lunes, 5 de diciembre de 2016

Luis Alberto Monge: ¡Ojalá su memoria inspire a la muchachada!

La muerte de Luis Alberto Monge Alvarez, prácticamente, constituye el fin de una generación que consiguió transformaciones que impactaron directamente a los sectores menos favorecidos. Al escuchar la noticia de su deceso, era inevitable pensar en los personajes con los que compartió don Luis en su juventud y que, según él mismo había dicho, tuvieron una influencia decisiva en su vida.
Y es que a finales de 1940, el joven Luis Alberto tenía 15 años de edad. Su carácter se fue forjando no tanto en el ámbito académico, sino en el fragor de las batallas cotidianas y con el contacto directo con la gente trabajadora; no obstante, en los siguientes ocho años, el joven Monge iba a curtirse con lo más selecto de la intelectualidad costarricense.
Como él mismo lo dijo, uno de sus grandes maestros fue Rodrigo Facio Brenes. Menos joven que él y con una formación académica más fuerte, el ex-Rector de la Universidad de Costa Rica se convirtió en un referente para aquel muchacho de Palmares y esa influencia, se manifestaría años más tarde durante la Asamblea Nacional Constituyente.
Luis Alberto Monge siempre luchó porque en Costa Rica existiera una mayor equidad social. Fue hijo de la época que le tocó vivir en que el pensamiento dominante era las tesis de la socialdemocracia, la doctrina social de la Iglesia y los planteamientos de los diferentes grupos de izquierda; es decir, bebió de unas ideas que procuraron llevar mayor bienestar al mayor número de la población costarricense.
Fue fundador del verdadero Partido Liberación Nacional. Tal y como lo dijo varias veces, especialmente en los últimos años, él nunca dejó de ser liberacionista; sin embargo, aclaraba que su adhesión imperecedera ha sido para con el Liberación histórico y no al que existe en la actualidad. Se opuso al Liberación Neoliberal, al Liberación del bazucazo.
Se desempeñó en diferentes cargos públicos en el período que va desde 1950 a 1980. Se hizo adulto a la par de figuras como José Figueres Ferrer, Francisco Orlich y Daniel Oduber, por mencionar algunos personajes, vivencia que le permitió tener una comprensión integral de la política nacional; en ese sentido, esa escuela le iba ayudar mucho para leer la realidad en la que le tocó gobernar y salir bien librado de aquel trance difícil de la historia nacional.
El gobierno hecho por Monge entre los años 1982 y 1986, constituyó el final de una forma de gobernar en favor de los grupos menos favorecidos. A pesar de la situación económica que le antecedió, don Luis Alberto logró estabilizar el país y controlar los principales índices económicos que estaban perjudicando a la sociedad costarricense; en otras palabras, este personaje estuvo presente en los principales y mejores momentos de la política costarricense, interactuó con los principales forjadores de la mejor Costa Rica que hemos vivido y no es extraño la desilusión que experimentó en los últimos años.
Quienes han vivido, leído y analizado la historia de Costa Rica de los últimos 30 años, han visto deteriorarse las conquistas sociales que la generación de los cuarenta nos legó. Por eso llama la atención que un grupo de personas que se hacen llamar Generación 70 del Partido Liberación Nacional, digan que don Luis Alberto es su inspiración y mentor; sin embargo, los hechos no respaldan a estos personajes, ya que no han respetado los postulados básicos del Liberación histórico como decía el ex-presidente Monge.
Tanto esa generación como la de los años sesenta, han sido nefastas para la sociedad costarricense. Esta segunda es la de los Arias Sánchez, la de los Rodríguez Echeverría o Laclé Castro; es decir, son los personajes que nos han gobernado en las últimas tres décadas y con los resultados que hemos tenido a nivel de equidad social.
Ojalá la memoria de don Luis Alberto Monge sirva para inspirar a las nuevas generaciones. En lo particular no espero nada, la esperanza es una virtud teologal y mi condición de laico me hace confiar más en la razón; sin embargo, en los tiempos que nos ha tocado vivir, desgraciadamente, lo que impera es la razón de la sin razón.

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