lunes, 25 de enero de 2016

¿Para qué escribir?

En no pocas ocasiones uno se pregunta qué sentido tiene escribir en la sociedad en que vivimos. En la actualidad lo que impera es el audiovisual y en algunos casos los archivos de solo audio. Nos guste o no, las personas cada vez leen menos, no porque no sepan leer sino porque les da pereza y prefieren un “enlatado mediático” que les releve de ese pequeño esfuerzo.
Antes de la radio y especialmente de la televisión, el artículo escrito tenía la posibilidad de influir en la sociedad. Existen muchos ejemplos de autores famosos que influyeron en sus sociedades, basta pensar en personajes como Karl Marx o José Ortega y Gasset; sin embargo, en la actualidad, cualquier persona que piense en influir por medio de un artículo en un periódico está sumamente desubicado.
El escribir se ha vuelto poco importante. En el pasado, junto con el arte de la retórica, ello se consideraba imprescindible para poder participar en la vida pública; en otras palabras, se requería del conocimiento en estas artes porque se tenía un respeto por los lectores que tenían igual o mayor nivel cultural que el articulista.
Algunas personas han culpado de estos problemas a las nuevas formas de comunicación. Se dice que los chats de comunicación instantánea o las redes sociales permiten ser menos rigurosos con el lenguaje; sin embargo, debería ser al contrario debido a la exposición pública que tiene la persona al participar en esos espacios virtuales. ¡Es patético la forma de escribir y de expresarse de muchas personas en esos espacios!
La escritura, pareciera, ha perdido la capacidad de influir en las sociedades. Mientras que un artículo de opinión depende de la decisión de un lector para que sea leído, los audiovisuales tienen la particularidad de no necesitar un gran esfuerzo intelectual para ser recepcionado por el televidente o el radioescucha; es decir, el receptor asume una actitud pasiva y más placentera desde el punto de vista del esfuerzo que debe de hacer para descodificar el mensaje del emisor.
Por otra parte, a diferencia del texto, los audiovisuales pueden influir más fácilmente en el receptor debido a que pueden ser emitidos muchas veces. En efecto, usualmente, un texto trasciende cuando el receptor realiza la acción de leerlo; en cambio, un audiovisual puede ser emitido muchas veces y al no requerir una acción del receptor para recibirlo, la penetración en la psique de las personas es más probable con base en la repetición.
El ejercicio de la escritura, por tanto, tiende a desaparecer. El que escribe está en franca desventaja con aquellos que se desempeñan en los medios audiovisuales, lo anterior debido a que la escritura no tiene en la actualidad la importancia que tuvo en el pasado; dicho en palabras sencillas, cada vez hay más personas que sucumben al facilismo y a la pereza de leer un texto para adherirse a la actitud pasiva y fácil de ver y escuchar los “enlatados mediáticos” sin que ello implique el mínimo esfuerzo de reflexión.
A pesar de esta cruel realidad, la escritura permite ejercitar la mente de la persona que escribe y de aquella que lee. ¿Para qué escribir? Hay que escribir para mantener nuestra mente activa y para que en una sociedad que nos hace cada día más brutos, tengamos una mínima posibilidad de no caer en esa frivolidad que caracteriza la vida de nuestros días.
¡A escribir, carajo!

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