lunes, 5 de octubre de 2015

Hay que desconfiar de aquellos que señalan a los demás con el dedo y se golpean el pecho

La política costarricense ha comenzado a confundirse con la ética y lo que es peor, también con la religión. De un tiempo para acá el discurso político y los juicios en relación con quienes se desarrollan en esta actividad, han potenciado la idea que los políticos deben ser éticamente puros y que no les es dable contravenir las normas religiosas.
La política, a lo largo de la historia de la humanidad, nunca ha sido de personas buenas o de santos. Ni Alejandro Magno, Julio César, Carlomagno, Fernando e Isabel, Enrique VIII, Luis XIV, Napoleón Bonaparte, Nicolás II, Franklin Roosevelt, Winston Churchill, Charles Gaulle, Mao, John Kennedy, Margaret Thatcher, Mijaíl Gorbachov, Bill Clinton o Angela Merkel, por citar algunos personajes, han tenido semejantes características.
Ni Simón Bolívar, Miguel Hidalgo, Antonio José de Sucre, Bernardo O´Higgins, Domingo Faustino Sarmiento, Hipólito Yrigoyen, Francisco Morazán, José Martí, Benito Juárez, Augusto César Sandino, Juan Domingo Perón, Getulio Vargas, Fidel Castro, Rómulo Betancurt, Salvador Allende, Rafael Caldera, César Gaviria, Alan García, Lula Da Silva o Michelle Bachelet, han sido o son impolutos y tampoco han estado de pecado.
En nuestro medio, ni Juan Mora Fernández, Braulio Carrillo, Juanito Mora, José María Castro, Jesús Jiménez, Tomás Guardia, Bernardo Soto, Cleto González, Ricardo Jiménez, Alfredo González, Léon Cortés, Rafael Ángel Calderón, José Figueres, José Joaquín Trejos, Luis Alberto Monge, Abel Pacheco o Luis Guillermo Solís, entre otros, se les puede caracterizar por tener una pulcritud ética o una santidad próxima a la canonización
Al contrario, los principales protagonistas del ejercicio del poder se han distinguido por adoptar decisiones que no siempre están acorde con las normas éticas o con aquellas normas que han sido acuñadas por las diferentes denominaciones religiosas. De ahí que la separación entre política, ética y religión ha sido necesaria para tener un análisis más adecuado de las relaciones de poder; o dicho de manera sencilla, no se puede esperar que un político se comporte con determinadas normas éticas o religiosas porque ello no ha sido la constante a lo largo de la historia. ¡Eso es algo anormal!.
Entendámonos. Nadie está diciendo que los políticos no deberían respetar las normas éticas o religiosas, ese es otro tema; lo que planteamos es que históricamente ha habido políticos que se han considerado buenos gobernantes y no necesariamente han actuado de conformidad con la ética o la religión. Ellas no son condiciones necesarias para que un político desarrolle acciones que cuenten con la aprobación de los ciudadanos.
Quizás por eso encontramos personajes que a pesar de haber sido cuestionados éticamente o de actuar en contra de las denominaciones religiosas, se les ha elegido y reelegido como gobernantes. La política no es para personas intachables o para ángeles, suele ser de personas con defectos y virtudes, pecadores, como la mayoría de nosotros.
El problema es cuando hay personajes que se creen o actúan más allá de esos parámetros de normalidad. Me refiero a los que se consideran con la potestad de señalar a los demás sin darse cuenta que ellos pueden ser señalados también; en otras palabras, resulta sospechoso que un político pretenda ser inmaculado en una actividad en que esa característica es difícil de encontrar. ¡El que esté libre de pecado que tire la primera piedra!
La experiencia nos dice que cualquier político está expuesto a realizar acciones que se pueden considerar en contra de la ética o de la religión. Nunca he confiado en aquellos que dicen ser puros desde el punto de vista ético y mucho menos en aquellos que se golpean el pecho para mostrar a los demás su apego a las normas religiosas; existen infinidad de ejemplos que han mostrado la falsedad de tales conductas y han evidenciado el fanatismo que hay detrás de ellas, es decir, son personas de las que es necesario desconfiar porque utilizan la ética o la religión para esconder sus verdaderos intereses.
Por desgracia la política costarricense se ha llenado de estos personajes y los medios de comunicación se han convertido en cajas de resonancia de esta forma de entender la actividad que desarrollan los políticos. No han entendido que la política es distinta de la ética y de la religión, sin embargo, en la actualidad se ha permitido que personajes con ideas cercanas a los fundamentalistas de diverso credo, tengan una mayor preponderancia en los medios de comunicación.
Los fanáticos siempre han existido y han utilizado la ética o la religión para cometer las más terribles acciones en contra de otras personas. Muchos de los peores hechos históricos de la humanidad han sido realizados por este tipo de personajes, empero, el problema no es que manifiesten su fanatismo sino que haya gente que los siga.
Cuentan que Sigmund Freud cuando, el 10 de mayo de 1933, los Nazis hicieron la quema de libros de aquellos autores que eran considerados anti-alemanes, expresó: “Estamos progresando, en otra época quemaban a las personas, pero ahora se conforman con quemar solo sus libros”
La historia mostró que tan equivocada fue esta afirmación de Freud, ya que los hornos de cremación siguen humeando setenta años después. Incluso, seguimos quemando gente pero ahora en los hornos de los medios de comunicación y en las redes sociales. Los inquisidores no han desaparecido, solo han cambiado de ropajes y de antorchas.
Bien mirado: ¡La humanidad no ha progresado mucho! ¿Y Costa Rica? ¡Tampoco!

4 comentarios:

  1. Muy interesante, Pero por que no incluye nombres?

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Estimado señor Fallas:

      Antes que nada le agradezco que haya tenido la deferencia de leer la columna y de escribir un comentario. Pues incluí cerca de cincuenta nombres en los primeros párrafos, en cuanto nombres de la actualidad se lo dejo al lector. Me parece que cada uno podrá elegir los que estime convenientes, ya que sobran en todos los espacios de la realidad nacional. Nuevamente gracias y reciba un cordial saludo.

      Eliminar
    2. Muchas gracias don Andi por su respuesta. Me refería a los políticos que, como usted menciona, se creen con la potestad de condenar a otros, sin ver sus propias faltas. Yo creo que existen algunas, pero no creo que sean las mismas. Ottón Solís por ejemplo, siempre he encontrado que es un político muy sagaz porque puede mezclar su lucha por mantener valores éticos con sus propios intereses. O José María Villalta.

      Y he estado leyendo sus interesantes columnas. No comulgo con muchas de las ideas que usted profesa, pero las encuentro muy interesantes y debatibles.

      Por ejemplo, sin duda coincido que muchas personas han usado la religión y la ética para perseguir e incluso maar a otros. Pero esto palidece en comparación con los efectos de la Revolución Francesa o la Bolchevique, que en nombre de erradicar la religión y el orden establecido, dieron paso a montañas de cadáveres, matando gente por simplemente por ser de una categoría nebulosa de "enemigo del pueblo", antes que una acción específica que hayan cometido.

      Y respecto a su posición acerca del embargo a los medios de comunicación "tradicionales": No veo porqué sea necesario hacer eso. Por una parte, han habido escritores de distintas persuasiones políticas que han escrito en las páginas de La Nación. Además, el periódico ha tomado posiciones que a toda vista resultan ser menos "derechistas" de lo que uno esperaría de este medio. Por ejemplo, tiene una posición muy favorable al matrimonio entre personas del mismo sexo. Es iuna institución que refleja mucho el punto de vista de nuevas generaciones de periodistas. Incluso, para la conmemoración del asesinato de la terrorista Viviana Gallardo, el periódico publicó un perfil bastante favorable de ella, así como del grupo "La Familia", enfatizando el idelaismo y dejando de lado el terror de sus métodos.

      Los medios tradicionales muestran además señales de pasar por un fuerte proceso de cambio. Con sus principales fuentes de ingreso (publicidad, avisaje) siendo fuertemente deterioradas, y el surgimiento de alternativas digitales, se encuentran en medio de una situación bastante difícil, de transición, de las cuales incluso La Nación no ha logrado escaparse. Y es un fenómeno de alcance mundial.

      Por ende, no creo que debiera rechazar la posibilidad de escribir alguna vez para dicho diario, si la oportunidad se presentase.

      Saludos

      Eliminar
    3. Estimado señor Fallas:

      Nuevamente le agradezco mucho su deferencia de escribir por esta vía y le hago algunas observaciones de atrás hacia adelante:

      1) Soy de los que creo que uno no puede decir: "De esa agua no beberé". No escribo en La Nación porque la única vez que lo hice, el texto del artículo fue manipulado e incluso censurado en alguna de sus partes. Un viejo dicho dice que de los muertos no se habla y por tanto, no me referiré a quien en aquel momento dirigía la sección de opinión. Desde aquella vez me he negado a escribir en ese medio de comunicación y veo difícil que lo vaya hacer. Veremos.

      2) Independientemente de esa circunstancia puntual y particular, la crítica a ese medio de comunicación está relacionada con la manipulación que pretenden hacer con las informaciones y el querer posicionar una imagen de imparcialidad. Por poner un ejemplo: En los Estados Unidos se sabe que el Washigton Post es afín al Partido Demócrata y el New York Times lo es al Partido Republicano, pero ninguno de los dos pretenden aparecer como neutrales o cosa que se parezca. Si yo compro uno u otro sé cuál es la orientación ideológica del medio de comunicación y no pasa nada, lamentablemente aquí no ocurre lo mismo y por desgracia muchas personas no tienen la posibilidad de advertir la manipulación que se hace desde estos medios de comunicación. En fin... son puntos de vistas.

      3) En una columna de opinión de cualquier medio escrito, lo que se hace es vértir algunos puntos de vista desde la perspectiva del autor. Por el tamaño exigido, lo que se trata es de provocar en el lector una reflexión sobre el tema tratado, a favor o en contra; o en su defecto, proponer una visión o perspectiva diferente de analizar la temática correspondiente y que, de alguna manera, se separe de los lugares comunes con que se estudia el tema respectivo. Esto último no siempre es posible lograrlo.

      4) Finalmente, don Jorge, en buena hora que no siempre comparta los planteamientos que se hacen en las columnas. De lo que se trata es de establecer un diálogo con los lectores en que se puede coincidir o no, pero el objetivo final es intentar que el debate de ideas nos permita aclararnos o replantearnos lo que pensamos sobre el tema en cuestión.

      Nuevamente le agradezco su deferencia y seguimos en la lucha. Saludos.

      Eliminar