lunes, 19 de enero de 2015

Ética de los resultados: ¡Se la cuadraron al Viceministro!

Hay gente que a estas alturas del siglo XXI no ha comprendido que una cosa es lo ético, otra diferente lo político y otra distinta lo jurídico. En cada caso estamos hablando de dimensiones distintas aunque relacionadas, situación que genera una confusión terrible si uno no está atento a distinguir los argumentos en uno u otro sentido.
Hay autores que hacen una distinción entre lo moral y lo ético. Se suele circunscribir al fuero interno de las personas lo que está relacionado con la moralidad y en contraste, la dimensión ética, está relacionada con la acción externa de los individuos en su interacción con otras personas. Por ejemplo, una persona en su fuero interno puede considerar que está bien hurtar o robar a los que más tienen para dar de comer a los que menos tienen; sin embargo, desde la perspectiva de su accionar externo, considera malo este tipo de acciones y no lo haría, independientemente que haya una norma jurídica que sanciona el hurto o el robo.
En ese mismo sentido, una persona en su fuero interno puede considerar que no hay nada de malo en hablar con otra persona en relación con su accionar profesional, sin embargo, lo que para una puede ser moralmente correcto para la otra persona puede no serlo. Ahora bien, lo que importa es la acción que la persona realiza con respecto a las otras personas, es decir, lo que va ser objeto de valoración ética es el acto externo realizado por el individuo en sociedad; dicho de otra manera, si decidió hablar sobre el accionar profesional de la otra persona o si decidió callar, dicha acción será sometida a la valoración ética de la persona aludida y al análisis de los otros miembros del grupo social.
¿Está bien o no que dos personas que ocupan puestos en la administración públicas hablen sobre su accionar profesional? ¿Es correcto o no que conversen sobre la posibilidad de que en algún momento una de las personas ocupe otro puesto profesional en la administración pública? Probablemente ese tipo de conversaciones se dan todos los días y a todas horas, ya que es consustancial a los intereses de la mayoría de funcionarios públicos o privados; lo que hace la diferencia es los otros aspectos que pueden involucrarse al momento de hacer la valoración moral y ética, las otras aristas que entran a jugar en este tipo de casos.
Lo ético y lo político también son cosas distintas. A lo largo de la historia se ha observado que la política se maneja más por una ética de los resultados y no por una ética de las acciones, si una acción política consigue el resultado deseado se suele justificar la acción que ha permitido alcanzar el objetivo deseado; por ejemplo, si para ganar una elección se mintió a los electores o se dijeron cosas que no son ciertas del contrincante, ello es éticamente reprochable desde la perspectiva de la acción, sin embargo, probablemente va ser justificado desde la óptica del resultado electoral, principalmente, por aquellos que se van a beneficiar del triunfo electoral..
La política desde una perspectiva realista tiene que ver con la conquista y el ejercicio del poder. El poder en su significado más simple consiste en que una u otras personas hagan lo que yo deseo que se haga, en consecuencia, cualquier persona que atente o impida que se materialice esa voluntad, atenta contra la efectividad y eficacia de ese poder. Desde la ética del poder, que es la ética de los resultados, probablemente si la acción de hablar sobre el accionar profesional o de la posibilidad de ocupar otro puesto público logra el objetivo de eliminar lo que impide la materialización del resultado deseado, dicha acción será justificada y aprobada; empero, si la acción no logra el objetivo, probablemente, como ha sucedido en muchos casos a lo largo de la historia, será considerada como incorrecta y su ejecutante será señalado para, finalmente, ser quemado en la hoguera.
El problema se vuelve todavía más complejo al incorporar la dimensión jurídica que, como todos sabemos, positiviza o es la canalización que hace el poder de una serie de valores que considera necesario otorgarles un carácter imperativo y en no pocos casos, dotarlos de una sanción si no se realiza su cumplimiento. ¿Jurídicamente pueden o no los funcionarios públicos conversar sobre su desempeño profesional o en relación a la posibilidad de ejercer otro cargo dentro de la administración pública?
Al igual que en lo ético y en lo político, en el plano jurídico también es necesario distinguir el plano de las formas y el plano sustantivo o de la realidad. En el plano formal se habla de la independencia entre poderes, de la independencia funcional, de la independencia de gobierno o administración; sin embargo, en el plano real, no es extraño que las personas que desempeñan X o Y puesto conversen no sólo sobre su desempeño profesional o sobre las posibilidades de ejercer un puesto u otro, sino también sobre asuntos más concretos y delicados en los que un concepto formal como el de independencia, queda totalmente diluido ante la realidad de las relaciones humanas sustantivas o no formales.
El problema es que la combinación de lo jurídico, lo político y lo ético que hemos descrito, es todavía más compleja y tiene muchas más caras. Hay personas que podrían defender la idea que no hay ninguna falta política pero sí jurídica y ética, que no hay falta alguna en ninguno de los casos o que sólo hay una falta de carácter político, dado que se realizó una acción sin el supuesto conocimiento de los superiores jerárquicos; en fin, que las combinaciones posibles son infinitas, debido a que todo se reduce a un asunto de valoración ética, política y jurídica.
¿Atenta contra la independencia de criterio de la Procuradora de la República el hablar de su ejercicio profesional como procuradora? Por ejemplo, el criterio que vertió en relación con el caso del Ministro de la Presidencia no fue avalado por la sentencia de la Sala Constitucional: ¿Impide eso o más bien sugiere que sus asesorados conversen con la Procuradora sobre la idoneidad de su asesoría profesional? ¿Cualquier conversación de ese tipo, atentaría contra la independencia de criterio consignada a nivel jurídico? ¿Quién dice que la equivocada no es la Sala Constitucional? Esto último es un tema al que es necesario acometer en otro momento.
El criterio en relación con el caso del Ministro de la Presidencia es uno de un montón de asuntos en que la Procuradora debe asesorar al gobierno de turno. Por ello no es extraño que ante este tipo de sentencias contrarias a su criterio, las personas asesoradas quieran discutir y conversar con ella sobre la pertinencia o no de sus planteamientos; lo contrario sería anormal, ya que resulta extraño una actitud de indiferencia ante el hecho de recibir una sentencia que es contraria a los criterios que la asesoría legal del Estado ha vertido.
Ya no se diga si el análisis lo hacemos desde una perspectiva tan amplia como la dimensión ética. ¿Es éticamente incorrecto hablar con la Procuradora después de una sentencia en la que la jurisdicción constitucional no estuvo de acuerdo con su criterio profesional y sí con la tesis que se esgrimió desde la Presidencia de la República? Esta mal que los asesorados puedan hablar con sus asesores para mostrar su preocupación y eventualmente consultarle sobre las diferencias que llevaron a la Sala Constitucional ha declarar sin lugar, desde mi perspectiva en forma incorrecta, la acción que cuestionaba la constitucionalidad del nombramiento del Ministro de la Presidencia.
La realidad muestra que en este punto no está el meollo del asunto y que el tema se circunscribe a si se conversó sobre la posibilidad de que una funcionaria como al Procuradora pudiera ejercer el cargo en el cuerpo diplomático costarricense. Tampoco aquí es extraño que se den conversaciones entre funcionarios públicos, no hay nada desde el punto de vista jurídico que impida una conversación en esa línea; sin embargo, hay personas que consideran incorrecto este actuar desde el punto de vista ético y todavía más desde una perspectiva política.
Desde el punto de vista ético, ya han salido los Savonarola de nuestra época a señalar y a lapidar a todo aquel que se ponga en frente. Este tipo de personajes y su discurso siempre me han generado repugnancia porque son el germen de un fanatismo que le ha hecho mucho daño a la humanidad y en nuestros tiempos a Costa Rica; o acaso alguien puede creer que en la política costarricense, los politiquillos de siempre, no han hablado y hablan entre ellos, de los puestos que hay en el servicio diplomático o en general en la administración pública. ¡A otro perro con ese hueso!
Por su parte, desde una perspectiva política o quizás habría que decir politiquera, los diputados de oposición y los que no lo son, hacen su circo con la ayuda de un medio de comunicación que todos sabemos a quiénes sirve. No hay que ser muy inteligente para deducir la fuente que puso en conocimiento la conversación que tuvieron entre la Procuradora y el Viceministro de la Presidencia; tampoco es necesario ahondar mucho para entender que la inexperiencia política le pasó factura a este último, es decir, no tuvo el colmillo para vislumbrar el tejido de intereses y las alianzas que existen en la política real, esa que se maneja con la ética de los resultados.
Para decirlo en un tico muy llano y sencillo, se la cuadraron desde el inicio hasta el final. La otra persona que sabía de la conversación junto con el periodista y el medio que difundieron el hecho, pareciera que urdieron un plan que implicó también una entrevista para terminar de apuntalar un discurso noticioso que, aderezado con el oportunismo politiquero de los diputados y otros actores deseosos de figurar, lograron que la presión diera los resultados esperados. ¡Otra vez la ética de los resultados funcionando!
Dicen que nadie experimenta en cabeza ajena, pero lo ocurrido en este caso debería servir a una serie de funcionarios inexpertos de esta administración, para poner las barbas en remojo. Es mejor pecar por desconfiado que no perecer por confiado, es mejor andar con la paja tras la oreja y no ser el último en escuchar caer la paja de la oreja; lo acontecido nos vuelve a confirmar que en el mundo de la política con p mayúscula no hay santos y mucho menos los hay en el mundo de la política con p minúscula.
Recordemos la enseñanza dura pero cierta de los realistas políticos: los seres humanos somos animales interesados, mentirosos y cuando las otras acciones no funcionan, violentos.

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