lunes, 21 de marzo de 2016

Creo que no creo

Creo que no creo. Hace mucho tiempo me preguntaron que si creía en alguna deidad y traté de responder que no en los términos que la mayoría de las personas lo hacen, es decir, considero que hay misterios que la inteligencia del ser humano no ha podido desentrañar y si a esa situación se le quiere llamar Dios o cualquier otro nombre, no tengo problema con ese tipo de discusiones nominales.
El no tener una religión no implica la carencia de un comportamiento normal dentro de la sociedad. Una persona puede carecer de una afiliación a una determinada religión y ser un ciudadano ejemplar, en cambio, hay personas religiosas que no necesariamente entran dentro de la categoría de ciudadanos ejemplares.
La religión ha sido a lo largo de los años un instrumento. No solo la Iglesia Católica Apostólica y Romana, sino que también las otras iglesias que hay en nuestro país, utilizan la religión como un instrumento para influir en la conducta de las personas ; dicho en otras palabras, la adhesión a una determinada iglesia no implica una conducta correcta por parte de una persona.
La religión a lo largo de la historia de la humanidad ha servido para múltiples fines. Desde la época primitiva hasta nuestros días, han sido los intermediarios entre lo divino y lo terrenal los que han provocado los más diversos excesos; desde el sacrificio humano de adoración hasta las guerras santas contemporáneas, quienes han interpretado y determinado el actuar de los fieles son aquellos que dicen tener la autoridad divina para hacer tal cosa.
La creencia en tales circunstancia se vuelve un acto de sumisión y no un acto de fe como se ha hecho creer. Someterse a lo que diga una tercera persona ha sido cuestionado por aquellas personas que tienen una actitud crítica hacia los dogmas religiosos, se trata de una conducta necesaria para evitar actos contra la integridad de las personas.
En consecuencia, es deseable que la religión se profesa se viva con sentido crítico. Entre más se cuestiona los dogmas que se nos pretende inculcar, más posibilidades existen de vivir una religión más cercana a la realidad; dicho de otro modo, la religión seguida ciegamente tiene el peligro de decantar las peores conductas de los seres humanos.
Al final, lo importante no es creer o negarse a creer, lo relevante es desarrollar una vida en armonía con las otras personas y con el entorno. Se requiere evitar sucumbir ante la “autoridad” de quienes dicen estar en contacto con Dios, ya que la historia ha demostrado que estas “autoridades” son las peores.
Creo que no creo, pero ello no hace que las personas sean buenas o malas.

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