lunes, 4 de abril de 2016

¡Me divierto, luego, no pienso!

Es cansino repetir un día y otro también, que los medios de comunicación colectiva están plagados de contenidos superficiales y frívolos que en nada contribuyen al crecimiento de los individuos en sociedad.
Pero todavía peor es lo que está pasando con la población que, al parecer, está dispuesta a consumir ese tipo de basura mediática. Uno esperaría que haya un mejor criterio para seleccionar los programas y contenidos que se consumen, sin embargo, sucede totalmente lo contrario, impera el gusto por la chabacanería y la charlatanería.
Se imagina uno que existe una serie de estudios sociológicos y estadísticos en que se mide el gusto de las personas y con base en ello, se determina los contenidos que se van a ofrecer a la población. Quisiera uno creer que no toda la gente está dispuesta a tolerar tanta estupidez. ¡Cajita blanca!
La impresión es que las personas que se desarrollan en los medios de comunicación pierden la perspectiva y son arrastrados por la dinámica instalada en sus ámbitos laborales y por el afán de lucro de las empresas en que trabajan. Conozco personas que siempre había tenido por intelectuales con algún grado de coherencia, sensatez y con criterios pertinentes en relación con su materia de estudio; no obstante, cuando entran en contacto con los medios de comunicación se transforman y son todo lo contrario a lo que acabo de describir.
Cualquier persona con un mínimo de seriedad no se debería prestar para el ridículo y mucho menos para emitir criterio en una materia que no conoce. Cada día observamos, escuchamos y leemos a ciertos personajes, casi siempre son los mismos, pronunciandose en temas que desconocen o que no dominan de acuerdo con su ámbito de conocimiento. ¡Vergüenza les debería de dar!
La superficialidad ha llegado a tales extremos que ahora todo el mundo es experto en todo. El sentido común sugiere que cuando uno no sabe de una materia lo mejor es callar y escuchar a los que sí saben, sin embargo, cuando entrevistan a los supuestos “expertos” uno se percata que ni siquiera han leído a los autores básicos que han analizado la temática que se está debatiendo.
Unos medios de comunicación superfluos y frívolos influyen en que se genere una sociedad con individuos que tienden a la estupidez. Por supuesto que no estoy diciendo que todos los ciudadanos están involucrados en esta dinámica, pero lo que sí está claro es que la mayoría de los contenidos que se emiten en prensa escrita, radio y televisión están caracterizados por una gran falta de respeto para aquellas personas con un mínimo de sentido común y coeficiente intelectual.
No se trata de un mal solamente costarricense, esto es una tendencia a nivel mundial. Las sociedades del siglo XXI buscan en el entretenimiento un paliativo para olvidar la dura y cruel realidad; dicho en otras palabras, la mayoría de los seres humanos ante el rol de trabajo y estrés que tienen todos los días, ante la miseria de sus vidas, prefieren olvidarse de los problemas por medio de un entretenimiento vacío que no implique pensar.
Descartes decía: ¡Pienso, luego existo! En la actualidad la máxima es:  ¡Me divierto, luego, no pienso!

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