lunes, 28 de noviembre de 2016

Los costarricenses sabemos cuando las cosas se están haciendo bien

El costarricense en general no es tonto. Los ticos, hombres y mujeres, tienen la suficiente inteligencia para observar cuando algo se está haciendo sinceramente, sin segundas o terceras intenciones; es decir, tenemos la capacidad de ver que las personas participantes lo están haciendo de corazón y por vocación, no por un interés de figuración o por otros fines de carácter personal.
Lo mejor que tenemos los costarricenses ha salido a relucir en estos días. Los ciudadanos pudimos observar que, ante la amenaza cierta del huracán Otto, una serie de personas que trabajan en las más diversas instituciones dijeron presente, se arrollaron las mangas y comenzaron a desarrollar un trabajo con el único propósito de prevenir los posibles daños, personales y materiales, del fenómeno natural.
Vimos personas que, además, se habían preparado para afrontar una situación extrema como la que hemos vivido. Conforme fuimos escuchando la estrategia que iban a desarrollar, sentíamos la confianza de que las cosas se estaban haciendo bien y que los participantes lo hacían desde el conocimiento y desde la convicción de estar ayudando para que nos fuera bien a todos los costarricenses y, en especial, a los que iban a ser afectados directamente por el huracán.
La mayoría de costarricenses, por no decir todos, consideramos que las acciones que se han hecho para afrontar esta emergencia han sido las correctas. Las personas que han estado involucradas en esta crisis, lo han hecho de buena fe, movidos por un sentimiento de solidaridad, de un espíritu que nos hace pensar en lo mejor de los seres humanos; se trata de algo que no es un invento, una farsa, no es una imaginación, lo hemos sentido, lo hemos observado, nadie nos lo ha contado.
Resulta mezquino que haya una sola persona que intente desconocer esta realidad. No se entiende por qué a alguien se le puede ocurrir enlodar el trabajo de personas que han dado lo mejor de sí, durmiendo poco, a veces sin probar bocado durante todo un día y con la máxima tensión de querer que las cosas salgan bien por el bienestar de compatriotas que, probablemente, nunca han visto en sus vidas.
Dichosamente la evidencia ha sido tan contundente, que los mismos costarricenses se han encargado de acallar a estos insensatos. Como todos vivido lo que ha pasado y hemos visto el esfuerzo que se ha hecho, nos ha parecido impropio el intento de unos pocos de desconocer esta realidad; en efecto, han sido las propias personas, de manera desinteresada y teniendo sólo la convicción de que todos somos costarricenses, los que han salido al paso de este tipo de personas sin ningún tipo de escrúpulo.
Hace mucho tiempo que no sucedía esto en Costa Rica. Como han podido darse cuenta, no he mencionado a personas específicas, niveles de autoridad, jerarquías y ningún otro tipo de criterio con el que solemos clasificar a las personas; no lo he hecho, porque todas las personas que han participado en este proceso son importantes, desde el que adopta las decisiones hasta aquel que le ha tocado estar en lo más recóndito de la montaña. ¡Todos, absolutamente todos, son importantes!
Tampoco voy a mencionar a las personas que han querido desmeritar la labor que se ha hecho en relación con esta emergencia. No lo voy hacer, porque no merece la pena y porque la mayoría del pueblo de Costa Rica identifique a estos seres mezquinos; ha sido el tico de a pie, ese que muchos subestiman, quien se ha encargado de callarles la boca y hacerles entender que no se va tolerar valoraciones negativas de algo que, en la medida de nuestras posibilidades como país, hemos tratado de hacer lo mejor posible.
Desgraciadamente no todo ha sido perfecto. Hubiésemos querido que no se hubiesen dado pérdidas humanas, pero ello no ha sido posible; no porque no se haya hecho todos los esfuerzos para evitarlo, sino porque en estas situaciones siempre hay un componente de azar que no es controlable. No dudo en ningún momento que cada una de las personas que han participado en esta operación, han sentido en el alma la pérdida de las vidas de estos costarricenses.
Somos un gran país, somos una nación de gente buena y solidaria. No deberíamos tener que vivir estas situaciones extremas para darnos cuenta de ello, tenemos todo para salir adelante como pueblo; sin embargo, muy a menudo, nos preocupamos más por desmeritar el trabajo de nuestros prójimos y ello nos impide avanzar por un camino de solidaridad en que todos quepamos.
¡Gracias, muchas gracias, para todas las personas que han participado y siguen participando en todo el proceso para afrontar la emergencia del huracán Otto!
¡Ustedes hacen que todos nos sintamos orgullosos de ser costarricenses!

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