lunes, 9 de marzo de 2015

Debemos intentar hacer una filosofía militante

Los lectores acuciosos que han tenido la bondad de leer esta columna, se habrán dado cuenta que nos hemos venido ocupado de tres temas que se pueden tratar de forma independiente pero que están interrelacionados entre sí. En nuestro programa editorial nos habíamos propuesto ir analizando de manera intercalada lo relacionado con el poder ideológico, el poder económico y el poder jurídico; todos estos poderes se vinculan entre ellos y se complementan con el poder político en sentido estricto, es decir, con aquel poder del que muchos hablan pero pocos entienden.
Por ello hemos escrito de los medios de comunicación y de la forma en que los profesionales en periodismo y en comunicación realizan su trabajo. Hemos criticado su falta a los fundamentos medulares, no sólo éticos, de la profesión que ejercen y que aquello constituye una falta de respeto a los ciudadanos que, finalmente, somos los que tenemos el derecho a la información; en otras palabras, el asunto ha llegado a tales niveles, que no es casual que se pida un debate sobre la forma de actuar de los empresarios de la comunicación y de los trabajadores, periodistas o no, que laboran en esta actividad.
El poder ideológico es algo más amplio, porque involucra la política educativa y sus contenidos, así como los influjos que la población costarricense recibe por medio de los medios de comunicación extranjeros. Cualquiera que haya podido observar un noticiario de diferentes cadenas de televisión, podrá darse cuenta del sesgo en la información que recibimos en relación con lo que pasa en otros países; por ejemplo, no es lo mismo informarse del conflicto Sirio en CNN que hacerlo por medio de la cadena Al Jazeera, lo mismo sucede a nivel continental, regional y nacional.
En consecuencia, bienvenido el debate que está planteando la Presidencia de la República en relación con la forma en que se informa en Costa Rica. Ahora bien, si por la víspera se saca el día, lo que vamos a tener es a los dueños de medios de comunicación, a los directores de noticiarios y programas, a los “periodistas” y hasta los técnicos, haciendo una apología de su permanente accionar; digámoslo claramente, desde su perspectiva, su forma de actuar es necesaria para que el negocio pueda funcionar, si los medios de comunicación no informaran lo negativo del gobierno, éste no tendría que invertir las ingentes cantidades de dinero que gasta para tratar de desmentir e informar lo poco o mucho que hace el gobierno.
A la par de este tema encontramos el económico en sus diferentes vertientes. En nuestro caso hemos hecho énfasis en el problema del empleo y en la forma de actuar de una buena cantidad de empresarios costarricenses. Desgraciadamente para Costa Rica, cantidad de empresas ya no son de capital costarricense y ello ha generado desinterés en que el país se desarrolle para el bienestar de la mayoría de sus habitantes; muchas de las empresas más emblemáticas, ya han sido vendidas por parte de la tercera o cuarta generación de sus propietarios.
No obstante, el tema económico es todavía más amplio y tiene que ver con el sector financiero, con los grupos que califican o valoran las economías en sus diferentes aspectos y con los inversores que en lugar de aumentar la producción, se dedican a especular en el mercado financiero con las consecuencias que hemos visto con la crisis financiera del año 2008; cualquiera que quiera darse una idea de la forma en que los grupos vinculados al sector financiero realizan sus negocios en perjuicio de la mayoría de los ciudadanos, no tiene más que ver el documental denominado “Inside Job”, dirigido por Charles Fegurson y que recibió varias nominaciones y premios, entre ellos el Oscar al mejor documental en el año 2011.
Hemos dedicado menos tiempo, hasta el momento, al poder jurídico. La idea es ir develando la forma en que los grupos de poder han utilizado la ley y la interpretación que se hace de ella, para imponer sus intereses; en otras palabras, llevamos varios años en que se ha venido dando una transformación jurídica que muy pocos han podido apreciar y ello se ha sumado a lo que hemos denominado “la dictadura” del artículo 13 de la Ley de la Jurisdicción Constitucional.
Por medio de la ley se han abierto las puertas para que los servidores de los intereses privados en el gobierno de la República, aprueben y firmen contratos que son lesivos a la Hacienda Pública; sin embargo, con base en una definición reduccionista del valor jurídico de la seguridad o certeza jurídica, han pretendido que la población crea que aquel valor se reduce únicamente al cumplimiento de los contratos y al respeto de las obligaciones que han logrado imponer al Estado.
Incluso han querido ir más allá y en un momento en que la balanza ideológica está a favor de la tesis del libre mercado, han planteado la “necesidad” de una Asamblea Nacional Constituyente en la que, no me cabe la menor duda, irán por las normas constitucionales de carácter social. Sólo basta recordar como con el proceso constituyente que aprobó nuestra carta magna en 1949, en un momento en que estaban en boga las ideas de bienestar social, el proyecto de Constitución redactado por Rodrigo Facio y otros ilustres intelectuales,  fue rechazado para tomar como base la Constitución Política de 1871. ¡Imaginen lo que pasaría en nuestros tiempos!
Todavía no hemos hablado del poder político que, para los que saben de su teoría general, consiste en tener a la orden el monopolio de la fuerza física del Estado. No vamos ahondar en este aspecto por el momento, sin embargo, ese monopolio es un aspecto que se las trae si consideramos la cantidad de empresas de seguridad privada que existen en Costa Rica; en otras palabras, en la actualidad, el monopolio de la fuerza pública está en cuestionamiento al hacer un inventario de la fuerza privada reunida en las empresas de seguridad. Digámoslo de manera sencilla: el monopolio se rompió y eso que no estamos considerando la fuerza que manejan los grupos de crimen organizado.
Todos estos poderes (ideológico, económico, jurídico y político) en la realidad se encuentran mezclados y son difíciles de distinguir en sentido neto. A efecto de explicar el fenómeno se pueden individualizar y caracterizar, sin embargo, en la práctica están interrelacionados y actúan de manera entrelazada, con lo que no es raro encontrar personajes que concentren varios poderes a la vez, aunque sus nombres no aparecen formalmente vinculados con cada uno de estos poderes.
He querido hacer esta aclaración para algunos estimados lectores que han tenido la deferencia de escribirme a mi correo electrónico o al blog de Poliédrica, para externar algunas coincidencias y críticas en relación con algunos de los artículos que he escrito. Dicho de otro modo, la mayoría de los artículos (no todos) responden a un programa de análisis que busca explicar desde nuestra perspectiva, la realidad que está viviendo nuestro país, como es lógico, no se pretende y tampoco conviene que todos los lectores estén de acuerdo con este articulista; no obstante, si se ha procurado usar un lenguaje en el que los adjetivos descalificadores y ofensivos no sean utilizados, ello bajo la idea que no existe una sola verdad y que toda persona tiene el derecho de expresar la suya.
De igual manera, se han citado a diferentes autores y no por pedantería intelectual o por hacer uso de herramientas de autoridad, sino con la idea de brindar referencias a las que los lectores puedan acudir para contrastar nuestras posiciones y también las suyas. La referencia de los autores clásicos nos permite a todos vacunarnos contra la soberbia intelectual y a ni siquiera pensar que nuestras posiciones son la verdad absoluta y que las demás opiniones son las equivocadas; cuando vemos la obra de los autores clásicos no queda más que percatarse de la inmensidad de su pensamiento y sobre todo, poner en su verdadera dimensión el propio.
Para quienes me han preguntado, les respondo que tengo afinidad por el liberalismo en lo político, es decir, al igual que los liberales clásicos, abogo por un poder limitado en todas sus dimensiones. La historia nos demuestra que los seres humanos tenemos la tendencia de abusar del poder que tenemos o se nos confiere, como hemos dicho en varias ocasiones, los seres humanos cargamos más vicios que virtudes y por eso ha sido necesario establecer reglas que puedan ser exigidas por medio de la coactividad que brinda el Derecho.
Pero también soy socialista en lo económico, aunque el significado de la palabra no tenga nada que ver al que se le da en Costa Rica. Ni siquiera se refiere al socialismo latinoamericano y mucho menos al denominado comunismo real, es decir, al que ha prohijado a los regímenes dictatoriales que tanto daño le hicieron a las ideas del socialismo utópico e incluso al marxismo como teoría política y económica; el socialismo al que nos referenciamos es el que aboga por promover una economía en la que haya más equidad para el mayor número de personas, es decir, que la riqueza de la nación no se acumule en pocas manos, sino que pueda servir para aumentar las oportunidades para que las personas puedan tener una vida más digna y con menos vicisitudes de las que ya tenemos.
Desgraciadamente, un liberalismo y un socialismo como los que mencionamos, la historia se ha encargado de mostrar lo complicado que es su puesta en práctica. Los seres humanos somos egoístas y ambicionamos, siempre, más poder en todas sus dimensiones, por ello la historia de la humanidad está plagada de conflictos y contradicciones que han llevado a que la guerra haya sido la constante en nuestro devenir histórico; además, siempre velamos por nuestros intereses individuales y sólo cuando ellos están asegurados, es que abrimos la posibilidad a la solidaridad, la cooperación y el trabajo conjunto con nuestros semejantes.
Al igual que muchos de ustedes, sueño con una Costa Rica en que la mayoría de sus habitantes tenga sus necesidades básicas satisfechas y que eso sea posible por medio de un trabajo honesto que le permita contribuir al desarrollo de la sociedad costarricense. Sin embargo, tengo el presentimiento que me moriré sin ver este anhelo hecho realidad; en otras palabras, tengo un pesimismo racional pero no un pesimismo de la voluntad, quizás por eso sigo haciendo una de las actividades más difíciles que existen: escribir.

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