lunes, 6 de abril de 2015

¿Creer o no creer?: ¡He ahí el dilema!

Como algunos distinguidos lectores se han podido percatar, en esta columna hemos incursionado en un tema que usualmente puede llegar a ser escabroso, aunque no debería ser así. Siguiendo los “consejos” y los lugares comunes que se han escuchado en esta semana que acabamos de pasar, nos pusimos a reflexionar sobre la religión; sin embargo, puede que nuestras elucubraciones no sean del agrado de la mayoría de creyentes. ¡Veamos!

Las personas tendrían que estar dispuestas, siempre, a someter a prueba sus creencias; sin embargo, las conductas que usualmente se dan cuando eso sucede son las siguientes: 1) La persona no está dispuesta a que se cuestione sus creencias y huye o se niega a tal posibilidad. 2) La persona se aferra a sus creencias y utiliza argumentos de autoridad, basados en los “textos sagrados” de la religión correspondiente, para combatir el cuestionamiento.

Y es que como ya hemos dicho, la religión es un concepto general relacionado con las creencias, sentimientos y las normas de conducta de los seres humanos. Existen muchas religiones y dentro de cada una de ellas, hay diferentes sectas o grupos que teniendo creencias comunes, hacen interpretaciones distintas respecto de éstas; es decir, con base en la creencia común desarrollan dogmas diferentes entre los creyentes.

Para que nos entendamos y teniendo en consideración nuestra realidad, pensemos en lo siguiente: El cristianismo es una de las diferentes religiones que hay en el mundo, ya que hay otras religiones como el Budismo, el Hinduismo, el Islamismo, el Judaísmo, el Satanismo, el Neopaganismo, el Zoroastrismo, etc.

Dentro de la religión cristiana, por ejemplo, existen diferentes grupos o iglesias que la profesan pero con interpretaciones distintas en relación con los textos considerados sagrados; encontramos, entre otros grupos: La Iglesia Católica, Apostólica y Romana, la Iglesia Copta, la Iglesia Ortodoxa, la Iglesia Anglicana, la Iglesia Protestante, etc.

Ahora bien, a lo interno de la Iglesia Católica, Apostólica y Romana, encontramos diferentes congregaciones o denominaciones religiosas, a saber: Benedictinos, Cartujos, Franciscanos, Clarisas, Agustinos, Jesuitas, etc. O en el caso de la Iglesia Protestante, encontramos a los Luteranos, Calvinistas, Metodistas, Pentecostales, Cuáqueros y otro gran etcétera.

Con lo anterior lo que queremos mostrar es que existen muchos seres humanos con creencias distintas a las nuestras e incluso, entre aquellos que tienen creencias comunes, existen personas que interpretan de manera diferente las creencias que se comparten. Así las cosas, una persona que considere su creencia como la única, correcta e incuestionable, se enfrenta a una realidad que cuestiona esta forma de pensar; en otras palabras, no existe una única creencia y por tanto, resulta ilógico que una persona quiera que los otros seres humanos asuman su creencia como la única y verdadera.

Por ello, llama la atención como hay personas que lejos de comprender esa realidad, pretenden imponer sus creencias a los otros seres humanos. La religión, es decir, la creencia que cada persona tenga, es una decisión personal que debe adoptarse de manera libre y sin ninguna influencia externa; sin embargo, todos sabemos que ello no es así, desde niños se influencia a las personas para que interioricen determinadas creencias y a ello le llamamos proceso de socialización.

Por ello, el cuestionamiento de nuestras creencias tiene que hacerse a una edad en que la persona pueda reflexionar sobre su ideología religiosa. La importancia de ese cuestionamiento, que muchos se niegan hacer, es: afirmarnos o no en relación con aquello que desde niños nos han dicho que debemos creer.

Veamos algunos cuestionamientos que nos podríamos hacer. Por ejemplo, el Cristianismo, el Hinduismo, el Islamismo y el Judaísmo, creen en la existencia de un único Dios; sin embargo, en el caso del Cristianismo se habla de un Dios divisible en Padre, Hijo y Espíritu Santo, en cambio, en el caso del Hinduismo, Islamismo y Judaísmo, dicha división no es posible porque para ellos Dios es único e indivisible.

En lo particular, siempre me ha llamado mucho la atención ir a la misa en que los sacerdotes católicos, por ejemplo, explican cómo es posible la existencia de un Dios trino. Después de una serie de “argumentos” para nada convincentes, terminan diciendo a los feligreses que se trata de un misterio y que es necesario tener fe para poder creer en la santísima trinidad. ¡Por supuesto, al final todo se resume en un acto de fe! ¡Faltaba más!

Los cristianos consideran que el antiguo y el nuevo testamento contienen la palabra de Dios escrita por medio de hombres santos movidos por el espíritu del altísimo. Los hinduistas, por su parte, creen en las sagradas escrituras reveladas en los cuatro vedas (Rig Veda, Sama Veda, Atharva Veda y Yajur Veda). Los musulmanes creen en los textos sagrados que Dios reveló en el Corán al profeta Muhammad, los cuales están protegidos de cualquier corrupción o distorsión. Finalmente, el judaísmo ortodoxo considera que la Torá fue entregada por Dios mismo en el monte Sinaí y ésta no puede ser cambiada o modificada.

Como se puede observar, hay un vínculo entre el judaísmo y el cristianismo en relación con una parte de los textos que se consideran sagrados, a saber, lo relacionado con el antiguo testamento que se supone fue escrito por la mano de Dios, es decir, no hubo intermediarios. En cambio, el cristianismo a diferencia del judaísmo, adiciona los textos del nuevo testamento que fueron escritos por diferentes personas (Juan, Lucas, Marcos, Mateo) y en consecuencia, por su mediación, la palabra de Dios es revelada a los seres humanos. Aquí el cristianismo se asimila al hinduismo y al islamismo. ¡Curioso, no!

Más curioso es la diferencia que se hace entre el Dios del antiguo testamento y el Dios del nuevo testamento. En el primer caso aparece caracterizado como un Dios castigador, recordemos eventos como el Diluvio Universal o Sodoma y Gomorra; en cambio, en el segundo caso, Dios aparece como misericordioso y ya no castiga a quienes transgreden sus mandamientos; al contrario, el transgresor puede ser perdonado si se arrepiente de corazón. La diferencia entre uno y otro es analizada de manera clara por Erich Fromm en un texto que se lee fácilmente y que se denomina: “El dogma de cristo”. ¡No hay que temer a ese tipo de textos!

Por último, para no hacer muy cansino este inventario de creencias y bajo el entendido que se nos quedan muchas en el tintero, está aquella que procura contestar a la pregunta: ¿Qué nos espera después de morir? El cristianismo, al igual que Islamismo y el Judaísmo, creen en la resurrección de los muertos; en cambio, el hinduismo cree en la reencarnación del alma y en que un día se dará la liberación final, es decir, la moksha.

Ahora bien, resulta interesante imaginar dónde vamos a estar tantas personas resucitadas, porque pareciera claro que no cabemos todos en la Tierra. Recordemos que se resucita en cuerpo y alma, por lo menos así se ha planteado tradicionalmente, ya que no podemos hablar de la resurrección sólo del alma. ¿Oh, sí?

Todavía el asunto se complica más si pensamos que la resurrección es para que se nos juzgue y se determine si vamos al cielo o al infierno; en este caso, tampoco queda claro cómo se daría el proceso de juzgamiento: ¿Sería un juicio público o privado? ¿La persona juzgada tendrá posibilidad de defenderse o simplemente llegará a escuchar el veredicto?

Por supuesto que la intención de estas líneas no es que las personas dejen de creer sino que crean en lo que consideran adecuado creer. En otras palabras, un ser humano que ha sometido a cuestionamiento sus creencias y al final llega a la conclusión que vale la pena creer en tal o cual cosa, es una persona que tendrá una creencia mejor fundamentada porque estará basada en una decisión razonada; pero a la vez y esto es lo más importante, tendrá consciencia de la necesidad de respetar las creencias de las demás personas y de evitar los fanatismos de aquellos que consideran su creencia la única y verdadera.

Al reflexionar sobre lo que hemos planteado y sobre otras muchas circunstancias que el espacio de una columna impiden analizar, llegamos a la conclusión que la religión debería ser una actividad en la que la primera norma de conducta para los diferentes adherentes debería ser: respetar las creencias de las demás personas.

El problema se presenta cuando una determinada religión quiere imponer sus creencias y dogmas a aquellos que no comparten esas ideas. La humanidad ya ha visto mucha sangre correr por estas circunstancias y lejos de escarmentar, seguimos como el primer día. Y mientras tanto, Dios, Allah, Shivá, Shen, o como quieran llamarlo, se ha convertido en una idea para que algunos lucren, maten, engañen y realicen cualquier cantidad de actos que nada tienen que ver con los preceptos que la mayoría de religiones profesan.

Por eso vale la pena recordar uno de los tantos pensamientos que Gandhi nos dejó y que resume todo lo que hemos querido decir: “Deja que los pensamientos e ideas sobre Dios te vengan de todas partes, hay un sólo Dios con miles de nombres, rezale de acuerdo con tu religión, dando respeto a todas las demás”.

Y aunque aprecio las palabras de Gandhi, cuando en esta semana que recién ha pasado, me preguntaron sobre mis creencias, después de detenerme a pensar en lo que pasa con las religiones de este mundo, no pude más que contestar: Creo que no creo.

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