lunes, 4 de enero de 2016

¿Y si el fin de año fuera, al menos, cada cuatro meses?

No todo está tan mal como nos dicen y tampoco tan bien como algunos pretenden hacernos creer. La vida en general no es dicotómica, ni blanca ni negra, ni triste ni feliz, ni buena ni mala, ni bonita ni fea, ni positiva ni negativa; en fin, la vida es un proceso en que se va desarrollando una serie de hechos que corresponde a cada persona valorarlos, es decir, somos nosotros quienes decidimos qué valoración le vamos a otorgar al mundo fáctico que nos toca vivir.
En Costa Rica, a diferencia de lo que ocurre en otros países, el fin de año supone un antes y un después. Como la mayoría de procesos terminan en diciembre, los costarricenses disfrutamos al máximo el fin de año cuando nos ha ido bien o, en su defecto, lo utilizamos para olvidar y dejar atrás lo vivido en caso que no nos haya ido tan bien; en otras palabras, las dos últimas semanas de diciembre constituyen como una especie de catarsis para una buena cantidad de ticos entre los que me incluyo.
Por favor, no me mal interpreten. No estoy de acuerdo con la frivolidad y la chabacanería que impera durante ese tiempo. En otras ocasiones he escrito sobre mi oposición a las corridas de toros, a las puestas en escena de programas y rutinas de comediantes que dejan mucho que desear como humoristas; en síntesis, nadie está hablando, ni ponderando positivamente el circo que nos recetan los canales de televisión por estos días.
La catarsis está más bien relacionada con la posibilidad de reflexionar sobre nuestra realidad de manera individual o colectivamente. El tiempo que no tenemos a lo largo del año se nos presenta propicio para encontrarse con uno mismo y percatarse sobre lo actuado; esta misma situación se presenta con la posibilidad de encontrarse con personas que, por diferentes razones, no es posible ver con la frecuencia que uno quisiera. La tertulia se convierte en el mejor psicólogo cuando esto es posible.
No hay nada más placentero que dialogar con gente que te pueda plantear un contrapunto a las ideas que uno tiene. En lugar de estar frente al televisor viendo el circo de Zapote, o los noticiarios que salpican la pared de sangre, o los programas que son un auténtico insulto al sentido común, nada más lúdico que disfrutar de una buena conversación en que los participantes expresan sus puntos de vista y cada uno de ellos son contrastados con el de los otros. ¿Por qué a lo largo del año no hay más finales de año?
Si a lo largo del año pudiéramos dialogar con más frecuencia, tendríamos la posibilidad de aclararnos e imaginar mejores formas de convivencia personal y social. Dicho de otra forma, en lugar de fomentar un ocio poco inteligente y lleno de lugares comunes, el diálogo propicia una reflexión que nos hace más productivos en el tanto nos percatarnos de los aspectos relevantes para nuestras vidas y para la de los demás.
Como he dicho en otras ocasiones, el objetivo del diálogo no es ganar o imponer nuestro punto de vista sino aclarar las ideas que cada uno tiene en relación con un determinado tópico o tema. La actitud dialogante no cree en verdades absolutas o en argumentos irrefutables, por el contrario, el contertulio sabe que no existe una sola verdad y que la riqueza del diálogo está en tolerar y repensar todos los puntos de vista expresados por las diferentes personas.
Por eso, tratemos de que haya más fines de año mientras giramos alrededor del sol. Dejemos los convencionalismos de lado y hagamos nuestro propio calendario para reunirnos con las personas que podemos dialogar o tertuliar. ¡Se imaginan escuchar a Tony Camargo, al menos, cada cuatro meses!
No puedo dejar de recordar una frase que leí del periodista y escritor estadounidense Truman Streckfus Persons, mejor conocido como Truman Capote que decía: “Una conversación es un diálogo, no un monólogo. Por eso hay tan pocas buenas conversaciones: debido a la escasez de personas inteligentes.”
Conclusión: Capote no está hablando de una inteligencia académica sino que las personas inteligentes son aquellas que conversan, dialogan y se toman el tiempo para hacerlo.
¡Que viva el fin de año! ¡Que viva la conversación y el diálogo! ¡Que viva la tertulia!

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