lunes, 31 de agosto de 2015

UCR: El terreno ganado no se regala a cambio de nada

Terminamos el mes de agosto hablando de la Universidad de Costa Rica (UCR). Lamentablemente, como era de esperar, los medios de comunicación colectiva tradicionales no han tenido la generosidad de reconocer los aportes y logros que ha tenido esta casa de enseñanza de estudios superiores en la sociedad costarricense; salvo algunas notas muy puntuales, muchos de sus graduados de Ciencias de la Comunicación Colectiva lo que han hecho es acatar las órdenes de sus patronos.
La UCR, por su parte, ha hecho un esfuerzo por divulgar su quehacer, sin embargo, desde hace mucho tiempo ello no es suficiente. Desgraciadamente, las acciones que hacen sus medios de comunicación y la Oficina de Divulgación de la universidad, no tienen la eficacia de llegar al común denominador de los costarricenses; en otras palabras, sus contenidos no están siendo conocidos por la gran masa, la que consume fútbol, sucesos y están esperando ver bailar al “Chunche” Montero.
Uno esperaría que en el Centro de Investigaciones en Comunicación (CICOM) hubiese uno o varios investigadores indagando de qué manera es posible hacer llegar a la mayoría de costarricenses un mensaje de manera eficaz y sin pasar por los medios de comunicación colectiva en manos de los “grandes” capitales de nuestro país. Dicho en otras palabras, deberían estar investigando o incluso imaginando, de qué forma podemos obviar a esos grupos mediáticos para que un mensaje alternativo pueda ser recepcionado por las personas que solo tienen la opción de acceder a la basura de contenidos que nos brindan los medios de comunicación del gran capital costarricense.
Y es que hay personas que no han entendido que estamos en una coyuntura en la que, nuevamente, se está decidiendo quiénes son los que van a pagar la factura de los gastos que generamos como nación. Después de los años cuarenta y hasta finales de los setenta, más o menos, se estableció una estructura tributaria que permitió desarrollar instituciones y políticas para generar una sociedad más equitativa; sin embargo, después de los años ochenta, ese proceso comenzó a cambiar y los grupos económicamente más fuertes comenzaron a imponer sus condiciones e intereses, creando una estructura tributaria regresiva. Resultado: Costa Rica al año 2015 es el país más inequitativo de la América Latina.
A pesar que estos grupos se han beneficiado del Estado costarricense, una vez que desarrollaron sus “músculos” financieros y su base de negocios, no han tenido la menor vergüenza de despotricar contra las instituciones estatales que les sirvieron para crecer. No solo han procurado apropiarse de aquellas actividades del Estado que les son rentables, sino que han posicionado un discurso en que las instituciones estatales se ubican como la causa de todos los males que le ocurren a la mayoría de los costarricenses.
Se trata de una estrategia de desgaste en el tiempo en que, por medio de un discurso continuado a través de los medios de comunicación que estos grupos dominan, se le vende a la población que una institución como, por ejemplo, la UCR gasta a manos llenas el presupuesto que se le asigna. Cualquiera que haya tenido un mínimo acercamiento con esta institución sabrá lo falso de semejante discurso, ya que existe una infinidad de acciones en que la universidad contribuye al desarrollo nacional y beneficia no solo a los grupos menos favorecidos sino también (paradojas de paradojas) a los mismos grupos económicamente poderosos que la adversan.
No obstante, no se puede perder de vista, que estos sectores actúan y se aprovechan de todas las situaciones que favorecen a sus intereses. Ahora, por ejemplo, están muy contentos y le abren las cámaras y micrófonos al Rector de la UCR para que diga que el porcentaje de anualidad que se paga a sus funcionarios es insostenible para las finanzas universitarias; sin embargo, han sido mezquinos en resaltar los méritos de la institución en estos setenta y cinco años, es decir, han resaltado y divulgado que el señor Jensen se ha puesto a dar estas declaraciones porque ello beneficia su discurso ideológico y sus intereses de grupo.
No hay que ser muy inteligente para comprender la estrategia que pretende seguir el Rector de la UCR y los otros miembros del Consejo Nacional de Rectores (CONARE). Empero, la autoridad moral que pretenden ganar con la reducción unilateral del porcentaje de anualidad es un espacio que están cediendo a cambio de nada; para decirlo en palabras sencillas, estos grupos económicos no reconocen estos gestos unilaterales y mucho menos van a hacer una campaña informativa o publicitaria diciendo que la UCR está dando el ejemplo frente a las demás instituciones estatales.
¿Qué sacrificio están haciendo estos grupos de interés a cambio que los funcionarios de la UCR y de otras instancias públicas se rebajen unilateralmente el porcentaje de sus anualidades? ¿Qué acciones van hacer esos grupos económicos para aportar algo en favor de una estructura tributaria más equitativa y progresiva? ¿Cuáles son las acciones unilaterales que los que más tienen harán para ayudar a los que menos tienen?
En ningún momento hemos escuchado que los dueños de medios de comunicación estén dispuestos a pagar un colón adicional por el monto ridículo que pagan por el uso del espectro radioeléctrico del Estado. Tampoco hemos tenido noticia que vayan a solicitar, como si lo hacen con los empleados públicos, a los diferentes empresarios que evaden impuestos o adeudan a la Caja Costarricense del Seguro Social que paguen y se pongan al día con la seguridad social.
Todavía estamos esperando que un periodista de un canal que queda al oeste de la Sabana, llegue con su micrófono y el camarógrafo de turno a increpar al Presidente de esa televisora por no pagar los impuestos que le corresponde a su representada y quién sabe si también los que compete cancelar también a su persona. Nos quedaremos esperando que estos grupos, en forma unilateral, quieran gravar las transacciones financieras que realizan a lo interno o a lo externo del país, es decir, la renta global encontrará una férrea oposición porque eso sí les afecta a estos grupos directamente.
Y es que el pobre…, el pobre no tiene para invertir en títulos valores, no tiene capitales especulativos, ni tampoco puede abrir cuentas en Panamá, Gran Caimán o Suiza. El pobre, señoras y señoras, no tiene y no sabe de este tipo de cosas. El pobre solo tiene en su mente sobrevivir en una sociedad que cada día más se vuelve más y más injusta.
Cualquier gesto de austeridad unilateral de las finanzas públicas debe ir aparejado de uno similar en relación con el cumplimiento de las obligaciones tributarias por parte del sector privado. No puede ser que los trabajadores paguemos los impuestos que nos rebajan en la fuente y los empresarios o profesionales liberales evadan el pago de los tributos que les corresponde honrar; no está bien que los funcionarios públicos se rebajen unilateralmente rubros que afectan su salario y que el sector privado siga evadiendo impuestos en la más absoluta impunidad, sin que muestre una sola acción para corregir esta realidad.
Ojalá al Rector de la UCR no lo entierren en cajita blanca y junto con él a todos los que están pensando que ello les brindará autoridad moral para la negociación del Fondo Especial para la Educación Superior (FEES). Está cediendo un espacio muy grande de terreno a cambio de nada, el cálculo político de que esta acción le pueda generar una posición moral de negociación frente a la opinión pública y a estos grupos es una apuesta muy riesgosa; para decirlo de manera diáfana, históricamente estos grupos económicamente poderosos no reconocen este tipo de acciones unilaterales, al contrario, lo que hacen es aprovechar este tipo de gestos para afianzar el espacio que se les han cedido y a partir de esa nueva situación, continuar con su trabajo de desgaste y limitar al máximo el margen de maniobra de sus opositores.
Por los hechos que se han dado, es evidente que las batallas que se avecinan no van a ser contra el Poder Ejecutivo. La lucha será contra los poderes fácticos que todos saben que existen pero están tras bambalinas, así como contra aquellos diputados que funcionan como escuderos y defensores de sus intereses; al final, el tema de fondo no es el presupuesto de las universidades, lo que se está jugando es: ¿Si los diferentes trabajadores asalariados van a seguir viendo limitadas sus posibilidades de movilidad social a través del deterioro y restricción de servicios públicos como la educación y la salud? o ¿Si los grupos económicamente más poderosos del país, de una vez por todas, van a ser obligados a pagar de acuerdo a su nivel de ingreso y se van a dignar a aceptar una estructura tributaria más progresiva y equitativa?
Don José Figueres Ferrer, probablemente, hubiese contestado esta última pregunta con una seña que solía usar y cuyo significado se resume en una sola palabra muy de nosotros los ticos. Don Pepe hubiese dicho: ¡Mirámela!

lunes, 24 de agosto de 2015

Los ataques contra la UCR no son nuevos

El próximo 26 de agosto se celebra el septuagésimo quinto aniversario de la Universidad de Costa Rica (UCR). Teniendo en cuenta los múltiples aportes que esta institución benemérita ha dado al país, es deseable celebrar por todo lo alto este acontecimiento tan relevante para nuestra sociedad.
Dichosamente, en la mayoría de las encuestas que se han venido dando a lo largo de todos estos años, la UCR goza de la confianza de la población costarricense. A diferencia de lo que sucede con otras instituciones públicas y privadas, esa confianza se la ha ganado en el terreno; es decir, por medio de la acción social que hace en las comunidades, por la investigación que realiza en los diferentes campos del conocimiento y por la preparación integral que brinda a los graduados que le aporta al país.
A lo largo de estos setenta y cinco años ha desarrollado una actividad que ha impactado todas las esferas de la sociedad costarricense. A pesar del deseo de algunas personas que no ven más allá de sus narices y que tienen una visión muy limitada de la realidad, la UCR ha preparado profesionales no solo en aquellas disciplinas demandadas por los sectores productivos.
El desarrollo cultural del costarricense se ha visto beneficiado por medio de una actividad universitaria en la que nuestros jóvenes han podido formarse en diferentes artes que han permitido expresar e investigar la más profunda raíz de nuestro ser colectivo. La música, la pintura, la danza y el teatro, por citar solo algunas de estas artes y disciplinas, han logrado recoger y mostrar nuestra identidad como costarricenses.
La Universidad de Costa Rica, en consecuencia, está muy por encima de las mezquindades de algunas personas que han querido tocarla con las manos sucias. Se trata de una institución que ya ha visto pasar generaciones enteras, desde Presidentes de la República, Diputados y Magistrados del Poder Judicial, hasta empresarios de la más diversa procedencia y pensamiento; en otras palabras, muchos de ellos ya han dejado este mundo y esta institución de educación superior ha seguido desarrollando su actividad como el primer día de su existencia.
Probablemente cuando esta Alma Mater cumpla cien años, muchos de aquellos que en la actualidad la atacan estén muertos. Hay personas que no tienen conciencia de lo efímeros que somos y su ignorancia los lleva a creer que sus intereses personales y de grupo, están por encima de la gente y de aquello que ha sido creado para el desarrollo integral de los seres humanos.
No sorprende que los enemigos de la UCR sean personas que, por alguna u otra razón, no hayan tenido la oportunidad de conocer su quehacer durante todos estos años. Aunque cueste creerlo, puede existir personas que no han podido enterarse de las múltiples acciones que esta institución ha desplegado en favor del desarrollo nacional y como medio idóneo para la movilidad social de los costarricenses.
Lo que sí sorprende es que algunos de los enemigos declarados de la institución sean personas que pasaron por sus aulas y que, incluso, se graduaron en su seno. Los ataques de estos personajes suelen responder a intereses específicos en que importa poco o nada el rol que ha tenido esta institución para la mayoría de la población; lo único que les interesa es satisfacer sus objetivos, aun cuando ello implique ensuciar el nombre de la Universidad que los formó.
Sin embargo, sorprende todavía más que haya enemigos de la UCR que trabajan como docentes o administrativos a lo interno de su organización. Se trata de personas que siendo funcionarios de esta universidad, por ejemplo, han prestado servicios en gobiernos que han atacado a la UCR y luego, sin la menor vergüenza, regresan a la institución como si nada hubiera ocurrido y cobran un salario que, desde su puesto de gobierno, señalaban como excesivo. ¡Estos personajes deberían renunciar inmediatamente!
Hay otros que sin el menor asomo de lealtad institucional, tienen el descaro de trabajar en universidades que han procurado enlodar el buen nombre de la UCR. Se trata de personas que se han prestado para adoptar decisiones a lo interno de la Universidad de Costa Rica para beneficiar a la otra universidad en la que trabajan y que justifican retóricamente como algo necesario para modernizar a la institución.
Este tipo de personajes deberían irse de la UCR, pero todos sabemos los problemas que existen para procesar la deslealtad en las instituciones públicas. No hay nada peor que tener al enemigo dentro de la organización, pero más lamentable es observar la inercia de las personas encargadas de proteger los intereses institucionales. La indiferencia ante este tipo de situaciones ha dado pie a una impunidad no solo legal sino también social y académica.
Pero, a pesar de estas circunstancias, la Universidad de Costa Rica se ha mantenido firme y sólida por el respeto y consideración que le tienen los costarricenses. Las personas y grupos con intereses contra esta institución son los menos, aunque ha quedado claramente demostrado que se trata de gente que puede hacer mucho daño desde el punto de vista mediático y también desde posiciones de poder político y económico.
Y que quede claro, este tipo de personajes nefastos son los menos en una institución tan grande como la UCR. Si se apresta a cumplir setenta y cinco años es porque ha habido y en la actualidad hay, personas que han entendido su cometido y están dispuestas a defenderla a muerte; dicho en otras palabras, la mayoría de las personas que trabajan en ese centro de educación superior tienen como objetivo el bienestar del país y ello se refleja en los cientos de proyectos que esta institución desarrolla a lo largo y ancho de Costa Rica.
Ahhh! Y que no salgan estos y otros personajes solicitando que brinde nombres concretos que todos conocemos. Ejemplos de personajes que han estado en puestos de gobierno sobran y son muy conocidos, lo mismo sucede con otros que han formado parte de Juntas Directivas, Presidencias Ejecutivas y de la administración de instituciones autónomas.
Más fácil es mostrar que los ataques contra la Universidad de Costa Rica no son nuevos. En uno de los textos recogidos en el tomo tercero de las obras de Rodrigo Facio y que lleva como título “Documentos universitarios”, se lee entre los diferentes artículos transcritos:
“En La Nación del día de ayer el caballero don Fernando Rudín escribe un artículo sobre la situación fiscal por la que atraviesa el país. Estoy básicamente de acuerdo con él en cuanto a que los recursos nacionales deben distribuirse en forma racional y juiciosa a que los programas de las entidades autónomas deben mantener cierta proporcionalidad en el ritmo de su realización, con las de la Administración Central. Pero encuentro que no es un método bueno ni justo de promover esas ideas, el de enderezar un ataque fuerte e indiscriminado contra todas las instituciones que gozan de autonomía, al acusarlas de “burocracia frondoza”, “sueldos desproporcionados a la realidad económica nacional”, “gastos extravagantes no imprescindibles”, “privilegios nocivos”, y “derroche de lujos” (Facio, 1977, p. 135).
¡Curioso no! ¿Se repite la historia?

lunes, 17 de agosto de 2015

Cambiemos primero la estructura tributaria regresiva que impera en Costa Rica

Las decisiones legislativas en materia fiscal son el resultado de la lucha entre los diferentes grupos y personas que formamos parte de la sociedad costarricense. Es una lucha en que el más fuerte, el más inteligente, el más hábil o el más astuto, logra que se apruebe los impuestos que más le favorecen o que menos perjudican a sus intereses.
Aunque revestido de una serie de falacias y eufemismos, el debate en relación con los impuestos se resume en contestar la pregunta: ¿A qué grupos o personas les toca pagar más o menos impuestos? ¿Quién cargará con la obligación de aportar los dineros con que el Estado financia al sector público y privado?
En efecto, a diferencia de lo que se ha querido dar a entender, por medio de los impuestos no solo se sostiene el aparato estatal, sino también se desarrolla la política de incentivos, beneficios y ayudas para el sector privado; también, por si hay personas que se les olvida, en no pocas ocasiones, se financia la condonación de deudas a empresarios que por una u otra causa se han visto en dificultades para mantener su industria.
Ahora bien, el problema de fondo y este es el aspecto medular de la cuestión, es que la carga tributaria de Costa Rica está sobre los hombros de los trabajadores y de los que menos tienen. Lo está porque hay empresarios, profesionales liberales y una serie de actividades que no pagan los tributos que tienen la obligación de pagar; dicho de manera clara y simple: ¡Los que más tienen no pagan los impuestos que deben pagar!
Muchas empresas y sus accionistas, escudados en sociedades anónimas que reportan un balance anual con pérdidas o ganancias paupérrimas, no pagan un cinco del impuesto a las utilidades o dividendos generados por sus empresas. Una buena cantidad de estos empresarios que despotrican contra los trabajadores, por ejemplo, andan solicitando facturas en las gasolineras para pasar el gasto en gasolina de su vehículo particular, como un gasto de la empresa.
Contratan escudos fiscales para que estos les facturen compras inexistentes que luego introducen en el balance contable como gastos realizados por la empresa. Ya no se diga de la evasión que realizan con sus cuentas en diferentes países fuera de Costa Rica, paraísos fiscales, en los que mueven grandes cantidades de dinero sin pagar un solo colón al Estado costarricense.
Desgraciadamente estos y otros mecanismos utilizados por estos y otros defraudadores, son de difícil comprensión para el común denominador de los mortales y eso unido al fomento de una sociedad preocupada por lo superfluo, hace que estos personajes hagan de las suyas sin que reciban el reproche de la mayoría de la población.
Y es que, lamentablemente, la clase económica acomodada de Costa Rica se ha acostumbrado a no pagar impuestos y gozar de la más absoluta impunidad. El ejemplo más palpable ha sido lo sucedido con el impuesto a las casas de lujo, a estas alturas muchos propietarios han contratado abogados-notarios para que hagan segregaciones ficticias en que se dividen propiedades formalmente, es decir, en el papel, para que los terrenos tengan un valor inferior y así quedar exonerados del pago del impuesto.
Preguntamos: ¿Quién no ha tenido que pagar en un consultorio médico en efectivo porque el galeno o mejor dicho, su secretaria, dice que no aceptan tarjetas de crédito o débito? ¿Habrá alguien que en un establecimiento comercial no le hayan dicho que sin factura el precio del artículo o el servicio es menor a si solicita factura?
Tal y como lo indicamos en otra columna anterior, lo primero que se debe hacer en materia de impuestos es equilibrar la carga impositiva. Está claro que hasta hoy la lucha entre los diferentes grupos y personas que formamos parte de la sociedad costarricense la han ganado los que más tienen, la estructura tributaria existente es completamente regresiva y hace pagar a los que tienen y no tienen de manera igual.
Bajo argumentos como que el aumento en el impuesto sobre la renta no tiene el mismo impacto en la recaudación que el impuesto de ventas, a lo largo de estos años hemos visto aprobar impuestos que van en detrimento de la mayoría de la población. Infelizmente la mayoría de las personas no saben qué es eso de un impuesto regresivo o uno progresivo, se trata de conceptos especializados que no todos conocen y mucho menos manejan.
Sumado a lo anterior, como siempre, los sectores más débiles no tienen representantes en la Asamblea Legislativa que nos representen y defiendan nuestros intereses. Al contrario, lo que ha imperado históricamente es la presencia de diputados que se rinden al gran capital o a grupos de interés específicos; en otras palabras, el pueblo puro y llano no tiene quien lo defienda, está desamparado.
Antes de aprobar nuevos impuestos, los diputados tienen que analizar la estructura tributaria costarricense e intentar hacerla más justa para los que menos tienen. Desgraciadamente, si por la víspera se saca el día, semejante tarea quedará pendiente o se decantara, otra vez, en contra de las fuerzas más débiles del espectro político.

lunes, 10 de agosto de 2015

¿Por qué en una República el Presidente tiene que ir a la casa del que se cree “Rey”?

Desde hace un tiempo quería escribir en relación con una dinámica que pareciera sin trascendencia pero que está cargada de simbolismo. Se trata de una acción que se asemeja a lo que ocurría en el medioevo con el señor feudal o en la época del absolutismo europeo, cuando los súbditos tenían que ir al palacio a reverenciar al Rey.
En Costa Rica esa dinámica se ha venido dando en relación con Oscar Arias y su casa ubicada en las cercanías de la Sabana. No hay que ser muy inteligente para comprender que se trata de un acto en que se quiere evidenciar el sometimiento de las personas que por una u otra razón acuden a ese lugar; es decir, hay que ir donde el señor feudal o ante el monarca, porque de lo contrario pueden haber represalias o me puedo ver excluído de recibir sus favores.
El artículo primero de la Constitución Política dice que Costa Rica es una República, no dice que sea una Monarquía y mucho menos un feudo del que es dueño una persona en particular. No dudo que mucha gente no le otorga la importancia a esa palabra, sin embargo, en ella se contiene toda una forma de entender la organización política de una sociedad.
En una República la soberanía reside en las personas que forman parte de la sociedad que se ha establecido en un determinado territorio. Por ello no es casual que el artículo segundo del mismo texto constitucional indique que: “La soberanía reside exclusivamente en la Nación”. Soberanía y Nación son dos conceptos que, al igual que el de República, tienen un significado que ha sido objeto de estudio por los más prominentes filósofos políticos de la historia y de los cuales se han escrito una inmensa cantidad de libros.
En la República de Costa Rica la soberanía reside en la Nación que, por medio del voto popular, la delega en sus representantes en la Asamblea Legislativa. Los diputados, muy a nuestro pesar en la mayoría de los casos, nos representan en la función de promulgar las leyes que van a normar nuestra organización política y nuestras conductas a lo interno del Estado.
También, por medio del voto popular, quienes tenemos la soberanía elegimos a la persona que tendrá como función ejecutar las leyes que los costarricenses representados en el Parlamento nos damos. Cuando el Presidente se apersona, todos los primeros de mayo a la Asamblea Legislativa, lo que hace es rendir un informe a los representantes del pueblo; es decir, en última instancia, su obligación es para con el pueblo de Costa Rica.
En una República, en consecuencia, todos los ciudadanos sin excepción le debemos respeto a lo que representa la Asamblea Legislativa y la Presidencia de la República. Independientemente de las personas que en determinado momento estén nombrados en esos poderes de la República, el respeto se fundamenta en que representan al pueblo de Costa Rica; en otras palabras, aunque toda persona merece respeto, en este caso, además del respeto a la persona, se tiene una especial consideración en razón de la representación que está haciendo del pueblo que la ha elegido.
Ese respeto a lo que representan los Diputados y el Presidente de la República, supone e implica que los demás ciudadanos debemos estar atentos y prestos al llamado que se nos haga para colaborar con las autoridades que han sido electas por la mayoría de la población. En ese sentido, lo que procede en cualquiera de los casos, es que los ciudadanos acudamos a la Asamblea Legislativa o a la Presidencia de la República a ponernos a la orden de las autoridades que están al frente de estas instancias de representación.
Por ello resulta contrario al fundamento filosófico y teórico que dio origen al concepto de República que los Diputados o el Presidente de los costarricenses se vea en la necesidad u obligación de acudir a la residencia de cualquier ciudadano para discutir asuntos de interés público. Lo que procede en estos casos es exactamente lo contrario, es el ciudadano quien tiene la obligación de acudir a la Asamblea Legislativa o a la Presidencia de la República cuando sea llamado por cualquiera de estas instancias porque, en teoría, quien está haciendo la solicitud es el pueblo de Costa Rica.
El problema no es que haya personas que se consideren por encima de la Asamblea Legislativa o la Presidencia de la República, el problema es que quienes ejercen esos poderes del Estado, no tengan consciencia de a quiénes están representando y de cuáles son los procedimientos correctos en función de los fundamentos que dan origen a la República. No por casualidad el artículo tercero y cuarto de la Constitución Política habla que nadie puede arrogarse la soberanía y que tampoco una persona o reunión de personas puede asumir la representación del pueblo.
Independientemente de la arrogancia y vanidad personal que colma un acto como el que observamos la semana pasada, no podemos dejar de señalar que los fundamentos de la República se conmovieron ante lo que implica que un Presidente de la República haya tenido que ir, por necesidad o por las razones que fueren, a la casa de una persona que en estos momentos es un ciudadano que tendría la obligación (si de verdad quiere arrollarse las mangas) de acudir a la Presidencia de la República.
¿Qué sigue ahora? ¿Será que dentro de poco veremos al Presidente de la República desfilando ante quien preside el Grupo con sede en Llorente de Tibás? ¿Acaso lo observaremos en iguales circunstancias ante quien ostenta la presidencia del medio de comunicación que se encuentra en Sabana Oeste? ¿ Quizás pronto estará buscando reunirse ante el representante del Vaticano en Costa Rica o ante otra instancia de similares características? ¿Qué debemos esperar?
Lo que ha pasado no es poca cosa y alguien debería decirle al Presidente de la República que, al menos, guarde las formas. Lo que procedía era llamar o invitar al ciudadano Oscar Arias Sánchez a la Presidencia de la República y que este personaje acudiera a Zapote; en caso que este individuo se negara a acudir a la cita, lo procedente es que así se dijera para que el resto de ciudadanos nos demos diéramos por enterados del desplante.
¡Basta ya! Si hay personas que quieren hacerle el juego a este personaje, pues ellos verán hasta qué punto están dispuestos a ser mirados por debajo del hombro, sin embargo, los representantes del pueblo de Costa Rica no pueden olvidar o hacerse de la vista gorda, en relación con los fundamentos de la República y la dignidad con la que se debe ejercer nuestra representación.
Si hay personas que quieren ser vasallos o súbditos allá ellos, pero la mayoría de los ciudadanos costarricenses no queremos ser siervos menguados y tampoco súbditos de uno o varios que siguen pensando que, en lugar de una República, vivimos en una Monarquía. El hecho que tengamos a alguien que se cree “Rey” y que piensa que su castillo está ubicado en Rohrmoser, no le da derecho a quienes ejercen nuestra representación a arrastrarnos a esas esquizofrenias conservadoras.

lunes, 3 de agosto de 2015

75 años de la Universidad de Costa Rica: ¡A celebrar en las calles y con el pueblo!

No voy a realizar el clásico artículo en que se comienza hablando de la Universidad de Santo Tomás, del cierre que hicieron los liberales ticos a finales del siglo XIX y la posterior creación de la Universidad de Costa Rica (UCR) en 1940. Tampoco voy hablar de la reforma universitaria que creó las Humanidades o de aquella otra que desarrolló la estructura de vicerrectorías y potenció, principalmente, la investigación por medio de los estudios de postgrado y la creación de los diferentes institutos y centros que actualmente tiene la UCR.
Creo que cualquier costarricense medianamente informado sabe lo que ha significado este centro de estudios superiores para nuestra sociedad. En el ámbito docente ha formado a profesionales en diferentes ramas del saber, los cuales han pasado a formar los cuadros de profesionales del sector privado y público. En lo que se refiere a la investigación, se han dado multiplicidad de proyectos, en que profesores y estudiantes han logrado resolver problemas o crear nuevo conocimiento para beneficiar e impactar en las más diversas áreas de la sociedad costarricense. La acción social ha sido vital para lograr que muchas comunidades, por ejemplo, por medio del Trabajo Comunal Universitario (TCU) hayan recibido la colaboración en la solución de sus necesidades y así lograr ese vínculo entre el alma mater y los habitantes de este país.
No obstante, como suele suceder, cuando se realizan ese tipo de acciones, se choca con intereses que en lugar de procurar el bienestar del mayor número de personas, buscan satisfacer el interés de un pequeño grupo que aboga por obtener el máximo de beneficio a costa de los demás. El problema es que este tipo de personas son pocas pero han logrado acumular recursos que utilizan para sus propósitos, en cambio, las demás personas son muchas y con recursos atomizados, situación que hace difícil la organización para encauzar a muchos en pos de un objetivo común.
Por eso, en esta ocasión tan especial en que la Universidad de Costa Rica cumple setenta y cinco años, las autoridades universitarias en lugar de realizar la clásica sesión solemne del Consejo Universitario, deberían convocar a todos los que alguna vez han recibido la impronta de la UCR a celebrar su aniversario. Como siempre, habrá gente que va considerar muy peligroso desde el punto de vista político semejante propuesta, porque harán señalamientos en el sentido que si no llega un buen número de personas, ello será una señal de debilidad y falta de apoyo popular.
La Universidad de Costa Rica a lo largo de estos setenta y cinco años ha cambiado la vida de muchas personas, costarricenses y extranjeros. La movilidad social que ha logrado en los sectores menos favorecidos es algo que las personas no olvidan y que agradecen para toda la vida; sin lugar a dudas y si se hace bien, las personas que han podido tener una mejor calidad de vida, ellos y sus familias, acudirían a manifestar su apoyo a la institución que les brindó las herramientas para dar un salto cualitativo en sus vidas.
Hay comunidades enteras que han recibido a los universitarios, es decir, estudiantes, profesores y funcionarios que, de manera conjunta con las pobladores han resuelto los más diversos problemas que les han aquejado. No me cabe la menor duda que esas personas acudirían al llamado de apoyo que haga la Universidad de Costa Rica, porque el pueblo costarricense no olvida y agradece a los que, desinteresadamente, han ayudado a resolver sus problemas.
Existen muchos empresarios, principalmente pequeños y medianos, que han mejorado sus procesos productivos con la ayuda de la UCR. Muchos de los estudiantes de las diferentes disciplinas han llegado a beneficiar a las diferentes empresas y han sido contratados, después de hacer su trabajo final de graduación, debido a que aportó una solución o mejoró el proceso productivo de la empresa agrícola o industrial.
Son más los que quieren y le agradecen a la Universidad de Costa Rica su aporte a la sociedad costarricense. Desgraciadamente hay unos pocos, muy pocos por cierto, que la denigran y que evidencian su mala fe por medio de argumentos falaces; sin embargo, estas personas que encuentran en algunos medios de comunicación una caja de resonancia interesada, no pueden opacar la gratitud de los miles de costarricenses para con una institución que ha sido un faro permanente en la historia contemporánea de nuestro país.
En este mes de agosto, celebremos setenta y cinco años de una institución que solo le ha hecho bien a la sociedad costarricense. Que las autoridades universitarias hagan un llamado a todos los que hemos pasado por sus aulas, a todas las comunidades que han recibido su ayuda, a todos los sectores que han recibido su impacto por medio de proyectos de investigación y acción social; en lugar de la aburrida sesión solemne, endogámica y formal, convoquen a todos los que queremos a la UCR a celebrar los setenta y cinco años. ¡Todos a celebrar en las calles y con el pueblo!