lunes, 29 de diciembre de 2014

La necesidad de un balance generacional

Esta es la última columna de este año 2014. Usualmente, al finalizar un año, es normal que las personas hagan un balance de lo hecho en trescientos sesenta y cinco días; no obstante, en la actualidad pareciera que esta costumbre ha venido a menos y muchas personas viven la inmediatez de una vida que se escurre entre los dedos como agua o al decir de Zygmund Bauman: vivimos un tiempo líquido.
Los balances de vida son necesarios para poner en perspectiva nuestra existencia. No solo es necesario el análisis de las acciones hechas en un año, sino que es conveniente poner ese balance parcial en contexto con el resto de los años vividos. Somos lo vivido desde que nacemos y nuestras decisiones van determinando lo que somos en el presente, de ahí la importancia de referenciar nuestro presente en función de nuestro pasado. Como decía José Ortega y Gasset: ¡Vivo, luego existo!
El balance anual y la contextualización de los años de vida, convendría insertarlos en un balance generacional. El individuo no funciona aislado sino que forma parte de un conjunto, es decir, cada persona a lo largo de su vida desarrolla una relación dialéctica con los otros individuos con los que interactúa; en esa perspectiva, la relación con los miembros de generación y el balance que se puede hacer como colectivo, se constituye en un criterio importante para juzgar a los individuos en su dimensión social a lo largo del tiempo.
Digámoslo más claramente. No basta que una persona al finalizar el año 2014 haya conquistado sus objetivos individuales, sino que es necesario contextualizar la vida de esa persona y la de los miembros de su generación en relación con la sociedad como un todo. Se requiere contestar la siguiente pregunta: ¿En qué ha beneficiado el éxito individual y el de los miembros de mi generación a la sociedad como un todo y a las generaciones anteriores (abuelos) y posteriores (hijos)?
Esta pregunta no se puede responder con un discurso retórico, debe ser respondida con resultados concretos y verificables. Desgraciadamente, hay muchas personas que sólo le gusta hacer balances individuales anuales y no les agrada para nada hacer balances de vida; ello se vuelve más repugnante cuando lo que se plantea es un balance generacional, ahí el resquemor y la evasión se convierte en la norma y no en la excepción.
Pongamos ejemplos concretos para explicar a qué nos referimos con la necesidad de hacer un balance generacional. Para ello, conviene acudir a los hechos históricos que han marcado la situación actual de la sociedad costarricense; nótese que hablamos de hechos y no de valoraciones en relación con esos hechos, en otras palabras, se trata de describir lo que ha sido y no de plantear lo que debió ser o lo que debería ser.
Un hecho puro y duro es que la sociedad costarricense de final del año 2014 presenta una inequidad mayor que el año anterior. Se trata de un proceso que se ha venido desarrollando desde hace varios años y en el que es posible plantearse la pregunta sobre la responsabilidad generacional de las diferentes personas que han estado en la toma de decisiones en Costa Rica.
Está claro que hay personas que, consideradas individualmente, podrán hacer un balance positivo de su existencia porque aumentaron su patrimonio personal. Empero, consideradas bajo un criterio colectivo, el aporte que hacen para el desarrollo de la sociedad costarricense es exiguo o nulo; dicho de manera sencilla, en lugar de hacer crecer el pastel para que los otros miembros de la sociedad puedan tener su ración, lo que hacen es concentrar la mayor cantidad de un pastel que no crece y que se mantiene del mismo tamaño a pesar del aumento del número de personas que requieren pastel.
Si pusiéramos como punto de referencia el inicio de la segunda mitad del siglo XX hasta la actualidad, me parece que podríamos hablar de tres generaciones. La primera la podríamos llamar la Generación de los Cuarenta y en ella podríamos a los que forjaron la Costa Rica del Estado del Bienestar, Benefactor, Paternalista, de sustitución de importaciones o el nombre que ustedes quieran ponerle; una segunda generación es aquella que podríamos llamar la Generación de los Sesentas y Setentas, es decir, los Se-Se, que declararon el fracaso de la generación anterior y su modelo de Estado e impulsaron un modelo abierto al comercio internacional, neoliberal, Hayeksiano, Friedmaniano, o como quieran llamarlo; la tercera generación es la que va sustituir a la segunda en la toma de decisiones y en cuyos hombros reposará el destino de la sociedad costarricense, se trata de aquellos que en este momento tienen una edad que oscila entre los treinta y cincuenta años, personas que serán responsables de decidir si la inequidad aumenta o disminuye.
Desde una perspectiva de los resultados, la generación de los cuarenta cumplió con las generaciones posteriores. La Costa Rica que se desarrolló después de 1950, fue una con más equidad, mejor calidad de vida, con índices de desarrollo humano que se podían comparar con los países escandinavos; el balance de esa generación en lo individual y en lo colectivo se presenta como favorable, dicho en palabras sencillas, pueden estar satisfechos con lo que lograron como individuos y como generación.
Igualmente, con base en los resultados, la generación Se-Se muestra un balance negativo respecto a la equidad de la sociedad costarricense. Aunque no es posible trazar una frontera clara entre una generación y otra, pareciera que la segunda generación asumió la toma de decisiones a partir de mediados de la década de los ochentas del siglo pasado; los datos muestran que se ha venido dando una mayor inequidad en la sociedad costarricense y por ende una disminución en la calidad de vida de la mayoría de la población.
Esa segunda generación es la que nos está gobernando hasta la fecha, incluyendo a la administración actual que asumió el poder por medio del Partido Acción Ciudadana. La responsabilidad generacional no mira ideología o partido político, se trata de un criterio que atraviesa transversalmente todas las áreas de actividad de la sociedad y hace su balance con base en los resultados concretos.
Los datos y los resultados cosechados por esta segunda generación son evidentes y manifiestos. No obstante, no se puede esperar que los miembros de esta generación hagan un análisis crítico de su accionar durante todos estos años; tampoco la generación anterior los ha sometido a una evaluación rigurosa, son contadas con los dedos de la mano las voces críticas que lo han hecho, y las personas que lo han hecho, se nos ha ido muriendo.
En consecuencia, toca a la tercera generación hacer un balance crítico de la generación de los Se-Se. Desgraciadamente, se trata de un balance que requiere coraje y valentía, se trata de una acción que supone conocimiento y estudio, se trata de un proyecto que requiere soñar con una sociedad costarricense equitativa y luchar porque ese sueño se haga realidad.

No hay comentarios:

Publicar un comentario