lunes, 13 de febrero de 2017

¡No más “expertos”!

¿Qué es un experto? De acuerdo con la definición dada por el diccionario de la Real Academia Española, se trata de una palabra que viene del latín “expertus”, término que significa experimentado. En consecuencia, un experto es una persona experimentada en algo o, como dice su segunda acepción, una persona especializada o con grandes conocimientos en una determinada materia.
El experto, entonces, no podría ser una persona que opina de todo y de cualquier materia. En efecto, se puede tener una cultura general, pero no se podría ser experto en todo; en otras palabras, dado el desarrollo exponencial de los conocimientos en todas las materias, resulta sospechoso que haya “expertos” capaces de esgrimir criterios en relación con una diversidad temas de la realidad.
La sospecha aumenta cuando uno observa que la nominación de “experto”, se la endilgan a un reducido número de personas que andan dando vuelta en los medios de comunicación. Es contradictorio que a estos personajes se les presente como “expertos” y que tengan el atrevimiento de opinar de temas tan diversos como la Ciencia Política, el Derecho, la Ciencia Económica, la Ingeniería y hasta de física cuántica.
No se puede saber de todo y menos ser experto en todo. Ni siquiera en una materia como la Filosofía que se ocupa de los universales y de los fundamentos de las diferentes materias, es posible opinar de absolutamente todo; un filósofo que se dedique al tema de la ética, difícilmente, se atreverá a esgrimir criterio en relación a la filosofía de la ciencia, claro está, cuando se está en un debate con algún grado de seriedad.
Resulta penoso observar, escuchar y leer lo que ocurre en los medios de comunicación con los “expertos”. Por ejemplo, cuando se trata de explicar un tema jurídico penal, ya uno sabe que el entrevistado va ser un abogado que le gusta vociferar contra la institucionalidad costarricense, diciendo que todo está mal; el discurso siempre es el mismo y los entrevistadores no son capaces, porque tampoco saben o se informan del tema, de darle al receptor un contenido más profundo para que pueda comprender el fenómeno o situación que se está analizando.
Esta situación está presente en la realidad costarricense y lo peor es que los propios “expertos” no tienen la menor vergüenza de que les llamen así y de presentarse como tales. Tengo la impresión que a muchos de ellos los reflectores los encandilan y que prefieren saciar sus ansias de protagonismo, aunque manifiesten criterios que un verdadero experto jamás se atrevería a sostener.
Lo más lamentable es que estos “expertos” terminan creyendo que todas las personas al otro lado del medio de comunicación es ignorante del tema tratado. Hay que ser muy osado para pensar que se tiene la autoridad para opinar de temas con un alto grado de especialización, es decir, hay que tener un ego rebosante para pensar que eso es posible y que va pasar inadvertido ante los verdaderos expertos en el tema.
Esta columna va ser criticada por lo mismo que estamos denunciando. No hay que ser muy sabio para saber que nos van a decir que nosotros incurrimos en el mismo problema que estamos resaltando, no obstante, en ningún momento nos presentamos como “expertos”. La filosofía atraviesa transversalmente todas las materias porque se ocupa de los fundamentos de cada una de ellas, no puede tener la característica que tiene el experto; la filosofía no es una disciplina especializada, pero sí está presente en todas las materias.
No es lo mismo un filósofo que un científico. No es lo mismo un filósofo político que un politólogo, se trata de niveles distintos de análisis; sin embargo, no es igual entrevistar a un politólogo que a un estadístico en relación con una encuesta en relación con la intención de voto del electorado. ¿Se entiende el punto?
Por eso cuando le dicen a alguien experto hay que abrir muy bien todos los sentidos. La experiencia y el conocimiento no vienen por correo y tampoco se la encuentra en las cajas de cereal. Un poco de amor propio también sería deseable entre los que les gusta ser llamados así.
¡No más “expertos”! Me refiero a los de pacotilla.

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