lunes, 23 de febrero de 2015

TLC: ¿No es que íbamos a tener pleno empleo?

Cuando se dio la campaña en relación con el referéndum para aprobar el tratado de libre comercio con los Estados Unidos, los que estaban a favor dijeron que si se aprobaba iba a sobrar el empleo en Costa Rica. Hubo irresponsables como Óscar Arias Sánchez que se dejó decir que cada costarricense tendría la posibilidad de comprarse un vehículo nuevo y otros tuvieron el descaro de amedrentar a los más humildes, a los que no poseen las herramientas para ver más allá de lo que escuchan en los medios de comunicación.
La realidad desde aquellos tiempos ha sido otra y como siempre los más perjudicados ha sido la gente de a pie, aquellos que votaron por temor a perder su trabajo o porque les creyeron a los que ahora se lavan las manos ante la salida de las empresas que contratan trabajadores poco calificados. Se trata de aquellos que estaban trabajando en los sectores de la maquila, en la agricultura, en las empresas con bajo valor agregado; es decir, son aquellos empleos en que se requiere más la fuerza física o el trabajo repetitivo, donde ya no quieren emplear mano de obra costarricense porque prefieren emigrar a países en que pueden pagar salarios más bajos.
Da vergüenza y a la vez coraje escuchar a ciertos empresarios echarle la culpa a los costos sociales que implica producir en Costa Rica. Todos sabemos que son ellos junto con los políticos que les han servido, los que han generado un deterioro del empleo que difícilmente se va poder revertir en el corto tiempo; el problema hunde sus raíces en una contradicción que está relacionada con una política económica excluyente y que ha beneficiado sólo a unos pocos.
El discurso ideológico de los grupos que dijeron que con la aprobación del tratado de libre comercio con los Estados Unidos iba a generar pleno empleo fue: Que el costarricense es una mano de obra calificada y muy bien preparada, razón por la cual había que promover una política de atracción de inversiones, especialmente en empresas de alta tecnología o de alto valor agregado en conocimiento, para aprovechar esa mano de obra y que éstos, a su vez, iban a recibir una remuneración de primer mundo.
Por supuesto que no estamos en contra que los costarricenses se preparen para desempeñar empleos de este tipo y que vengan empresas con esas características, sin embargo, el problema es que la mayoría de los costarricenses no cumplen con la característica de ser mano de obra calificada. Los datos educativos que desde la década de los años ochenta del siglo XX se vienen consignando dicen otra cosa, no por casualidad se le llama la década perdida, ya que la mayoría de personas que hoy ronda los cuarenta y seis años no terminó la secundaria y mucho menos logró llegar a la educación superior.
Es falso, absolutamente falso, que la mano de obra tica tenga la preparación para desempeñarse en empleos de alta tecnología o de alto valor agregado en conocimiento.
Se trata de un problema estructural que se ha venido arrastrando desde aquella época y que si bien han habido mejoras en el nivel educativo, lo que está claro es que en el perfil de la mano de obra calificada sólo entra un porcentaje pequeño de las personas de la población económicamente activa; dicho de manera sencilla, la mayoría de la población que en este momento oscila de los veinticinco a los sesenta años no cumple con las características que interesa a las empresas de alta tecnología o de gran valor agregado en conocimiento.
Esta realidad ahora ha quedado evidenciada porque las empresas cuya base de producción es la fuerza física o el trabajo repetitivo, han decidido “competir” con base en la disminución de los salarios que pagan a sus trabajadores. Es por ello que las maquilas textileras, las empresas de manufactura agrícola y otras vinculadas al sector industrial, ante la imposibilidad (por el momento) de derogar las garantías sociales costarricenses, han decidido irse donde puedan pagar salarios más bajos y así obtener un mejor beneficio para sus accionistas.
Es así como, desgraciadamente, los más humildes, los que engañaron con que iban a poder comprar automóviles del año y otras mentiras añadidas, ahora están siendo despedidos y en una buena cantidad de casos, sin la cancelación de sus derechos laborales. Sí, los trabajadores de las textileras, bananeras y demás industrias con bajo valor agregado en conocimiento, son las empresas que están despidiendo gente; se trata de la gente que no tiene un título profesional o que no habla un segundo idioma, son los que las políticas de educación no lograron que se mantuvieran en el sistema educativo, son los desertores del sistema y que las estadísticas ha develado como generaciones perdidas.
La paradoja se encuentra en que por un lado se habla de traer empresas de alta tecnología que paguen altos salarios y por otro lado existe un gran segmento de la población que no tiene el nivel educativo para afrontar este tipo de empleos. Los gobiernos que han llevado a que Costa Rica sea el país más inequitativo de América Latina, son aquellos que propiciaron el déficit de escolaridad de la mayoría de la población en edad económicamente activa; en otras palabras, son los mismos que dejaron de invertir en educación y permitieron que los logros conseguidos después de la década del cincuenta del siglo pasado, vinieran a menos en la mayoría de los indicadores que nos habían hecho sentir orgullosos ante el mundo.
El desempleo en los trabajos menos calificados va a continuar. Las empresas que utilizan esta mano de obra, incluso, han planteado que para no emigrar es necesario dar marcha atrás con una serie de conquistas sociales que costaron sangre, sudor y lágrimas; nuevamente chantajean a los que tienen menos educación diciéndoles que eliminando el seguro social, eliminando la jornada de ocho horas o permitiendo la eliminación de vacaciones a cambio del pago de éstas, la situación mejorará y no habrá desempleo.
En consecuencia, este contexto y el los próximos años, vamos a tener un mayor desempleo porque el número de personas sin preparación académica es mayor y no podrán ser absorbidas por una economía que no puede retener a las empresas que antes empleaban a estas personas; dicho en palabras sencillas, hay un segmento amplio de la población que se encuentra en medio de esta contradicción estructural y que no tiene posibilidades de solventar sus deficiencias, no porque no quieran, sino porque la política de educación desarrollada por los grupos en el poder no se han interesado por esta realidad.
Probablemente a estos sectores de la población costarricense les tocará emigrar, como ha sucedido con amplios contingentes de personas, a economías que requieran mano de obra barata. Habrá muchos que pasarán a engrosar la economía informal y en el peor de los casos, se dedicaran a actividades ilícitas para poder sobrevivir en un contexto de desempleo y miseria; no se trata de ser pesimista, se trata de usar la razón y ver como son las cosas en una realidad que se presenta, para nuestra desgracia, muy poco optimista para los próximos años.
Ni el tratado de libre comercio con Estados Unidos, ni los tratados firmados con otros países han venido a beneficiar a los que menos tienen. Al contrario, son estos sectores los que más están experimentado sus efectos debido a que su lógica está sustentada en una polarización salarial en la que pocos ganan mucho y en la que muchos ganan poco.
Lo peor es que los pocos que logran engancharse en el esquema salarial de las trasnacionales, pierden la perspectiva y comienzan a reproducir un esquema que olvida o se desentiende del resto de la población. Entran en una especie de burbuja profesional y económica que no les permite entender lo que hay más allá de sus espacios laborales y de sus interrelaciones con ejecutivos que consideran normal la miseria extrema.
Merece la pena terminar estas líneas citando a uno de los autores clásicos de la economía liberal y que dudo mucho que haya sido leído por estos que se dicen liberales desde la perspectiva económica y mucho menos por aquellos que se dicen de izquierda actuando como de derecha. Decía Adam Smith en la Riqueza de las Naciones, específicamente, en el libro primero, capítulo octavo, “De los salarios del trabajo”:
“No puede haber una sociedad floreciente y feliz cuando la mayor parte de sus miembros son pobres y desdichados.”

No hay comentarios:

Publicar un comentario