lunes, 13 de abril de 2015

Necesitamos pluralismo mediático no demagogia mediática

Por dicha no soy muy dependiente de la prensa, la radio o la televisión. No obstante, según el discurso emanado de los diferentes medios de comunicación y de los que en ellos trabajan: en tales circunstancias, mi libertad de expresión no existe o, al menos, es bastante menor que la de otras personas. Recordemos, por si acaso, que la libertad de expresión es un derecho de la persona y no del medio de comunicación. ¡No lo olvidemos!
Aunque no soy muy aficionado a los medios de comunicación, sí suelo leer, escuchar y ver en horas muy puntuales del día los diferentes ….digamos, noticiarios o quizás habría que decir …, informativos; pero no, usualmente no emiten informaciones sino opiniones de los “periodistas”, en fin, la verdad no estoy claro cuál sería la palabra adecuada para denominar lo que nos ofrecen en los diferentes medios.
En mi caso, por el trajín de la mañana, escucho radio oscilando entre dos espacios de dos emisoras distintas. La primera emite a partir de las cinco y treinta de la mañana, desde que se escuchan los titulares ya uno sabe que se trata de un discurso conservador y de derecha, ello no es de extrañar, la directora tiene esas dos características y ello se evidencia claramente en los editoriales que emite casi al finalizar el espacio; en contraste, en la otra emisora tradicional, lo que impera de manera constante son los comentarios y opiniones del director y de los “periodistas” que, claramente, muestran que no tienen claro la diferencia entre informar y opinar.
Así comienza mi proceso diario para intentar enterarme de los acontecimientos cotidianos y tratar de formarme una idea de qué ha sucedido y por qué se ha dado un determinado hecho a nivel nacional o internacional. El medio de comunicación lo que le permite a la mayoría de las personas es enterarse de algo que ha ocurrido, son muy pocas las personas que tenemos la posibilidad de expresar nuestros criterios a través de ellos; sin embargo, ello no implica que quienes no tienen esa posibilidad, no puedan ejercitar el derecho a la libertad de expresión, si hiciéramos alguna distinción podríamos decir: que quienes tienen la posibilidad de utilizar los medios de comunicación lo que hacen es ejercitar de manera más efectiva un derecho que tenemos todos los ciudadanos.
Mientras me dirijo al trabajo voy observando por internet los contenidos de las versiones digitales de los diferentes medios escritos que hay en Costa Rica. A veces con distintas palabras pero con el mismo sesgo ideológico, lo que ya he escuchado por la radio aparece escrito en el medio de prensa de la derecha conservadora; lo mismo ocurre en otros medios escritos en que un lector agudo puede captar la inclinación ideológica de los diferentes contenidos que se ofrecen. Evidentemente,  El País.cr  no es ajeno a esta situación, pero no finge lo que otros medios de comunicación fingen.
El problema no está en que los medios de comunicación tengan una preferencia ideológica en tal o cual sentido, lo patético es cuando las personas que trabajan en éstos, se presentan como: objetivos, imparciales, apolíticos y un largo etcétera, que sólo ellos se lo creen. No obstante, cajita blanca para mí, hay muchas personas que creen en la objetividad, la imparcialidad o la apoliticidad de estas personas, situación que trae como consecuencia que crean ciegamente en lo que dicen algunos de estos personajes mediáticos.
Al mediodía y mientras almuerzo, veo uno de los espacios que repiten los contenidos durante hora y media. Normalmente en este espacio en los primeros treinta minutos, es posible observar lo que van a repetir en la siguiente hora, el menú ya es conocido:  comienzan con sucesos, luego hacen referencia a las actividades gubernamentales y posteriormente un segmento internacional que reproduce los contenidos de la televisión española; posteriormente, los siguientes quince minutos son consumidos por una sección deportiva con los lugares comunes y los comentarios de siempre, a partir de las doce y treinta, vuelven a repetir los mismos contenidos.
Que quede claro, ninguno de los espacios a los que me he referido ejercitan por mí la libertad de expresarme. Si eso fuera así, muchos de esos medios de comunicación lo que harían es restringir el ejercicio de ese derecho; en efecto, debido a que no tienen la capacidad de publicar todos los planteamientos que hacen los ciudadanos, en no pocas ocasiones, realizan censura ideológica cuando las ideas que se expresan no coinciden con la línea editorial del medio de comunicación.
Al caer la noche los espacios, tanto en radio como en televisión, repiten los contenidos del mediodía, salvo que haya un acontecimiento novedoso durante la tarde. Lo mismo ocurre en los espacios nocturnos que suelen incorporar entrevistas con “expertos” y con un discurso plagado de lugares comunes o que reproduce lo que dicen en otras latitudes; situación de la que uno se puede percatar si tiene la posibilidad de acceder a medios de comunicación de otros países, sea por internet o afiliandose a una de las tantas cableras que existen en este país y a las que no todos tienen acceso.
Nótese que hemos hablado de ciertos espacios y de algunos contenidos de los medios de prensa, radio y televisión. El resto de espacios y contenidos que se ofrecen en la prensa y en la radio o televisión, tampoco tienen que ver con mi libertad de expresión; salvo que haya alguien que considere como ejercicio de ese derecho los contenidos que aparecen en las secciones de espectáculos de los medios de comunicación. ¡No me extrañaría que haya alguien que así lo estime!
Y es que el ejercicio de la libertad de expresión no tiene nada que ver con el hecho de que se cierre un medio de comunicación por no cumplir con sus diferentes obligaciones. Por ejemplo, si el Estado establece el pago de un monto de dinero por el uso del espectro radioeléctrico, mi libertad de expresión no es conculcada si el Estado cierra un medio de comunicación por la falta de pago; tampoco atenta contra ese mismo derecho, si el Estado dispone aumentar el monto que se cobra por ese concepto por considerarse muy bajo en comparación con las ganancias que dejan el uso del espectro radioeléctrico.
El problema con los medios de comunicación es que se han convertido en una vía privilegiada para ejercitar efectivamente la libertad de expresión de las personas, sin embargo, no son la única vía existente para su ejercicio. De hecho el internet ha sido un medio para ejercer este derecho, pero sigue existiendo un acceso restringido y la brecha digital entre los ciudadanos, aunque no parezca, sigue siendo muy grande.
No obstante, el problema principal no es que los medios de comunicación tengan que cumplir con sus obligaciones jurídicas o que hayan sanciones derivadas de su incumplimiento, el tema de fondo es que hay una concentración de la propiedad de los medios de comunicación. En lugar de un pluralismo mediático que permita al mayor número de personas ejercer eficazmente su libertad de expresión por la vía de los medios de comunicación tradicionales, lo que hay es una monopolización encubierta que restringe, insisto, restringe el ejercicio del derecho.
Invito a cualquiera a realizar el ejercicio de inventariar los medios de comunicación de cobertura nacional. Después habría que preguntarse: ¿Cuáles de ellos pertenecen a un mismo grupo empresarial? La respuesta a esta pregunta nos permitirá observar lo que estamos argumentando en relación con la falta de pluralismo mediático en Costa Rica.
El pluralismo mediático es necesario, pero debe ser un pluralismo real, no ficticio. Los que en estos días han estado pregonando la libertad de expresión lo hacen de forma retórica y demagógica, desgraciadamente nunca falta los politiquillos y los oportunistas que les hacen el juego con tal de seguir apareciendo en estos medios de comunicación.
Pareciera que ya no hay personas que tengan la prestancia, la hidalguía y el conocimiento para poner la temática en la dimensión adecuada y sobre todo, que haya personas que no se plieguen a los intereses de los medios de comunicación. Dicho en otras palabras, se extrañan aquellos personajes cuya estatura ética e intelectual hacía obligado escuchar sus puntos de vista, ello para encauzar adecuadamente los diferentes temas, en aras de que se priorizarán los intereses del país y no los de algunos grupos de interés.

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