lunes, 5 de junio de 2017

¡Qué desgracia caer como asegurado a emergencias del Hospital Calderón Guardia!

La sección de emergencias del Hospital Rafael Ángel Calderón Guardia es un desastre horroroso. Uno no se percata de lo que sucede ahí hasta que el infortunio toca a alguien cercano o a uno mismo, es decir, solo estando allí se da uno cuenta de la mala gestión administrativa que hay en ese lugar.
Después de analizar la dinámica que se da ahí, la conclusión a la que se arriba es que los propios empleados (médicos, enfermeros, nutricionistas, misceláneos, etc) son víctimas de un sistema perverso y que está mal gestionado. Entendámonos, como en todo lado hay empleados de empleados, no falta un médico irresponsable, una enfermera con conocimientos limitados o un empleado que no hace su trabajo o es inepto para el mismo; sin embargo, uno observa que la mayoría procura hacer su trabajo y atender a los enfermos que tienen la desgracia de llegar a ese sistema perverso, el suplicio que se vive es al máximo nivel.
La persona o paciente que llega a emergencias de ese lugar, está sometido a la peor indiferencia en lo que atención hospitalaria se refiere. En efecto, se trata de un problema estructural en el que la demanda del servicio supera ampliamente los recursos, humanos y materiales, para solventar las necesidades con que llega la gente; dicho en otras palabras, con las condiciones que hay allí, ni el doctor Moreno Cañas, ni la enfermera Haydeé Gómez o ni cualquier otro empleado puede trabajar bien, claro está, eso no quiere decir que no deban hacer lo posible por cumplir bien con su trabajo pese a esas condiciones.
El paciente deja de ser paciente y se convierte en impaciente, para terminar en una situación sumamente degradante. Lo primero que se enfrenta es a la indiferencia que supone el ser un número más en la cantidad de personas que llegan a ese lugar en busca de atención médica, posteriormente, afrontan la carencia de personal suficiente e idóneo, de espacios adecuados y de condiciones mínimas para soportar su dolencia; para dejarlo claro, la persona que llega a ese lugar se somete a un proceso inhumano de hacinamiento, de espera interminable y de exposición a infecciones, virus y demás situaciones propias de un espacio de enfermedad mal gestionado.
La sala de emergencias del Hospital Calderón Guardia degrada al ser humano, no por culpa de los que ahí trabajan sino por culpa de una mala gestión administrativa. Camillas en los pasadizos, muchas horas para ser atendido, imposibilidad de ser internado por carencia de camas y otro sin fin de calamidades son parte de los vejámenes a los que se ven sometidos las personas que tienen la desgracia de tener que llegar a ese lugar.
Los que tienen el poder para cambiar esa situación, tampoco les interesa hacerlo porque no se ven afectados por este tipo de situación. En caso que ellos o un familiar se vea con una emergencia, los tomadores de decisión acudirán a sus influencias para evadir los padecimientos que padecen el resto de asegurados; se trata de un sistema perverso en que el asegurado es triturado por el sistema, mientras que aquellos que sí tienen influencia se benefician sin ningún tipo de límite.
Soy defensor a ultranza de la Seguridad Social porque si no existiera la Caja Costarricense del Seguro Social este país colapsaría. No obstante, esa organización tiene un problema que deviene de la brecha que tienen los tomadores de decisiones con la realidad del asegurado; dicho de manera sencilla, los que deciden en esa institución están desconectados de la realidad y no tienen la menor idea la situación que sufre el asegurado de carne y hueso en los diferentes servicios de la Caja.
Lo peor es que esa indiferencia de los tomadores de decisiones ha sido adoptada, como en una especie de teoría del derrame, por una buena cantidad de empleados. Deberían hacer huelgas para pedir mejores condiciones para atender a los asegurados, para tener mejor quirófanos para trabajar más y solventar la demanda que existe en este campo; empero, uno no observa ese tipo de huelgas, es decir, hay una especie de resignación de que no se puede hacer nada y eso no es así.
Sí se puede cambiar las cosas, pero quienes son los responsables de ese cambio, son los que no se ensucian las manos en los servicios donde llega la gente común y corriente. Las organizaciones profesionales y laborales deberían modificar sus objetivos de lucha, deberían luchar por mejorar el servicio aunque ello les signifique mayor trabajo y un sacrificio horario; sin embargo, eso es como pedirle peras al olmo.
¡Qué desgracia caer como asegurado a emergencias del Hospital Calderón Guardia!

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