lunes, 14 de septiembre de 2015

El negocio de las malas noticias

Hace un tiempo escribí un artículo indicando que si uno es coherente debe abstenerse de alimentar con sus contribuciones, los noticiarios y demás espacios con los que lucran los medios de comunicación colectiva de la derecha costarricense. El artículo lo había escrito criticando a las personas que, con tal de figurar, se prestan para escribir, otorgar entrevistas o hablar de los conocidos lugares comunes en esas empresas de la comunicación.
En aquella ocasión recibí los más variados comentarios censurando mi posición. Había alegado que teniendo en cuenta la manipulación que se hace de los textos, entrevistas y demás materiales escrito y audio-visual, una persona coherente tendría que abstenerse de aparecer en esos medios de comunicación y debería buscar otras alternativas para hacer llegar su mensaje o pensamiento.
Y es que esas empresas de comunicación se nutren de la necesidad de figurar de muchos de los “expertos” que suelen aparecer, un día sí y otro también, opinando de todo y reproduciendo una serie de lugares comunes que escuchan en otras latitudes. No obstante, no se comprende por qué las personas que son objeto de ataques y de las más variadas formas de manipulación, se prestan para dar entrevistas y declaraciones que luego son usadas en contra de ellos mismos.
Hemos insistido en la necesidad de pensar o imaginar un modelo de comunicación que le permitan a los grupos que son atacados por las empresas de comunicación conservadora y del gran capital, llevar su mensaje a la mayoría de la población costarricense de manera eficaz y obviando la estructura mediática dominada por esos grupos económicos. No hay que ser muy inteligente para darse cuenta que el internet no ha sido la solución a este problema, desgraciadamente, existe una brecha digital más grande que la que se da respecto a la televisión, la radio e incluso, en lo atinente a la prensa escrita.
De hecho, las empresas de comunicación se alimentan, no solo de las personas que buscan figurar, sino de las malas noticias en contra del Estado costarricense. La dinámica de resaltar o manipular las informaciones para que parezca que todo en Costa Rica está mal, tiene como objetivo que el Estado costarricense tenga la necesidad de invertir en publicidad para refutar ese tipo de informaciones y para resaltar las cosas positivas que los medios de comunicación no se dignan divulgar.
Lo más patético de todo esto es escuchar a muchos periodistas vinculados a estas empresas de comunicación argumentar que eso es libertad de expresión y de prensa. Da vergüenza ajena observar, escuchar y leer como contravienen los más elementales principios del periodismo de toda la vida; en otras palabras, se echa de menos el balance en la información, la información en lugar de la opinión y las pruebas para sustentar lo que se expresa a través de los diferentes medios comunicación.
Todavía más deprimente es darse cuenta que una buena cantidad de personas lo que hacen es repetir, irreflexivamente, las “explicaciones” que escuchan en estos medios de desinformación. Sin embargo, cuando uno les solicita que analicen con más profundidad sus planteamientos no saben que decir y no atinan a dar otros “argumentos” que los escuchados por la televisión o la radio porque, en muchos casos, existe una reticencia a leer las noticias de forma completa y peor aún, si se trata de textos con algún grado de dificultad académica.
No creamos en todo lo que vemos, escuchamos o leemos en los medios de comunicación. Las malas noticias son un negocio para unos cuantos porque con ello obligan al Estado y a otras instancias a pagar campos pagados y otros espacios para tratar de balancear las informaciones que se brindan al público; dicho de manera simple, el que no paga a estos grupos corre el riesgo de ser denigrado, calumniado, injuriado o difamado.
Los costarricenses debemos desarrollar una actitud crítica y ser desconfiados en relación con las informaciones y opiniones que nos ofrecen. No debemos creer de buenas a primeras lo que nos presentan estas empresas de comunicación, mucho menos creer ciegamente a los periodistas que preparan y ofrecen contenidos que riñen con los principios más elementales de esa profesión.
¡No nos prestemos para ese tipo de manipulación!

No hay comentarios:

Publicar un comentario