lunes, 10 de agosto de 2015

¿Por qué en una República el Presidente tiene que ir a la casa del que se cree “Rey”?

Desde hace un tiempo quería escribir en relación con una dinámica que pareciera sin trascendencia pero que está cargada de simbolismo. Se trata de una acción que se asemeja a lo que ocurría en el medioevo con el señor feudal o en la época del absolutismo europeo, cuando los súbditos tenían que ir al palacio a reverenciar al Rey.
En Costa Rica esa dinámica se ha venido dando en relación con Oscar Arias y su casa ubicada en las cercanías de la Sabana. No hay que ser muy inteligente para comprender que se trata de un acto en que se quiere evidenciar el sometimiento de las personas que por una u otra razón acuden a ese lugar; es decir, hay que ir donde el señor feudal o ante el monarca, porque de lo contrario pueden haber represalias o me puedo ver excluído de recibir sus favores.
El artículo primero de la Constitución Política dice que Costa Rica es una República, no dice que sea una Monarquía y mucho menos un feudo del que es dueño una persona en particular. No dudo que mucha gente no le otorga la importancia a esa palabra, sin embargo, en ella se contiene toda una forma de entender la organización política de una sociedad.
En una República la soberanía reside en las personas que forman parte de la sociedad que se ha establecido en un determinado territorio. Por ello no es casual que el artículo segundo del mismo texto constitucional indique que: “La soberanía reside exclusivamente en la Nación”. Soberanía y Nación son dos conceptos que, al igual que el de República, tienen un significado que ha sido objeto de estudio por los más prominentes filósofos políticos de la historia y de los cuales se han escrito una inmensa cantidad de libros.
En la República de Costa Rica la soberanía reside en la Nación que, por medio del voto popular, la delega en sus representantes en la Asamblea Legislativa. Los diputados, muy a nuestro pesar en la mayoría de los casos, nos representan en la función de promulgar las leyes que van a normar nuestra organización política y nuestras conductas a lo interno del Estado.
También, por medio del voto popular, quienes tenemos la soberanía elegimos a la persona que tendrá como función ejecutar las leyes que los costarricenses representados en el Parlamento nos damos. Cuando el Presidente se apersona, todos los primeros de mayo a la Asamblea Legislativa, lo que hace es rendir un informe a los representantes del pueblo; es decir, en última instancia, su obligación es para con el pueblo de Costa Rica.
En una República, en consecuencia, todos los ciudadanos sin excepción le debemos respeto a lo que representa la Asamblea Legislativa y la Presidencia de la República. Independientemente de las personas que en determinado momento estén nombrados en esos poderes de la República, el respeto se fundamenta en que representan al pueblo de Costa Rica; en otras palabras, aunque toda persona merece respeto, en este caso, además del respeto a la persona, se tiene una especial consideración en razón de la representación que está haciendo del pueblo que la ha elegido.
Ese respeto a lo que representan los Diputados y el Presidente de la República, supone e implica que los demás ciudadanos debemos estar atentos y prestos al llamado que se nos haga para colaborar con las autoridades que han sido electas por la mayoría de la población. En ese sentido, lo que procede en cualquiera de los casos, es que los ciudadanos acudamos a la Asamblea Legislativa o a la Presidencia de la República a ponernos a la orden de las autoridades que están al frente de estas instancias de representación.
Por ello resulta contrario al fundamento filosófico y teórico que dio origen al concepto de República que los Diputados o el Presidente de los costarricenses se vea en la necesidad u obligación de acudir a la residencia de cualquier ciudadano para discutir asuntos de interés público. Lo que procede en estos casos es exactamente lo contrario, es el ciudadano quien tiene la obligación de acudir a la Asamblea Legislativa o a la Presidencia de la República cuando sea llamado por cualquiera de estas instancias porque, en teoría, quien está haciendo la solicitud es el pueblo de Costa Rica.
El problema no es que haya personas que se consideren por encima de la Asamblea Legislativa o la Presidencia de la República, el problema es que quienes ejercen esos poderes del Estado, no tengan consciencia de a quiénes están representando y de cuáles son los procedimientos correctos en función de los fundamentos que dan origen a la República. No por casualidad el artículo tercero y cuarto de la Constitución Política habla que nadie puede arrogarse la soberanía y que tampoco una persona o reunión de personas puede asumir la representación del pueblo.
Independientemente de la arrogancia y vanidad personal que colma un acto como el que observamos la semana pasada, no podemos dejar de señalar que los fundamentos de la República se conmovieron ante lo que implica que un Presidente de la República haya tenido que ir, por necesidad o por las razones que fueren, a la casa de una persona que en estos momentos es un ciudadano que tendría la obligación (si de verdad quiere arrollarse las mangas) de acudir a la Presidencia de la República.
¿Qué sigue ahora? ¿Será que dentro de poco veremos al Presidente de la República desfilando ante quien preside el Grupo con sede en Llorente de Tibás? ¿Acaso lo observaremos en iguales circunstancias ante quien ostenta la presidencia del medio de comunicación que se encuentra en Sabana Oeste? ¿ Quizás pronto estará buscando reunirse ante el representante del Vaticano en Costa Rica o ante otra instancia de similares características? ¿Qué debemos esperar?
Lo que ha pasado no es poca cosa y alguien debería decirle al Presidente de la República que, al menos, guarde las formas. Lo que procedía era llamar o invitar al ciudadano Oscar Arias Sánchez a la Presidencia de la República y que este personaje acudiera a Zapote; en caso que este individuo se negara a acudir a la cita, lo procedente es que así se dijera para que el resto de ciudadanos nos demos diéramos por enterados del desplante.
¡Basta ya! Si hay personas que quieren hacerle el juego a este personaje, pues ellos verán hasta qué punto están dispuestos a ser mirados por debajo del hombro, sin embargo, los representantes del pueblo de Costa Rica no pueden olvidar o hacerse de la vista gorda, en relación con los fundamentos de la República y la dignidad con la que se debe ejercer nuestra representación.
Si hay personas que quieren ser vasallos o súbditos allá ellos, pero la mayoría de los ciudadanos costarricenses no queremos ser siervos menguados y tampoco súbditos de uno o varios que siguen pensando que, en lugar de una República, vivimos en una Monarquía. El hecho que tengamos a alguien que se cree “Rey” y que piensa que su castillo está ubicado en Rohrmoser, no le da derecho a quienes ejercen nuestra representación a arrastrarnos a esas esquizofrenias conservadoras.

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