lunes, 30 de enero de 2017

¡No se amargue, viva feliz!

¿Le ha pasado que entre más conocimiento tiene de la forma en que funciona los diferentes ámbitos de la vida (político, económico, social, etc.) tiene una tendencia a la amargura por una especie de impotencia para poder cambiar las cosas?
Y es que entre más conocimiento se adquiere, por ejemplo, se advierte la mayor ignorancia que uno tiene. Esa realidad lleva a las personas a debatirse, al menos, entre dos posiciones: una de humildad, al darse cuenta que sus conocimientos serán siempre sumamente limitados; otra de amargura, al percatarse de la imposibilidad de resolver los diferentes problemas que presenta la realidad.
También se pueden experimentar otros sentimientos y asumir otras posiciones. La persona que desarrolla o advierte un nuevo conocimiento, le puede invadir un gran asombro al comprender aquello que parecía inexplicable; al mismo tiempo, le puede sobrevenir una gran alegría al dar con la respuesta que había estado buscando o al lograr culminar los esfuerzos de toda una vida de investigación.
No obstante, la amargura de la que hablamos puede aparecer, cuando sabemos que nos están tomando el pelo y nos tratan como estúpidos. En efecto, se trata de las diferentes formas de engaño que son utilizadas para ocultar los intereses u objetivos de unos pocos en perjuicio de la mayoría; situación que tiene un agravante adicional, los mismos perjudicados suelen apoyar, se supone que por ignorancia, las medidas que van en contra de su propio bienestar.
Pongamos un ejemplo para explicar mejor lo que estamos planteando. En materia fiscal no es lo mismo aprobar impuestos directos que impuestos indirectos, en el primer caso se trata de impuestos progresivos en el que cada persona paga con base o de acuerdo a sus ingresos; en el segundo caso, todas las personas pagan lo mismo e independientemente de los muchos o pocos ingresos que tenga cada ciudadano.
Pues bien, para entender algo que parece tan simple, se debe tener un conocimiento mínimo sobre la diferencia de ambos impuestos y cómo afecta cada uno a las personas de una determinada sociedad. Cualquier persona con este conocimiento mínimo, en principio, debería inclinarse por aprobar impuestos directos; sin embargo, en no pocas ocasiones y por desconocimiento, las mismas personas que se verán afectadas por un impuesto indirecto, las vamos encontrar apoyando el establecimiento de ese tipo de política fiscal.
Para que nos entendamos, la ignorancia permite estar en una especie de estado de felicidad. Un ciudadano que únicamente se preocupa por cómo quedó el partido de fútbol tal o cual, o que solo le interesa saber que el clan Kardashian está en Costa Rica, se siente feliz de no tener que preocuparse por otros temas que requieren de análisis y pensamiento; a lo anterior, por supuesto, se le suma el fomento que hacen algunos o todos los medios de comunicación interesados en vender ese tipo de basura porque, aparte de ganar dinero, mantienen a las personas felices en la ignorancia de las cosas realmente relevantes.
Ahora bien, la amargura es para los que tienen el conocimiento y discernimiento de advertir la manipulación y el engaño que se hace a los ciudadanos. No hay nada que irrite más que observar y escuchar a personas en los medios de comunicación, estupidizando a la población con contenidos superfluos y carentes de la más mínima inteligencia; es decir, se siente una tristeza y a la vez una gran amargura al percatarse y comprender, que esta realidad existe y que es difícil poderla cambiar.
Por ello, algunas personas prefieren vivir en la ignorancia pero felices. Para una mayoría de personas lo importante es tener un ingreso que les permita comprar el diario básico, pagar los servicios indispensables y comprar el licor que beberán observando los partidos de fútbol nacional e internacional; aquellos que se interesan en entender lo que está pasando en la sociedad internacional o nacional, son catalogados de personas aburridas, pesimistas y amargadas, porque no se apuntan al vacilón y a la diversión.
Por eso, recuerde: ¡No se amargue, viva feliz!

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