lunes, 2 de marzo de 2015

La pobreza no es natural es producida por el ser humano

La semana pasada procuré explicar la contradicción que existe entre la política económica que se ha seguido en Costa Rica y la realidad educativa que tenemos los costarricenses en relación con el nivel de escolaridad de la población económicamente activa. La idea central del artículo era evidenciar que la mayoría de la población no tiene el grado académico para emplearse en empresas de alta tecnología o de alto valor agregado en conocimiento; por el contrario, la mayoría de la mano de obra tica aplica para trabajos no calificados y por ello no hay coherencia entre una cosa y la otra.
Curiosamente y sin que tuviera noticia de ello, el Programa del Estado de la Nación a solicitud o patrocinado por la Unión Costarricense de Cámaras y Asociaciones del Sector Empresarial Privado (UCCAEP), expusieron una serie de datos en que se evidenciaba la contradicción a la que hacíamos referencia en Poliédrica. Y es que esta contradicción es de fondo, porque no es posible resolverla en el corto plazo; es decir, no se puede solventar en un período de cuatro años sino que requiere de una política de Estado de largo plazo.
Pusimos como referencia el proceso de referéndum para aprobar el Tratado de Libre Comercio con los Estados Unidos (TLC CR-EU), no porque estemos en desacuerdo con las relaciones comerciales con ese país o con cualquier otra nación de la comunidad internacional, sino porque en aquella ocasión, los que querían su aprobación, decían que si se reprobaba el país viviría una especie de apocalipsis en materia de empleo.
Al final se aprobó el TLC CR-EU y lo que estamos viviendo, más de un lustro después, es un incremento del desempleo en las actividades que supuestamente iban a verse beneficiadas con su aprobación. Al final, el problema no es que sea el TLC con Estados Unidos, sino que los tratados de libre comercio llevan implícita una lógica de exclusión en la que pocos ganan mucho y muchos ganan poco; en otras palabras, hay un sector de la población que sí se ha beneficiado en demasía de los tratados de libre comercio, sin embargo, la mayoría de la población lo que ha visto es un deterioro acelerado de su calidad de vida y eso se ha manifestado en datos macroeconómicos como el aumento de la inequidad en la sociedad costarricense.
El problema que hemos apuntado no es de carácter ideológico, no se trata de ser de Izquierda o de Derecha, se trata de una realidad que muestra una contradicción estructural cuya consecuencia está siendo el aumento del desempleo de la mano de obra no calificada. El común denominador de las empresas que han decidido irse del país, tiene que ver con el objetivo de disminuir el costo de la mano de obra; en otras palabras, prefieren migrar a otras latitudes en que puedan pagar salarios menores a los que pagan en Costa Rica, se trata de procesos real de costo-beneficio.
¿Cómo se puede solucionar esta contradicción? ¿Cómo se puede acometer el problema? La solución más simple y que ya ha sido insinuada por algunos grupos del sector privado y público, es igualarnos con los países que tiene mano de obra barata; ello implicaría bajar los salarios de los trabajadores, así como los costos que aumentan la planilla en Costa Rica (cargas sociales y derechos laborales). Lo anterior sería un retroceso de más de cincuenta años en materia social.
En consecuencia y debido a que las empresas de mano de obra barata van a seguir migrando a otras latitudes, la solución pasa por capacitar a los trabajadores de bajo nivel educativo. En efecto, la opción de homologar la mano de obra con los países que pagan bajos salarios debe ser descartada y en contraste, deberíamos optar porque los trabajadores puedan capacitarse para realizar trabajos más calificados o en su defecto, para convertirse en pequeños empresarios que puedan encadenarse con otras empresas de mayor calado.
Ahora bien, el esquema empresarial que puede permitir absorber la mayor cantidad de trabajadores sería el de la cooperativa. Hay ejemplos exitosos de cooperación entre trabajadores que han logrado mejorar su condición económica y favorecer procesos de movilidad social que han beneficiado a sectores más amplios de la población; dicho de otro modo, hay empresas como la Cooperativa de Productores de Leche Dos Pinos , CoopeDota o Cooperativa Victoria, por citar tres casos de referencia, que pueden servir como modelos para impulsar un cambio que se puede apalancar en la recién aprobada Banca de Desarrollo y en general, en el sistema financiero nacional.
El discurso ha sido que no hay dinero en Costa Rica y por eso es necesario atraer la inversión extranjera. Lo anterior es falso como muchas de las mentiras que nos han vendido a lo largo de todos estos años, dinero hay, sin embargo, quienes lo tienen han preferido hacer inversiones en el mercado especulativo y no en la creación de empresas que aporten a la producción nacional; es más fácil colocar el dinero en productos financieros nacionales e internacionales, que aportar ese mismo dinero como capital social para desarrollar una empresa que genere nuevos empleos en actividades que suponen algún grado de riesgo.
Desgraciadamente esta ha sido la tendencia en los últimos años y el problema se ha agravado porque los empresarios que antes veían su actividad empresarial como parte del desarrollo del país, ahora la ven únicamente desde la óptica del beneficio individual y a costa, en no pocos casos, de la colectividad. No se trata de estar en contra del sector empresarial, nadie está en contra de que sus empresas tengan utilidades y las repartan entre sus socios; sin embargo, esos beneficios no pueden ser a costa del deterioro económico de la mayoría de la población costarricense y sobre la lógica de una polarización social que ha creado dos Costa Ricas: la opulenta y la pobre.
En la columna anterior terminaba citando a Adam Smith debido a que los grandes clásicos de la economía liberal siempre abogaron por el bienestar de la mayoría de los miembros de la sociedad, el problema ha sido de quienes pusieron en práctica aquellas ideas; lo mismo ocurrió en el otro extremo ideológico en que la praxis también traicionó a la teoría, ya que Karl Marx decía en su obra cumbre, “El Capital”, en concreto, en el libro primero denominado “El proceso de producción del capital”, Sección Segunda: “La transformación del dinero en capital”, Capítulo IV: “Cómo se convierte el dinero en capital”, lo siguiente:
“Pero, hay algo indiscutible, y es que la naturaleza no produce, de una parte, poseedores de dinero o de mercancías, y de otra parte simples poseedores de sus fuerzas de trabajo. Este estado de cosas no es, evidentemente, obra de la historia natural, ni es tampoco un estado de cosas social común a todas las épocas de la historia.”

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