lunes, 8 de junio de 2015

La riqueza y la pobreza: ¿Dos caras de la misma moneda?

Voy a mencionar cinco nombres que cualquier persona bien informada y, en especial, si vive en centroamérica debe haber escuchado, a saber: Carlos Pellas Chamorro, Mario López Estrada, Jaime Rosenthal Oliva, Mahamad Yusuf Amdani Bai y Roberto Kriete Avila.
No me extrañaría que la lectura de esos nombres, en principio, no le signifique absolutamente nada a usted estimable lector; tal vez, si menciono otros cinco nombres haya un mayor conocimiento de las personas que los llevan. Veamos: Miguel Facusse Barjum, Francis Durman Esquivel, Juan Monge Castillo, Juan Luis Bosch Gutiérrez y Julio Herrera Zevallos.
Uno de los problemas de quienes abogan por una mayor equidad en los diferentes países del mundo y en concreto en centroamérica, es que no tienen idea cuáles son las personas que realmente manejan el poder económico y con ello el poder político e ideológico. De ahí que, usualmente, los planteamientos reivindicatorios se caracterizan por ser abstractos y carentes de acciones concretas para equilibrar la distribución de la riqueza en cada país.
Un lector acucioso, a estas alturas de este artículo, ya debería haber indagado uno o dos de los nombres que hemos mencionado y a partir de esa primera aproximación hacerse una idea de la característica general que une a cada uno de estos personajes. Sin embargo, la acuciosidad no es una virtud que tengan la mayoría de las personas, de hecho, es probable que a muchos les resulte un fastidio intentar hacer ese ejercicio.
Aquellos que realmente mueven los hilos, siempre están tras bambalinas. Si en lugar de Carlos Pellas Chamorro hubiese puesto el nombre de Daniel Ortega Saavedra, probablemente los estimables lectores inmediatamente hubiesen hecho una serie de asociaciones en relación con este segundo personaje. Empero, ante el desconocimiento del primer personaje, difícilmente podrían contestar a la pregunta: ¿Cuál de ellos tiene más poder en centroamérica?
Resulta paradójico que la persona con más dinero en América Central sea originario del país más pobre del istmo. De los cinco primeros nombres que he dado al principio, el segundo es guatemalteco, el tercero y cuarto son hondureños, y el quinto es salvadoreño. En el índice de desarrollo humano publicado por el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), el penúltimo lugar en centroamérica lo ocupa Honduras y el antepenúltimo Guatemala; siempre de atrás hacia adelante encontramos, tercero a El Salvador, segundo Costa Rica y de primero a Panamá.
De los otros cinco nombres que mencioné, el señor Miguel Facusse es hondureño, Francis Durman costarricense y los tres restantes guatemaltecos. Pareciera, entonces, que para una persona es más fácil acumular una gran riqueza en aquellas sociedades en que la pobreza es mayor; sin embargo, esto es una hipótesis que habría que, probablemente, ya ha sido  verificada o refutada.
En todo caso, no se puede plantear una mejor distribución de la riqueza sin conocer a las personas que, en principio, van a oponerse a que semejante propuesta se pueda llevar adelante. Digo en principio, porque he conocido personas que han acumulado una gran riqueza y que están conscientes de la necesidad de mejorar la condición de vida de la mayoría de los seres humanos; sin embargo, curiosamente, esa consciencia suele disiparse en aquellos descendientes que constituyen la segunda o tercera generación de aquellos que tuvieron ese pensamiento.
Ante esta realidad, la tendencia es pensar que la acumulación de una gran riqueza en pocas personas es inversamente proporcional a una mayor pobreza en la sociedad donde ocurre este fenómeno. La pobreza de muchos es la que permite la riqueza de pocos, sin embargo, esta dialéctica queda oculta por medio de una serie de mecanismos jurídicos, financieros e ideológicos que impide a la mayoría de las personas darse cuenta de cómo y quiénes se quedan con la parte del pastel que les corresponde.
Estoy casi seguro, que en Guatemala la mayor parte de sus ciudadanos no saben que tres de sus ciudadanos son de los hombres con más riqueza de centroamérica. A los hondureños, probablemente, ni les pasa por la mente que tres de sus compatriotas están dentro de los diez más ricos del istmo, situación que se replica con los salvadoreños y los costarricenses.
Cuando hablamos de distribuir la riqueza, es necesario dialogar con aquellos que la tienen y no con sus lugartenientes que, usualmente, juegan el papel de políticos. Desgraciadamente son estos y no aquellos los que la mayoría de personas observan, con lo cual se pierde la perspectiva y la eficacia a la hora de dialogar y negociar.
No podemos esperar que los medios de comunicación indaguen en relación con estas personas, al fin y al cabo ellos son los dueños quienes controlan la información que se divulga a la población. Así las cosas, le corresponde a los intelectuales procurar traspasar el velo que impide ver quiénes son estas personas y cuáles son sus actividades; sin embargo, ello no está exento de obstáculos e incluso de riesgos, ya que si los ciudadanos se dieran cuenta de cómo funciona todo este andamiaje, tal vez, se indignarían y eso no conviene para aquellos que les interesa que todo siga igual.
Ahora, no olvidemos que las personas mencionadas son bastante pobres si se comparan con Bill Gates, Carlos Slim, Warren Buffett, Amancio Ortega y Larry Ellison, por citar solo los cinco personajes más ricos del mundo. Como se observa, todo depende del punto de referencia que adoptemos para hacer el análisis, por eso cuando hay personas que quieren impresionar a otros con su dinero, lo único que cabe es sonreír y decir para nuestros adentros: ¡Pobre iluso!
No obstante, lo que sí podemos hacer es identificar claramente a estos personajes para establecer políticas de distribución de la riqueza que ataquen estos excesos que son, francamente, vergonzosos. El problema es que hay todo un andamiaje para que los encargados de develar esta realidad, se ocupen de los superfluo y no de lo relevante.

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