lunes, 26 de enero de 2015

Informar no es opinar: ¿Hay periodismo en Costa Rica?

Desgraciadamente muchas personas que trabajan en los medios de comunicación no tienen la menor idea de lo que significa el verbo informar. Pareciera que nunca han estado en un curso básico de una carrera de Ciencias de la Comunicación Colectiva, en la que uno de los aspectos elementales es saber distinguir las diferentes funciones del lenguaje. Informar no es lo mismo que opinar y mucho menos es igual que manipular.
Cualquier persona que trabaja en un medio de comunicación debería entender que las personas lo que necesitamos y queremos es ser informados. Ello significa que pretendemos recibir una descripción de los hechos acontecidos, subrayo, una descripción de lo que pasó; dicho de otro modo, no necesitamos valoraciones u opiniones en relación con el hecho, no es necesario que la persona exprese sus juicios de valor a la hora de brindar el hecho noticioso.
Esta distinción entre juicios de hecho y juicios de valor, al parecer, ha dejado de tener sentido entre las personas que tienen la posibilidad de trabajar en los medios de comunicación. Desconozco si es un problema que procede de una deficiente formación académica o si por el contrario, se trata de un proceder que se sustenta en la más absoluta ignorancia de algo tan básico como la distinción entre informar y opinar.
Los noticiarios tienen como propósito fundamental informar. Resulta altamente repulsivo escuchar “periodistas” que en lugar de informar a sus lectores, radioescuchas o televidentes, lo que hacen es emitir juicios de valor que, en la mayoría de ocasiones, evidencian una falta de preparación académica y de cultura básica. No sólo deja mucho que desear la lógica de sus planteamientos sino que hacen gala de una serie de prejuicios ideológicos que uno no sabe sin son propios o son inducidos por el medio de comunicación en que trabajan.
La valoración, buena o mala, del hecho noticioso nos toca hacerla a los receptores de la información. El problema es que recibimos un mensaje totalmente contaminado y distorsionado, lleno de juicios valorativos que no permite darse una idea de lo acontecido y el problema se agrava cuando se llama a “expertos” que podríamos llamar a la carta.
No contentos con brindarnos un mensaje cargado de prejuicios y valoraciones, suelen entrevistar a personas que supuestamente son expertas en un determinado tema y con el propósito de revestir de autoridad académica o profesional, el discurso valorativo que ya ha emitido el medio de comunicación colectiva.
Con contadísimas excepciones, aquí también tenemos que enfrentarnos a una serie de personajes que deberían tener un poquito de vergüenza profesional. He podido observar, escuchar y leer “expertos” que opinan de todo y en todo, es decir, tienen el desparpajo de hablar de Política, Derecho, Economía, Educación, Sociología, Psicología y un gran etc.; como si eso no fuera poco, lo pueden hacer en relación con lo que acontece a nivel interno y también en el plano internacional, también tienen el don de “dominar” las diferentes materias específicas que hay en cada una de estas ramas del conocimiento.
Estas personas que se prestan a la exhibición mediática, deberían ponerse a pensar que no todas los receptores que reciben su “mensaje experto” son ignorantes en lo que se les está consultando. Es deprimente el montón de lugares comunes al que acuden para realizar sus intervenciones y todavía peor la reproducción que hacen de discursos y opiniones que han visto, escuchado o leído en otros medios de comunicación internacionales; digámoslo claramente, el conocimiento humano ha crecido tanto que resulta un tanto presuntuoso aparecer ante el público como “experto” en una serie de materias cuya densidad de información es materialmente imposible de abarcar. ¡Zapatero a tus zapatos!
Los medios de comunicación y en especial los noticiarios juegan un papel importante en las democracias modernas. Se supone que deberían ser el espacio en que los ciudadanos de todo tipo, puedan debatir los asuntos de interés público; sin embargo, ese ideal es totalmente refutado por una realidad en que los medios de comunicación hacen prevalecer sus intereses y los contenidos que ofrecen se caracterizan por ser superfluos y frívolos.
Nótese que ni siquiera hemos mencionado otros contenidos que, sinceramente, dan ganas de llorar y son un insulto a la más mínima expresión de inteligencia. No es que se pretenda la desaparición de ese tipo de programas, al fin y al cabo, existen personas que viven de esos contenidos vacíos; lo que se pide es que haya un balance y que los medios de comunicación ofrezcan más contenidos en los que no solo se eduque a la población sino que genere un ciudadano crítico en relación con los asuntos públicos y respecto a los actores que están involucrados en la toma de decisiones colectiva.
Da mucha pena observar a ciertos “periodistas” que en lugar de ejercer su profesión con idoneidad y conocimiento, no solo se ponen a opinar de lo que no saben sino que pareciera están más interesados en figurar como “modelos” o como presentadores de las más variadas tonterías de lo que hace o deja de hacer una o varias personas que se les ha dado en llamar: famosos.
A Costa Rica han venido personas destacadas del mundo de la ciencias básicas y aplicadas, de las letras y las artes, de las ciencias sociales y también de las ingenierías, sin embargo, en la mayoría de los casos, los medios de comunicación costarricense no le han brindado ni una línea o minuto en sus espacios de difusión. En cambio, si viene otro mortal relacionado con el mundo del deporte o la moda, tenemos que soportar páginas en primera plana o espacios de muchos minutos en la radio o en la televisión para enterarnos que dicha persona viste de tal o cual forma.
Creo que no vale la pena señalar los múltiples ejemplos en que este mal se ha manifestado y nos carcome como sociedad. El problema es que la mayoría de ciudadanos prefieren volver la cara a otro lado, mientras que otras personas beneficiadas con este estado de cosas, siguen promoviendo una sociedad cuya conducta sólo beneficia a sus intereses.
La profesión de periodista, como todas las demás, tiene un fin muy noble si se tiene conocimiento de su origen y sus fundamentos. De lo que se trata es de brindar a las otras personas informaciones en que se haga una descripción lo más cercana a la realidad, de ese propósito surgen principios fundamentales del periodismo contemporáneo como la necesidad de verificar y balancear la información.
La verdad absoluta no existe y la historia de la humanidad se ha encargado de refutar teorías y dogmas como la centralidad de la tierra en relación con el universo. A lo sumo los seres humanos podemos aspirar a brindar explicaciones cuya validez (lógica y empírica) es provisional; sin embargo, a pesar de lo efímero que pueda ser esa validez, debemos aspirar a ella con base en un esfuerzo en el que prevalezca el razonamiento lógico y las pruebas empíricas que verifiquen nuestras afirmaciones.
Lo anterior opera para el ámbito de la ciencia y también se aplica para todas las actividades del ser humano y el periodismo no es la excepción. Sin embargo: ¿Cómo puede un periodista verificar la información que pretende brindar, si desde el inicio está parcializado ideológicamente o en razón de los intereses del medio de comunicación en que trabaja? ¿Cómo puede cumplir con el principio de balancear la información si, desde antes, toma partido a favor o en contra de determinados actores sociales?
La objetividad o la imparcialidad no existe. Toda la actividad del ser humano está permeada por su subjetividad expresada en su ideología, intereses, afectos y conocimientos; empero, es deseable aspirar a ellas e intentar que nuestras acciones procuren colmar esa aspiración; lo anterior supone que tengamos conciencia de ello y que a partir de ese conocimiento se actúe de conformidad.
 ¿Tendrán los periodistas conciencia de los fundamentos de su profesión? Me temo que la mayoría no tienen idea de lo que estamos hablando. No se trata que se devoren todos los textos de epistemología para darse cuenta que la información verdadera no existe y que en ese tanto, a lo sumo, es posible brindar una explicación válida si se expone por lo menos dos o más versiones de lo acontecido (prueba testimonial) para balancear la información o si se prueba los hechos por medio de la evidencia empírica que se pueda recoger y verificar.
En síntesis, por favor, informen de acuerdo con el significado exacto que tiene el verbo informar y cuando opinen, tengan la decencia de no fingir una imparcialidad que la opinión no tiene. Cuando entrevisten los “expertos”, los receptores estaríamos muy agradecidos que les pregunten de lo que realmente saben y por supuesto, esperaríamos que los entrevistados tengan el amor propio de no atreverse a opinar de lo que no saben, es decir, de todo.
Tal vez así, en lugar de un acto de tolerancia supremo, los receptores veríamos una merma en la erosión del respeto de aquellos que se dedican al periodismo. En el clásico texto de Bill Kovach y Tom Rosenstiel se dice que el periodismo debe ser fiel a los siguientes elementos: 1) Está obligado a la verdad. 2) Debe lealtad ante todo a los ciudadanos. 3) Su esencia es la disciplina de verificación. 4) Debe mantener su independencia respecto de aquellos a quienes informa. 5) Debe ejercer un control independiente del poder. 6) Debe ofrecer un foro público para la crítica y el comentario. 7) Debe esforzarse porque el significante sea sugerente y relevante. 8) Las noticias deben ser exhaustivas y proporcionadas. 9) Debe respetar la conciencia individual de sus profesionales.
Para mi tristeza y la de muchos ciudadanos costarricenses, resulta bien difícil encontrar en los periodistas actuales un ejercicio profesional que se enmarque dentro de los criterios antes indicados. Por supuesto, nadie pretende un seguimiento dogmático de estos u otros elementos de referencia del ejercicio periodístico; sin embargo, un acercamiento a algunos de ellos nos caería muy bien para dejar de lado el periodismo amarillista y sensacionalista, o mejor aún, el light, el rosa y el que crea noticias donde no las hay.
Y es que no puedo finalizar estas líneas sin recordar a los periodistas que no hayan leído a Kovach y Rosenstiel que:
“El propósito principal del periodismo es proporcionar a los ciudadanos la información que necesitan para ser libres y capaces de gobernarse a sí mismos”

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