Lo que está sucediendo en Costa Rica es algo en que la realidad supera la ficción. Nos parecía una cosa demencial que el electorado pueda elegir como candidato a una persona como Juan Diego Castro Fernández; sin embargo, la demencia en muchas ocasiones, a lo largo de la historia de la humanidad, ha superado a la racionalidad y este es un ejemplo de esa cruel realidad.
¿Se ha preguntado usted cómo los alemanes en 1933 eligieron a Hitler como Canciller? Pues bien, lo que está sucediendo en la campaña electoral, es una muestra de la irracionalidad con que decide el electorado en los distintos países del mundo; atención, no siempre es así, pero cuando ello ha sucedido, los resultados han sido desastrosos.
Uno no se explica, por ejemplo, por qué los ingleses decidieron darle la espalda a Churchill y su partido después de la Segunda Guerra Mundial. El electorado de los países es muy impredecible y su voto, a diferencia de lo que muchos dicen, es más emotivo que racional; digámoslo claramente, los seres humanos actuamos menos con el cerebro y más con base en otros estímulos de carácter emocional.
Las personas con un mínimo de racionalidad esperan que Donald Trump no ganara las elecciones. Estas personas no necesariamente eran simpatizantes de la señora Hilary Rodman, pero están claros que si se elegía a Trump ello generaría incertidumbre para los Estados Unidos y para la comunidad internacional; en otras palabras, acciones como la anunciada esta semana de trasladar la embajada de ese país a Jerusalem, lo único que hace es confirmar lo que ya se temía y ahora es realidad.
El problema es que al igual que sucedió con Donald Trump en su momento, ahora Juan Diego Castro es una posibilidad que puede convertirse en realidad. En efecto, nos guste o no, existe la posibilidad que este señor quede electo y esa simple posibilidad nos debe llevar a realizar una reflexión profunda y preguntarnos: ¿Por qué estos personajes pueden llegar a tener semejantes posibilidades y otras personas con mejores características para gobernar son desechados por el electorado?
En la actualidad lo que importa es ser conocido y no qué características tiene la persona para gobernar. Para ello se utilizan las más variadas estrategias que están próximas a la frivolidad y a las más variadas superficialidades; es decir, se acude a todo aquello que pueda disimular sus competencias como gobernante.
Lo menos que se evalúa son los aspectos mínimos de un gobernante. En la actualidad el conocimiento de las necesidades de los ciudadanos y la capacidad de análisis político y jurídico, por ejemplo, quedan en segundo o tercer plano; al contrario, se analiza del candidato si tiene o no sentido del humor, si baila o no los ritmos de moda, en fin, si los medios de comunicación lo entrevistan aunque lo que digan no tenga ningún sustento teórico, técnico o, al menos, lógico.
Juan Diego Castro es una muestra más de la estupidez a la que ha llegado la política en nuestros días. El problema es que actualmente, tal y como se han venido dando las cosas, este candidato es una opción que puede convertirse en una realidad; en efecto, una buena cantidad de electores están sucumbiendo a los cantos de sirena, cuya credibilidad se sustenta en haber aparecido frecuentemente en un medio de comunicación, despotricando contra diferentes acciones de la institucionalidad costarricense.
Estamos viviendo tiempos en que la racionalidad ha cedido el espacio a la estupidez. La frivolidad campea desbocadamente y su galope es amplificado por los medios de comunicación para que aplaudamos lo superfluo. Al vivir esta realidad, es posible acercarse a comprender cómo las grandes mayorías eligieron a personajes que provocaron las más grandes tragedias de los países y, en algunos casos, de la humanidad.
¡Ya estamos jodidos, pero podemos llegar a estar peor! Por eso se me viene a la mente, otra vez, la conocida frase de Oscar Wilde:
“Nos prometieron que los sueños podrían volverse realidad. Pero se les olvidó mencionar que las pesadillas también son sueños.”