guste o no, le atañe a los legisladores decidir en nombre del resto, si se crean nuevos impuestos, si se modifican los que hay o si se eliminan algunos de los existentes.
El problema es que, al igual que en el pasado, hay personas a los que se les dispensa de pagar impuestos o que pagan menos que otros. En efecto, si en los Estados absolutistas los privilegiados eran las personas vinculadas a la nobleza o al clero, en la actualidad también hay personas que no pagan impuestos o lo hacen en menor medida; el asunto no es nuevo y está relacionado con las relaciones de poder que se han dado a lo largo de la historia en esta materia, es decir, hay personas o grupos que han logrado crear o mantener privilegios fiscales a costa de otros grupos sobre los cuales han recaído los impuestos aprobados en el órgano legislativo.
Por eso, antes de discutir sobre la creación, modificación o eliminación de impuesto, primero se debe contestar las siguientes preguntas: ¿Cómo está distribuida la carga tributaria que en la actualidad rige en Costa Rica? ¿Qué porcentajes son los que aportan cada persona, grupo, sector o actividad, en materia de impuestos? ¿Sobre los hombros de quién o quiénes está recayendo los ingresos del Estado costarricense?
La contestación a las anteriores preguntas no se resuelve indicando lo que establece la ley en cada caso, porque ello nos daría un dato formal que no necesariamente se corresponde con el aporte real que realizan los contribuyentes. En otras palabras, al mismo tiempo que respondemos las anteriores preguntas, habría que cuestionarnos: ¿Cuál es el aporte real de los diferentes sectores al erario público? ¿Qué porcentaje de lo que le corresponde pagar a cada contribuyente es efectivamente pagado?
Aquí nos vamos a encontrar que en Costa Rica sucede un fenómeno similar al que ocurría en las monarquías europeas, ya que los ingresos del Estado recaen en su mayoría en las personas o grupos que menos tienen. Debido a las relaciones de poder y a los intereses que defienden los diputados que han estado en la Asamblea Legislativa en los últimos treinta años, la carga tributaria está sustentada en impuestos indirectos o regresivos y no al revés; en otras palabras, las leyes aprobadas por estos diputados han gravado a los sectores con menos ingresos y han favorecido a los que más tienen.
Asimismo, se han concentrado en aprobar o aumentar los tributos en aquellas actividades en que la posibilidad de evasión en mínima y, en contraste, se han olvidado de gravar aquellas en que la evasión es más acusada por la falta de controles o por la impericia del Estado en la detección de los mecanismos de evasión. Dicho en palabras sencillas, por ejemplo, se ha preferido crear un impuesto al salario de los empleados públicos en lugar de gravar el impuesto sobre la renta; se ha aumentado el impuesto sobre las ventas, en lugar de aumentar el impuesto a los dividendos de las empresas; se ha preferido gravar a los trabajadores en lugar de gravar a los que tienen sus dineros en paraísos fiscales o en la banca off shore.
Los trabajadores aunque quisiéramos no podemos evadir al fisco porque el impuesto es retenido en la fuente, en cambio, los empresarios (no digo que todos) tienen diferentes mecanismos para no pagar impuestos. Todo el mundo sabe que hay algunos que declaran gastos que no son ciertos utilizando escudos fiscales, algunos tienen el descaro de declarar todos los años pérdidas o que no tuvieron dividendos, en fin, se trata de personas que tienen el dinero para pagar a profesionales para que busquen los portillos legales y contables para evadir al fisco. ¡Y si te vi, no me acuerdo!
La cultura de estos sectores es tan arraigada que cuando se aprobó el impuesto a las casas de lujo, estuvieron atentos a ver cómo lograban evadir su pago. Se presentaron diferentes acciones legales mientras tenían tiempo para ingeniarselas para segregar terrenos que en la realidad son un sólo inmueble, pero en Registro Público aparecen inscritos en dos o más propiedades independientes; en otras palabras, aunque no se puede generalizar, está gente aplica la ley del embudo y no tienen el menor sonrojo de aprovecharse de un Estado cuyos ingresos descansan en los hombros de los que menos tienen.
Por eso, antes de hablar de crear, modificar o eliminar impuestos, hay que pedir al Poder Ejecutivo y al Legislativo que expliquen la distribución de la carga tributaria y quiénes son los que realmente están aportando a los ingresos del gobierno. Una vez que tengamos clara esa información y que la mayoría de costarricenses entienda la inequidad que hay en este aspecto, lo que procede es una redistribución de los impuestos que ya existen; si son los trabajadores los que más aportan, por ejemplo, lo que corresponde es una redistribución en la que las empresas y sus accionistas equilibren o aumenten el aporte del sector laboral.
Se puede alegar que ello supondría de por sí una modificación, sin embargo, no es lo mismo modificar los impuestos que ya existen a cambiar aumentando los porcentajes de los impuestos vigentes. En efecto, no es igual que se tenga claro que el impuesto de ventas se paga con independencia de los ingresos del contribuyente y que se debe cambiar ese criterio para tomar en cuenta los ingresos de las personas.
Estamos claros que con la introducción del Impuesto al Valor Agregado (IVA) se genera un cambio en la forma de recaudar, pero el criterio de justicia tributaria se mantiene igual. Utilizando la clasificación aristotélica clásica entre justicia conmutativa y justicia distributiva, se mantiene el primer criterio en lugar de cambiar al segundo, con lo cual la carga tributaria seguirá sobre los hombros de los que menos tienen; en otras palabras, si el costarricense más millonario va a cenar al mismo restaurante al que asiste cualquier trabajador, a ambos se les cobrará el mismo porcentaje por concepto de IVA, sin embargo, entre uno y otro hay por lo menos varios millones de colones de diferencia.
En síntesis, antes de entrar a un debate sobre impuestos, pongamos en claro: Sobre qué personas descansa la estructura tributaria costarricense y quiénes son los que sí pagan los impuestos. Si la mayoría de costarricenses tuvieran consciencia de la respuesta de estas dos preguntas, difícilmente se hubiera permitido que las cosas llegaran al grado de inequidad tributaria al que hemos llegado.
Recordemos las palabras de uno de los padres fundadores de los Estados Unidos y para que no digan que la solicitud de un criterio de justicia distributiva es un asunto de izquierdas, decía Thomas Paine: “Hay dos clases distintas de personas en la nación, aquellos que pagan impuestos y aquellos que reciben y viven de los impuestos”.

lunes, 9 de marzo de 2015

Debemos intentar hacer una filosofía militante

Los lectores acuciosos que han tenido la bondad de leer esta columna, se habrán dado cuenta que nos hemos venido ocupado de tres temas que se pueden tratar de forma independiente pero que están interrelacionados entre sí. En nuestro programa editorial nos habíamos propuesto ir analizando de manera intercalada lo relacionado con el poder ideológico, el poder económico y el poder jurídico; todos estos poderes se vinculan entre ellos y se complementan con el poder político en sentido estricto, es decir, con aquel poder del que muchos hablan pero pocos entienden.
Por ello hemos escrito de los medios de comunicación y de la forma en que los profesionales en periodismo y en comunicación realizan su trabajo. Hemos criticado su falta a los fundamentos medulares, no sólo éticos, de la profesión que ejercen y que aquello constituye una falta de respeto a los ciudadanos que, finalmente, somos los que tenemos el derecho a la información; en otras palabras, el asunto ha llegado a tales niveles, que no es casual que se pida un debate sobre la forma de actuar de los empresarios de la comunicación y de los trabajadores, periodistas o no, que laboran en esta actividad.
El poder ideológico es algo más amplio, porque involucra la política educativa y sus contenidos, así como los influjos que la población costarricense recibe por medio de los medios de comunicación extranjeros. Cualquiera que haya podido observar un noticiario de diferentes cadenas de televisión, podrá darse cuenta del sesgo en la información que recibimos en relación con lo que pasa en otros países; por ejemplo, no es lo mismo informarse del conflicto Sirio en CNN que hacerlo por medio de la cadena Al Jazeera, lo mismo sucede a nivel continental, regional y nacional.
En consecuencia, bienvenido el debate que está planteando la Presidencia de la República en relación con la forma en que se informa en Costa Rica. Ahora bien, si por la víspera se saca el día, lo que vamos a tener es a los dueños de medios de comunicación, a los directores de noticiarios y programas, a los “periodistas” y hasta los técnicos, haciendo una apología de su permanente accionar; digámoslo claramente, desde su perspectiva, su forma de actuar es necesaria para que el negocio pueda funcionar, si los medios de comunicación no informaran lo negativo del gobierno, éste no tendría que invertir las ingentes cantidades de dinero que gasta para tratar de desmentir e informar lo poco o mucho que hace el gobierno.
A la par de este tema encontramos el económico en sus diferentes vertientes. En nuestro caso hemos hecho énfasis en el problema del empleo y en la forma de actuar de una buena cantidad de empresarios costarricenses. Desgraciadamente para Costa Rica, cantidad de empresas ya no son de capital costarricense y ello ha generado desinterés en que el país se desarrolle para el bienestar de la mayoría de sus habitantes; muchas de las empresas más emblemáticas, ya han sido vendidas por parte de la tercera o cuarta generación de sus propietarios.
No obstante, el tema económico es todavía más amplio y tiene que ver con el sector financiero, con los grupos que califican o valoran las economías en sus diferentes aspectos y con los inversores que en lugar de aumentar la producción, se dedican a especular en el mercado financiero con las consecuencias que hemos visto con la crisis financiera del año 2008; cualquiera que quiera darse una idea de la forma en que los grupos vinculados al sector financiero realizan sus negocios en perjuicio de la mayoría de los ciudadanos, no tiene más que ver el documental denominado “Inside Job”, dirigido por Charles Fegurson y que recibió varias nominaciones y premios, entre ellos el Oscar al mejor documental en el año 2011.
Hemos dedicado menos tiempo, hasta el momento, al poder jurídico. La idea es ir develando la forma en que los grupos de poder han utilizado la ley y la interpretación que se hace de ella, para imponer sus intereses; en otras palabras, llevamos varios años en que se ha venido dando una transformación jurídica que muy pocos han podido apreciar y ello se ha sumado a lo que hemos denominado “la dictadura” del artículo 13 de la Ley de la Jurisdicción Constitucional.
Por medio de la ley se han abierto las puertas para que los servidores de los intereses privados en el gobierno de la República, aprueben y firmen contratos que son lesivos a la Hacienda Pública; sin embargo, con base en una definición reduccionista del valor jurídico de la seguridad o certeza jurídica, han pretendido que la población crea que aquel valor se reduce únicamente al cumplimiento de los contratos y al respeto de las obligaciones que han logrado imponer al Estado.
Incluso han querido ir más allá y en un momento en que la balanza ideológica está a favor de la tesis del libre mercado, han planteado la “necesidad” de una Asamblea Nacional Constituyente en la que, no me cabe la menor duda, irán por las normas constitucionales de carácter social. Sólo basta recordar como con el proceso constituyente que aprobó nuestra carta magna en 1949, en un momento en que estaban en boga las ideas de bienestar social, el proyecto de Constitución redactado por Rodrigo Facio y otros ilustres intelectuales,  fue rechazado para tomar como base la Constitución Política de 1871. ¡Imaginen lo que pasaría en nuestros tiempos!
Todavía no hemos hablado del poder político que, para los que saben de su teoría general, consiste en tener a la orden el monopolio de la fuerza física del Estado. No vamos ahondar en este aspecto por el momento, sin embargo, ese monopolio es un aspecto que se las trae si consideramos la cantidad de empresas de seguridad privada que existen en Costa Rica; en otras palabras, en la actualidad, el monopolio de la fuerza pública está en cuestionamiento al hacer un inventario de la fuerza privada reunida en las empresas de seguridad. Digámoslo de manera sencilla: el monopolio se rompió y eso que no estamos considerando la fuerza que manejan los grupos de crimen organizado.
Todos estos poderes (ideológico, económico, jurídico y político) en la realidad se encuentran mezclados y son difíciles de distinguir en sentido neto. A efecto de explicar el fenómeno se pueden individualizar y caracterizar, sin embargo, en la práctica están interrelacionados y actúan de manera entrelazada, con lo que no es raro encontrar personajes que concentren varios poderes a la vez, aunque sus nombres no aparecen formalmente vinculados con cada uno de estos poderes.
He querido hacer esta aclaración para algunos estimados lectores que han tenido la deferencia de escribirme a mi correo electrónico o al blog de Poliédrica, para externar algunas coincidencias y críticas en relación con algunos de los artículos que he escrito. Dicho de otro modo, la mayoría de los artículos (no todos) responden a un programa de análisis que busca explicar desde nuestra perspectiva, la realidad que está viviendo nuestro país, como es lógico, no se pretende y tampoco conviene que todos los lectores estén de acuerdo con este articulista; no obstante, si se ha procurado usar un lenguaje en el que los adjetivos descalificadores y ofensivos no sean utilizados, ello bajo la idea que no existe una sola verdad y que toda persona tiene el derecho de expresar la suya.
De igual manera, se han citado a diferentes autores y no por pedantería intelectual o por hacer uso de herramientas de autoridad, sino con la idea de brindar referencias a las que los lectores puedan acudir para contrastar nuestras posiciones y también las suyas. La referencia de los autores clásicos nos permite a todos vacunarnos contra la soberbia intelectual y a ni siquiera pensar que nuestras posiciones son la verdad absoluta y que las demás opiniones son las equivocadas; cuando vemos la obra de los autores clásicos no queda más que percatarse de la inmensidad de su pensamiento y sobre todo, poner en su verdadera dimensión el propio.
Para quienes me han preguntado, les respondo que tengo afinidad por el liberalismo en lo político, es decir, al igual que los liberales clásicos, abogo por un poder limitado en todas sus dimensiones. La historia nos demuestra que los seres humanos tenemos la tendencia de abusar del poder que tenemos o se nos confiere, como hemos dicho en varias ocasiones, los seres humanos cargamos más vicios que virtudes y por eso ha sido necesario establecer reglas que puedan ser exigidas por medio de la coactividad que brinda el Derecho.
Pero también soy socialista en lo económico, aunque el significado de la palabra no tenga nada que ver al que se le da en Costa Rica. Ni siquiera se refiere al socialismo latinoamericano y mucho menos al denominado comunismo real, es decir, al que ha prohijado a los regímenes dictatoriales que tanto daño le hicieron a las ideas del socialismo utópico e incluso al marxismo como teoría política y económica; el socialismo al que nos referenciamos es el que aboga por promover una economía en la que haya más equidad para el mayor número de personas, es decir, que la riqueza de la nación no se acumule en pocas manos, sino que pueda servir para aumentar las oportunidades para que las personas puedan tener una vida más digna y con menos vicisitudes de las que ya tenemos.
Desgraciadamente, un liberalismo y un socialismo como los que mencionamos, la historia se ha encargado de mostrar lo complicado que es su puesta en práctica. Los seres humanos somos egoístas y ambicionamos, siempre, más poder en todas sus dimensiones, por ello la historia de la humanidad está plagada de conflictos y contradicciones que han llevado a que la guerra haya sido la constante en nuestro devenir histórico; además, siempre velamos por nuestros intereses individuales y sólo cuando ellos están asegurados, es que abrimos la posibilidad a la solidaridad, la cooperación y el trabajo conjunto con nuestros semejantes.
Al igual que muchos de ustedes, sueño con una Costa Rica en que la mayoría de sus habitantes tenga sus necesidades básicas satisfechas y que eso sea posible por medio de un trabajo honesto que le permita contribuir al desarrollo de la sociedad costarricense. Sin embargo, tengo el presentimiento que me moriré sin ver este anhelo hecho realidad; en otras palabras, tengo un pesimismo racional pero no un pesimismo de la voluntad, quizás por eso sigo haciendo una de las actividades más difíciles que existen: escribir.

lunes, 2 de marzo de 2015

La pobreza no es natural es producida por el ser humano

La semana pasada procuré explicar la contradicción que existe entre la política económica que se ha seguido en Costa Rica y la realidad educativa que tenemos los costarricenses en relación con el nivel de escolaridad de la población económicamente activa. La idea central del artículo era evidenciar que la mayoría de la población no tiene el grado académico para emplearse en empresas de alta tecnología o de alto valor agregado en conocimiento; por el contrario, la mayoría de la mano de obra tica aplica para trabajos no calificados y por ello no hay coherencia entre una cosa y la otra.
Curiosamente y sin que tuviera noticia de ello, el Programa del Estado de la Nación a solicitud o patrocinado por la Unión Costarricense de Cámaras y Asociaciones del Sector Empresarial Privado (UCCAEP), expusieron una serie de datos en que se evidenciaba la contradicción a la que hacíamos referencia en Poliédrica. Y es que esta contradicción es de fondo, porque no es posible resolverla en el corto plazo; es decir, no se puede solventar en un período de cuatro años sino que requiere de una política de Estado de largo plazo.
Pusimos como referencia el proceso de referéndum para aprobar el Tratado de Libre Comercio con los Estados Unidos (TLC CR-EU), no porque estemos en desacuerdo con las relaciones comerciales con ese país o con cualquier otra nación de la comunidad internacional, sino porque en aquella ocasión, los que querían su aprobación, decían que si se reprobaba el país viviría una especie de apocalipsis en materia de empleo.
Al final se aprobó el TLC CR-EU y lo que estamos viviendo, más de un lustro después, es un incremento del desempleo en las actividades que supuestamente iban a verse beneficiadas con su aprobación. Al final, el problema no es que sea el TLC con Estados Unidos, sino que los tratados de libre comercio llevan implícita una lógica de exclusión en la que pocos ganan mucho y muchos ganan poco; en otras palabras, hay un sector de la población que sí se ha beneficiado en demasía de los tratados de libre comercio, sin embargo, la mayoría de la población lo que ha visto es un deterioro acelerado de su calidad de vida y eso se ha manifestado en datos macroeconómicos como el aumento de la inequidad en la sociedad costarricense.
El problema que hemos apuntado no es de carácter ideológico, no se trata de ser de Izquierda o de Derecha, se trata de una realidad que muestra una contradicción estructural cuya consecuencia está siendo el aumento del desempleo de la mano de obra no calificada. El común denominador de las empresas que han decidido irse del país, tiene que ver con el objetivo de disminuir el costo de la mano de obra; en otras palabras, prefieren migrar a otras latitudes en que puedan pagar salarios menores a los que pagan en Costa Rica, se trata de procesos real de costo-beneficio.
¿Cómo se puede solucionar esta contradicción? ¿Cómo se puede acometer el problema? La solución más simple y que ya ha sido insinuada por algunos grupos del sector privado y público, es igualarnos con los países que tiene mano de obra barata; ello implicaría bajar los salarios de los trabajadores, así como los costos que aumentan la planilla en Costa Rica (cargas sociales y derechos laborales). Lo anterior sería un retroceso de más de cincuenta años en materia social.
En consecuencia y debido a que las empresas de mano de obra barata van a seguir migrando a otras latitudes, la solución pasa por capacitar a los trabajadores de bajo nivel educativo. En efecto, la opción de homologar la mano de obra con los países que pagan bajos salarios debe ser descartada y en contraste, deberíamos optar porque los trabajadores puedan capacitarse para realizar trabajos más calificados o en su defecto, para convertirse en pequeños empresarios que puedan encadenarse con otras empresas de mayor calado.
Ahora bien, el esquema empresarial que puede permitir absorber la mayor cantidad de trabajadores sería el de la cooperativa. Hay ejemplos exitosos de cooperación entre trabajadores que han logrado mejorar su condición económica y favorecer procesos de movilidad social que han beneficiado a sectores más amplios de la población; dicho de otro modo, hay empresas como la Cooperativa de Productores de Leche Dos Pinos , CoopeDota o Cooperativa Victoria, por citar tres casos de referencia, que pueden servir como modelos para impulsar un cambio que se puede apalancar en la recién aprobada Banca de Desarrollo y en general, en el sistema financiero nacional.
El discurso ha sido que no hay dinero en Costa Rica y por eso es necesario atraer la inversión extranjera. Lo anterior es falso como muchas de las mentiras que nos han vendido a lo largo de todos estos años, dinero hay, sin embargo, quienes lo tienen han preferido hacer inversiones en el mercado especulativo y no en la creación de empresas que aporten a la producción nacional; es más fácil colocar el dinero en productos financieros nacionales e internacionales, que aportar ese mismo dinero como capital social para desarrollar una empresa que genere nuevos empleos en actividades que suponen algún grado de riesgo.
Desgraciadamente esta ha sido la tendencia en los últimos años y el problema se ha agravado porque los empresarios que antes veían su actividad empresarial como parte del desarrollo del país, ahora la ven únicamente desde la óptica del beneficio individual y a costa, en no pocos casos, de la colectividad. No se trata de estar en contra del sector empresarial, nadie está en contra de que sus empresas tengan utilidades y las repartan entre sus socios; sin embargo, esos beneficios no pueden ser a costa del deterioro económico de la mayoría de la población costarricense y sobre la lógica de una polarización social que ha creado dos Costa Ricas: la opulenta y la pobre.
En la columna anterior terminaba citando a Adam Smith debido a que los grandes clásicos de la economía liberal siempre abogaron por el bienestar de la mayoría de los miembros de la sociedad, el problema ha sido de quienes pusieron en práctica aquellas ideas; lo mismo ocurrió en el otro extremo ideológico en que la praxis también traicionó a la teoría, ya que Karl Marx decía en su obra cumbre, “El Capital”, en concreto, en el libro primero denominado “El proceso de producción del capital”, Sección Segunda: “La transformación del dinero en capital”, Capítulo IV: “Cómo se convierte el dinero en capital”, lo siguiente:
“Pero, hay algo indiscutible, y es que la naturaleza no produce, de una parte, poseedores de dinero o de mercancías, y de otra parte simples poseedores de sus fuerzas de trabajo. Este estado de cosas no es, evidentemente, obra de la historia natural, ni es tampoco un estado de cosas social común a todas las épocas de la historia.”