lunes, 21 de diciembre de 2015

Los costarricenses y nicaragüenses queremos que los politiquillos nos dejen vivir en paz

Hace unas semanas escribí, en este mismo espacio, un artículo que titulé: Nicaragua: ¿Qué vamos hacer con tus políticos? La idea de esas líneas era resaltar la necesidad de tener claro que el conflicto, no es con el nicaragüense común sino con las personas que están al frente del gobierno de ese país; dicho de una forma más diáfana, el problema siempre ha sido con el político de turno que utiliza las relaciones políticas con Costa Rica, para desviar la atención respecto a la incompetencia que han tenido para manejar sus asuntos internos.
Los nicaragüenses son gente trabajadora y honesta. Se trata de un pueblo que, en la mayoría de los casos, procura salir adelante por medio de su fuerza de trabajo y en condiciones, muchas veces, sumamente adversas; tanto sus hombres y mujeres no se arrugan frente a las labores más duras, de ahí que sea frecuente conocer amigos y amigas del vecino país del norte que trabajan en labores sumamente cansadas..
Como en todo pueblo, el costarricense no es la excepción, existen personas que se salen de este perfil. Hay individuos que en lugar de trabajar se dedican a perjudicar al prójimo por medio de hurtos, robos y hechos contra el patrimonio e integridad física de las demás personas; no obstante, esos personajes y esas conductas no son ajenas a ninguna sociedad, de ahí que exista el Derecho Penal desde tiempos inmemoriales.
También, en ambas sociedades, se dan burlas de unos hacia otros. Para nadie es un secreto que a los hombres costarricenses suelen cuestionarnos nuestra virilidad y a la inversa, a los masculinos de Nicaragua se les cuestiona desde aquí su inteligencia; empero, en ambos casos, se trata de estereotipos bastante alejados de la realidad; por ello, me resulta especialmente repulsivo aquellas personas que se expresan mal en uno u otro sentido, sin considerar las virtudes y defectos de cada una de nuestras sociedades.
Los costarricenses y nicaragüenses, los de a pie, podemos convivir en paz y lo hemos hecho desde siempre. En no pocos casos, los hijos de muchos ticos han sido cuidados y criados por mujeres nicas que se han vuelto un miembro más de nuestras familias; lo mismo ha ocurrido con el cuida carros o con aquellos que se han podido incorporar a labores agrícolas de exportación o como operarios en industrias nacionales o extranjeras.
De igual manera, muchos costarricenses están trabajando en Nicaragua en diferentes actividades productivas. Se trata de personas que ocupan puestos modestos en la economía nicaragüense hasta directivos o ejecutivos importantes en empresas de diferente tipo; en fin, que tampoco es cierto que a los nicas les toca solo los trabajos duros mal pagados y a los ticos los suaves y bien pagados.
Ahora bien, esta relación cordial entre los ciudadanos de a pie de ambos países data de toda la vida y se profundizó a finales de la década del setenta del siglo XX. La guerra en centroamérica y en particular el conflicto interno nicaragüense generó el desplazamiento de muchas personas a Costa Rica, de ahí que muchos de los hijos de estos migrantes hayan nacido en Costa Rica y tengan la nacionalidad costarricense, para muestra un botón: Oscar Duarte, defensa de la Selección Nacional de Fútbol de Costa Rica es uno de estos casos a los que hacemos referencia.
Desgraciadamente estas buenas relaciones entre la gente de a pie se complican cuando aparecen los politiquillos de siempre. Hoy es Daniel Ortega, en el pasado fue Anastasio Somoza hijo y padre, es decir, son los dirigentes políticos los que siempre han querido tensar las relaciones; lo peor de todo, es que hay personas con cierta educación que están prestos para atizar la hoguera para hacer creer a los ciudadanos de ambos países que el problema es entre ellos y no por los caprichos de determinados dirigentes políticos que no piensan en el bienestar de sus pueblos.
Que quede claro, nadie está exonerando a los políticos costarricenses de algunas conductas que tampoco han estado a la altura a lo largo de la historia. En ocasiones nuestros políticos han permitido que el territorio sea utilizado para agredir al gobierno nica, sin embargo, casi al mismo tiempo se suele justificar ese tipo de acciones en nombre de la neutralidad perpetua y de la paz. ¡O somos o no somos!
Es necesario que los pueblos se empoderen y que le digan a sus dirigentes que no queremos más conflictos reales ni tampoco ficticios. Queremos vivir en paz para que nuestros nietos en ambos lados del río San Juan puedan educarse, tener el mejor sistema de salud posible y que las personas puedan vivir dignamente con lo que ganen por su trabajo; en otras palabras, nos toca a los ciudadanos de a pie decirles a estos politiquillos de poca monta, que si no comprenden este deseo tan simple se vayan y nos dejen vivir en paz.
¡Soñar que esto es posible no cuesta nada! ¡Soñemos entonces!

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